sábado, 28 de febrero de 2009

A veces es una cárcel



(Fotos: Vicky Cristina Barcelona)




A casi nadie con los que he hablado le ha gustado especialmente. No sé si tal vez por comparación con la anterior y extensa obra de Allen, que es óptima casi en su totalidad.

De esta película había oído hablar mucho, pero siempre en el contexto de la ciudad, el director y el trío de actores-estrella. Pero fijaos, a mí una de las tramas "ramificadas" de la principal me ha tocado. No me refiero, claro, al triángulo que forman Johansson-Bardem-Cruz.

Me refiero al papel de Vicky, interpretado por la para mí desconocida (hasta anoche) Rebecca Hall. Un personaje que no me esperaba, sinceramente, y del que ni siquiera tenía referencias, aunque leo hoy que fue nominada a los Globos de oro por este papel.

Yo -siguiendo con mi tendencia a fijarme en los que pasan más desapercibidos (me pregunto por qué haré eso :P)-, me fijé especialmente en ella, para mí quien realmente vive la historia y a quien realmente suceden cosas.

Sin destripar la peli explico brevemente que a dos semanas de su boda siente peligrar la certeza que hasta ese momento creía tener con su prometido al cruzarse otro hombre en su vida, que la seduce, la marea y la enamora.

He tocado esto por encima en otras ocasiones (aquí o aquí), y me da la impresión de que puede resultar un tema incómodo para mucha gente, porque en principio parece ser incompatible el estar enamorado de una persona y sentir atracción por otra.

También he hablado de ello con algunas personas, sobre todo mujeres. Más o menos todas se aferran a la seguridad y el cariño que proporciona la estabilidad conyugal. Que es más fácil decir eso está claro, aunque prefieran o preferirían relacionarse con otros hombres más horas al día de las que dedican a sus maridos...

En muchas ocasiones noto vendas en sus ojos, en otras veo vidas encarceladas pero resignadas, incluso felizmente resignadas. Una vez me preguntaron al respecto de una decisión que tomé cuando me sucedió a mí:

- "¿Te ha valido la pena?"

Yo respondí que claro que sí. La primera señal de respeto es hacia uno mismo; si queremos ser coherentes con nuestra vida no debemos engañarnos, y menos disfrazar la resignación y el tedio adornándolos con palabras de autoconsuelo que ni nosotros mismos nos creemos cuando las decimos.

Ahora voy a seguir desde la suposición. Voy a creer lo que dicen esas personas, que se sienten enamoradas de una sola persona pero al mismo tiempo notan cómo un imán las empuja hacia otra casi sin querer.

¿Es posible querer a dos personas a la vez... y no estar loco? Me aprovecho de la coplilla popular. ¿Puede el cerebro dividir sus sentimientos entre dos? ¿o que uno sea la pasión y otro la razón? o que uno sea meramente platónico e intelectual y el otro físico, terrenal, brutal?

¿Os ha pasado? ¿qué hicisteis en ese caso? ¿decidió la razón... o el corazón?

Canta Aute:

No sabes el dilema que me crea pasar de todo y no decir ni mu
por eso estoy aquí, maldita sea, plantando cara como harías tú

Lo que sucede es que me he enamorado, como el perfecto estúpido que soy
de la mujer que tienes a tu lado, encájame el directo que te doy

Una de dos, o me llevo esa mujer
o entre los tres nos organizamos
si puede ser

(...)

Que esa mujer me quiera no es tan raro
si piensas que a ti te quiere también
lo más terrible es que lo ve muy claro,
pretende no perderse ningún tren

jueves, 26 de febrero de 2009

Trenes





Últimamente, la mayoría de las veces, sea cual sea la circunstancia "positiva" que esté pasando, tengo la terrible sensación de que llega tarde...

No sé, el recurso de los finales felices y que al final se sepa quién es el asesino y el acusado-inocente quede inmune está muy bien para el Cine, pero ¿qué hay de la vida real, sin guiones previos escritos?

Sí, mejor tarde que nunca, eso está clarísimo, pero... ¿y mientras? El mientras en que te sientes gilipollas, el mientras en que notas que te están tomando el pelo en tu cara, el mientras en que sufres, el mientras en que eres indiferente para casi todos, o peor aún, el mientras en que eres el hazmerreír de muchos...

Demasiados mientras para, llegado el caso, poder disfrutar plenamente de los giros inesperados de fortuna.

Recuerdo esa escena en La Milla Verde, cuando el gigante John Coffey lleva en brazos los cuerpos inertes de las gemelas, y llorando desconsoladamente repite varias veces:

-"El mal ya estaba hecho..."

A eso me refiero, salvando las distancias, claro. Algunos momentos perfectos, que parecen casi irreales por haberlos imaginado tantas y tantas veces en sueños despiertos, pierden buen sabor y se tornan rancios por llegar demasiado tarde. Claro, igual que el tiempo pudre frutas, pudre también sensaciones, que hubieran sido mejores y más saboreadas... de haber llegado a tiempo.

Como si a los treinta te compras el juguete que quisiste con todas tus fuerzas a los diez años... No, no es lo mismo.

Tal vez sea que uno al final ya está cansado.

Florentino Ariza se debió sentir feliz... pero agotado. Y Nelson Mandela tuvo su final feliz, pero estaba cansado... e incluso el tiempo dará la razón a quien ahora parece que no la tiene, como se la dio a Galileo , a Ignaz Semmelweis, o a Sanz Briz... pero siempre, siempre, demasiado tarde.

Lo más desolador, lo único verdaderamente desolador que hay en este mundo, es tener que exclamar:
¡ya es tarde!
(E. W. Stevens)

Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado el tiempo en que se pudo
(Marie Von Ebner-Eschenbach)



martes, 24 de febrero de 2009

Infancia




Entrar en cualquier edificio relacionado con el mundo de la infancia debería alegrar el espíritu. Debería.

J. M. Barrie (autor de Peter Pan), cedió los derechos de su obra más reconocida al Great Ormond St. Hospital. Allí, entre olores a alcohol y medicamentos, los niños pueden verse como dentro de ese cuento, gracias a los murales que adornan sus paredes frías... de hospital.

La infancia es un paraíso; debería ser un paraíso. No hay vuelta atrás a esa forma de ver el mundo, aunque de adultos nos sintamos niños en ocasiones puntuales. Los ojos de los niños reflejan una inocencia e ilusión que siempre termina por perderse. Los ojos adultos tienen un trasfondo triste y decepcionado muchas veces, como de "he ido, he vuelto, sé demasiado..."

Unos de los lugares que más me gusta visitar cuando viajo son los museos dedicados a la Infancia. Y éstos son, como no, los museos de juguetes. No me causan alegría ni mucho menos, sino más bien tristeza, pero debo ser un poco masoquista porque es una tristeza dulce, relacionada directamente con la melancolía, que es mi "enemiga" íntima...

Cuando visité el Museo de la Infancia en Edimburgo (su eslogan es: el museo más ruidoso del mundo), se me paró el tiempo, literalmente. No sé cuánto permanecí allí. Observando, pensando... Ver los juguetes oxidados y las muñecas que a nosotros nos pueden parecer terroríficas fue lo primero que hice. Pero más tarde tuve que detenerme en las fotos de los niños propietarios, actuales calaveras o ni eso :(.

Y esto me hizo recordar la famosa escena del Carpe Diem de "El Club de los Poetas Muertos" -una de mis películas favoritas-, porque es la misma escena, exactamente la misma. Sólo que a mí no me susurraba John Keating, sino yo misma.

Y es una putada inmensa que haya niños a los que se arrebate esa infancia, quizás la única etapa en la vida de las personas en que uno es plenamente feliz.

Cantaban Los Secretos:

Con la inocencia tan graciosa que cambia el nombre de las cosas
Con ese brillo que te quita el frío cuando las noches son lluviosas
Volver a ser un niño, volver a ser un niño...

sábado, 21 de febrero de 2009

Cambios, colores y veletas




Nada, que de vez en cuando una siente deseos de renovarse. Y piensa, y repiensa, y vuelve a pensar.

Consulto, y fulanito dice: "no me gusta nada tu combinación de colores". Y menganito dice: "sí, podrías probar con otro título..."

Y una, que es de natural cambiante y un poco veleta (me llamaron veleta por lo variable, por lo variable; si yo soy la veleta, tú eres el aire, tú eres el aire...), decide sentarse la tarde laborable del viernes -la peor tarde laborable de todas las tardes laborables, suponiendo que exista alguna tarde laborable que resulte agradable... que las tardes deberían ser para otras cosas, y sólamente deberían existir mañanas laborables- y empieza a tocar teclas. Con la de trabajo que me está cayendo estos días, que hoy es el día de Carnestoltes, y menuda se monta en mi pueblo...

Y empiezas a probar plantillas, y combinaciones de colores imposibles. Una vez elegida la combinación ganadora das a la tecla (siempre sin miedo) de combinar colores, y de repente ves el fondo entradil azul marino y las letras púrpura oscuro, distinguiéndose apenas el texto... Y suspiras aliviada cuando por fin regresas a la combinación inicial. Claro, todo en la vida es un ciclo, todo gira, y muchas veces venga a caminar, venga a caminar, para terminar regresando al lugar de partida.

Me da penita deshacerme de esa preciosa foto de cabecera de Walden Pond, que no obstante guardo -que nunca se sabe, las veletas volvemos en ocasiones a lo que en su día abandonamos-; me da cosa también dejar mis colores en tonos tierra, que tanto me gustan (ese caqui, ese vainilla, marrón oscuro, marrón claro, naranja...). Pero tengo buena memoria: el día que me dé la vena puedo volver a ellos, los recuerdo perfectamente.

Ahora el cuerpo me pide olor a lavanda, campos provenzales, brisa cálida. Y sucumbo a la atracción irresistible que me proporciona el color lila, violeta, morado o púrpura, como se llame según el tono y el momento.

Después llega el nombre, primero lo acorto, luego lo pienso en inglés, luego me echo atrás -"ains no, que los buscadores se equivocarán" para seguidamente pensar, "pero ¿qué digo?. A quien quiera encontrarme, los buscadores lo llevarán al mismo sitio, si seré tonta a veces..."
Consulto, y descarto el primero que pensé por evocar demasiado a un agua de colonia, jeje. Descarto el segundo -debo confesar que es mi preferido- porque es en inglés y no sé... aunque las veletas cambiamos, y todo puede volver a replantearse.

Y elijo el que puse como título de entrada una extraña tarde de sábado. Me gusta en castellano, en inglés es como el título de una canción (mejor dicho, en inglés cualquier frase suena a canción), pero finalmente lo elijo en mi lengua materna.

Pero soy veleta, y puede que aún esté en la versión Beta 1990.01 de mi blog ;) esperando la versión definitiva...

martes, 17 de febrero de 2009

Unas cápsulas de respeto, por favor.




Leo este artículo sobre la mentira en los niños, porque precisamente estoy pensando sobre la mentira en los adultos y no le encuentro explicación.

Busco otro artículo más general y encuentro éste. Es muy interesante, pero demasiado largo para poder resumirlo aquí.

Entro después en la web del DRAE, página de contínua consulta, ya que desde que confundí los términos de cinismo, sarcasmo e ironía voy con pies de plomo a la hora de usar determinada palabra. Destaco, entre otros términos más o menos similares los que siguen a continuación:

Mentira oficiosa: la que se dice con el fin de servir o agradar a alguien.

Embuste: mentira disfrazada con artificio.

Trola: engaño, falsedad, mentira.

Falacia: engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien.

Engaño: falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa o discurre.

Bola: mentira, rumor falso o infundio, generalmente con fines políticos o de otro género.

Patraña: mentira o noticia fabulosa, de pura invención.

Camelo: simulación, fingimiento, apariencia engañosa.

Bien, todo son distintas formas de lo mismo, aunque unas llevan más maldad o mala idea que otras. Todos conocemos a fantasmas que enumeran patrañas; también -no hay más que ver el telediario, ejem- vemos la de bolas que se dicen y el uso tan exagerado que se hace de la demagogia para llegar a la gente más "ignorante", que cree a pies juntillas lo que un líder que se supone que le representa dice, sin titubear, delante de todo el mundo y encima, trajeado (¡como para no fiarse!, modo-irónico-on).

Pero lo que de verdad me preocupa es el vasto universo de las mentirijillas o mentiras piadosas (tema que salió en los comentarios de esta entrada hace poco). No les encuentro razón de ser, motivo, trellat, como decimos por aquí...

¿Qué sentido tiene decir a alguien - sin que te pregunte- que nunca harías tal o cual cosa si al cabo de unos días ese alguien te ve haciendo esa cosa? Me pregunto.

¿Por qué mentir cuando sabes que vas a ser descubierto más tarde o más pronto?

Entonces, sigo pensando y claro, una cosa lleva a la otra... atreviéndome a deducir que esas pequeñas afirmaciones falsas que se dicen pueden responder a varias causas:

- Que el interlocutor te importe un pepino y le digas eso como podrías estar diciéndole que hace sol, porque simplemente no te inspira más su presencia, y esa conversación sea mero trámite o distracción.

- Que intentes dar a entender, mediante esa trola, que nunca harás algo porque simplemente no lo harás con esa persona que te escucha, como curándote en salud. Aquí: "eso yo no lo hago nunca" equivale a decir: "eso yo no lo haré nunca contigo, entérate". En pocas palabras, que te importa un pito, vaya.

¿Sutilidad? ¿cobardía? Yo más bien diría indiferencia pura y dura.

La conclusión final a ambas deducciones es lo que se repite: el poco respeto o el poco aprecio que te causa la otra persona.

Y ahí ya voy al meollo:

Respeto: (según la RAE y entre otras acepciones) "Miramiento, consideración, deferencia."

Mi sentido común (que puede no ser común al de otros), me dice que cuando alguien te importa de verdad, de forma natural nace el respeto hacia esa persona. Nadie te obliga a nada y la tratas con amabilidad tal y como te gustaría que ella te tratara a ti.

Cuando alguien te importa un bledo te da lo mismo decir hoy digo que mañana Diego. Es tan poca la consideración que tienes hacia la otra persona que ni te merece el mínimo miramiento necesario para tratar de ser coherente con lo que dices hacer o ser y lo que haces o eres en realidad.

Bien, ya han salido pepinos, pitos y bledos. No pasarían de quedarse en meras frases hechas, ejemplos del refranero popular español o algo anecdótico, si no fuera que en el caso del que intento hablar (no sé si se me entiende, la verdad), se trata de personas.

Aquí ya debemos ponernos serios. Me parece que todos merecemos ser respetados. A cambio, claro está, debemos ser nobles y respetar a la gente. Si alguien nos causa asumida indiferencia no se tiene por qué alargar la agonía. Vale más una respuesta franca, aunque raspe dentro de esa persona, que mil contradicciones que a lo único que conducen es a que un día la otra persona se de cuenta de la burla que ha sido para la otra todo el tiempo.

¿Por qué se pierde el respeto? ¿En qué punto se llega a conocer tanto a otro como para concluir que a esa persona le daremos "sobras emocionales" porque nunca llegará a significar nada para nosotros?

Acaso, como dijo Séneca: ¿corremos el riesgo de, por no querer pisotear a los demás, dar la impresión de que se nos puede pisotear a nosotros?

lunes, 16 de febrero de 2009

Perfect Day




Nada más abrir la tienda de electrodomésticos -de toda la vida-, donde me arreglan los asuntillos con mi móvil, veo la cara del dependiente, que no es quien normalmente me atiende en esos asuntos. En cuanto me ve sacar el papelito con la promoción de puntos, y vislumbra que mi visita tiene toda la pinta -pero vamos, toda toda- de querer cambiar de terminal, pega un bufido que se oye en un radio de diez km a la redonda. Le pregunto, le consulto y le comento, y con toda la confianza del mundo mundial, me dice:

- Ay, casi que mejor te esperas que vuelva MJ, que es quien más entiende de ésto...
- Y ¿cuándo volverá, después de almorzar...?
- No, el tres de marzo. Es que está de vacaciones...

Salgo un poco decepcionada, y en eso que me encuentro con la dueña del negocio. Le comento el "suceso" esperanzada de que ella me lo pueda arreglar.

- Uy, mientras no está MJ, el que lleva eso es mi marido, y él hasta la tarde cuando termine de repartir y eso...

Conclusión: de momento me quedo sin móvil nuevo, con la ilusión que me hacía.

Subo por otra callejuela, admirando las reminiscencias árabes y escuchando los pajarillos piar (entonando un sonoro duduá), y me dirijo a la óptica donde compré las gafitas de mi progenie.

- Ahh, vendrás por algo de tu hijo, ¿no?
- Sí, ayer se le salió el tornillito...
- Dame, te lo arreglo en un segundo.
- ¿Te debo algo?
- Nada, mujer, hasta la otra.

Cruzo a otro barrio que no suelo visitar y que me hace recordar los días felices de Instituto -en parte por haber mantenido anoche una conversación muy agradable con mi amigo "beautiful mind". Me dirijo a una zapatería -de toda la vida-, donde la dependienta me pregunta directamente:

- ¿Eres la hija de Pepita?
- No, de...
- Ah, deja, siempre os confundo...

Mal rollito cuando me explica quién es la susodicha Pepita y por quién me ha confundido: ni más ni menos que por una de mi edad a la que no soporto, y que para colmo siempre ha sido el prototipo de marimacho, en fin... soltaremos la cabeza hacia las nubes, como dice AntWaters...

Pero mira, consigo unas deportivas negras ¡de chica! del número 42. Es la primera vez que me sucede, y ya me había planteado cortarme un cachín de dedo gordo del pie derecho. Por su culpa no pillo nunca rebajas, y si no me apresuro, casi no pillo ni zapatos a principio de temporada (no asustarse, que en calzado normal uso el 41, jeje).

Me dirijo feliz, como niña con zapatillas nuevas, y veo a lo lejos el cartel de mi banco. No llevo la libreta, pero entro igualmente:

- Buenassss, vengo a sacar dinero.
- Dime tu NIF...
- Tal y cual y Pascual... ¿te lo enseño?
- No, mujer, que nos conocemos...

Y eso que sólo llevo un rato de día. ¡Está siendo un día perfecto!

viernes, 13 de febrero de 2009

Aquellas sensaciones...



Mi profesión es agradecida. Aunque tuve que tocar mil palos antes de asentarme, el fin justifica los medios, que dijo Maquiavelo.

Pasar algunas jornadas laborales en medio de la Naturaleza, rodeada de águilas culebreras, nenúfares, pollas de agua, garzas, ... es una auténtica gozada.

Sentir el aire puro en mi cara, el sol... y que el único sonido que llegue a mis oídos sea el del rumor de los juncos agitándose mecidos por el viento... ¿se puede pedir algo más?

Y conocer que las anguilas tienen una vida asombrosamente interesante, pese a lo que me repugna verlas y más comerlas (y eso que las probé para saber a qué sabían). Y saber que nacen en el Mar de los Sargazos, algunas llegan donde yo vivo, y después de un crecimiento por etapas y por lugares, vuelven a morir al sitio de donde vinieron (¡qué tías!).

Y que el espinoso tiene una actividad sexual tan frenética que para sí quisiera Nacho Vidal. Y que asume el rol de cuidar su nido y a sus hijos siendo macho, hecho aún extraño para los humanos en las sociedades "desarrolladas".

Ahí tenemos el Medio Ambiente, tranquilito, sin molestar a nadie, dejando pasar los acontecimientos, cumpliendo con su papel en el ciclo vital.

Y podemos aprender tanto, al tiempo que lo disfrutamos...

Que las libélulas nos sigan indicando que el aire es puro y lo podemos respirar sin problemas, y que el samaruc nos diga -simplemente estando-, que el agua está limpia. Que ellos sean como pequeños chivatos que nos adviertan del problema antes de que llegue.

"Nunca podrás proteger aquello que no amas; ni amar aquello que no conoces"

lunes, 9 de febrero de 2009

La chica del Café




Me gustaría alguna vez ser esta chica que lee tranquilamente en un Café.

Ayer leí el entusiasmo de una chica de mi edad ante una nueva vivienda, un nuevo barrio y un todo nuevo que se abría ante ella. Sentí un poco de envidieja :$.

Los cambios me atraen, pese a declararme rutinófila convencida, y a veces fantaseo cuando veo las comedias románticas de la tele, con sus protagonistas de más o menos mi edad y esas vidas tan "fantásticas". Desde fuera se adivina un mundo ideal, lleno de independencia, con infinitas posibilidades culturales, con... quién sabe, nuevas aventuras al girar la esquina...

Esa fantasía de estar sentada leyendo en un Café, solitaria, una tarde de lluvia, y cruzar la mirada con un desconocido, entablar una conversación, intercambiar unos números fónicos y empezar una aventura cuanto menos carnal. Eso sólamente pasa en las ciudades.

Luego, sin embargo, conozco a gente que tiene ésto que yo no tengo y se lamentan de su falta de compañía, de la frialdad de la gran ciudad, de la soledad no elegida, de su búsqueda infructuosa de amor.

Nadie aprecia lo que tiene.

No me quejo de mi vida independiente dentro de la dependencia que otorga un pueblo. Soy dueña de mi vida en el momento en que cruzo la puerta, y los domingos tarde "que libro" me pertenecen todos los minutos. Tengo una pila de libros pendientes, una colección de pelis almacenada en mi multimedia, paquetes de pipas Tijuana en la despensa, helado de stracciatella o leche merengada en el congelador y medio millar de canciones en el Mp3 para momentos de sofá, mantita y cerrar los ojos...

Imposible aburrirse, y menos después de semanas caóticas de trabajo, maternidad y cursos varios.

Y, lo que son las cosas, mucha gente detesta la soledad de los domingos tarde.

Hay quienes no son capaces de apreciar su vida siendo ellos, sin más compañía que la suya propia. Y ansían la media naranja que les complete.

Y sólamente tienen que salir a la calle y estar, sin esperar. Porque el que busca o espera algo, se lleva muchos desengaños. Y el que simplemente está, llega un día en que se lleva una sorpresa ;).

(Mural de John Pugh en el Café Trompe L'Oleil, California)

sábado, 7 de febrero de 2009

Intrusismo... ¿ o sentido común?

(Antes que nada, disculpad mi entrada heavy de hoy, pero ha sucedido algo cagante, que dicen en México)

Me quedé ojiplática al leer hoy una cosa...

Justamente estos días Rosa hacía una entrada referida a los blogs y a la gente que los visita y los comenta (aquí), y hoy ha sucedido algo curioso, que me ha causado una mezcla de rabia, indignación y pena.

Me parece que leer un blog con una trayectoria de unos cuantos meses -bastante lleno de reflexiones personales- te puede hacer tener una ligera idea de cómo piensa la persona que ha escrito esas líneas. Digo yo...

Si la persona en cuestión se pasa casi tres años de su vida preguntándose muchos por qués (por qué no ligo, por qué no encuentro mi media naranja, por qué los hombres no me toman en serio, por qué se me acercan un sábado noche a altas horas con una copa en la mano y no me piden amor eterno sino sexo, por qué etc, por qué más etc, por qué...), ¿acaso espera que no le responda la gente que la lee? Si lanza preguntas, debería esperar respuestas.

Entre quien entre, fulanito o menganito, cualquiera supongo que le dirá ni más ni menos que su opinión... digo yo (y van dos). Nos basamos en nuestras experiencias para dejar el noventa por cien de comentarios en otros blogs, y de eso se alimentan, de ese feedback que tanto se agradece.

Bien, sigo...

Pero... ¿quién espera que, ante la mínima "crítica" o "cachete" virtual entre una retahíla de acérrimos admiradores (sic) a decirle que ni caso, que ella siga siendo como es, que su conducta es intachable, que...?

¿No se trata de darle distintos puntos del vista a su "problema"? Si realmente ella está convencida de que "falla" en algún punto, ¿no sería lógico que tuviera en cuenta opiniones no sesgadas provenientes de otra gente?

Y, sobre todo (y esto es lo peor), ¿quién espera que ante varios consejos, unos más positivos para sus ojos que otros, entre una persona psicóloga a decir que no haga caso a quien no le dice lo que ella quiere oír, porque se trata de intrusistas que le repatean (sic dos)?

¿Es que por no tener esa titulación no podemos -usando nuestro sentido común- dar nuestra opinión? ¿Tampoco podemos hablar de política si no tenemos la carrera de Políticas? Coño, digo yo (y van tres), que consejos médicos no pueden darse sin más, ni tampoco asesoría legal si no somos letrados, peeeero... ¿opiniones, comentarios sobre el comportamiento de las personas?

¡Hay que joderse!

Quien busca la verdad, corre el riesgo de encontrarla... (Isabel Allende)

jueves, 5 de febrero de 2009

La vida sigue igual




Esta mañana tuve una pequeña sorpresa. Alguien, con quien tengo una relación muy poco fluida, basada más bien en la simpatía mutua que en verdadero apego, me dejaba un mensaje por estos mundos de Internés diciendo que me echaba de menos...

No sé, me extrañó por tratarse de mí, y me halagó, porque soy de las que extrañan a la gente, pero no sabía que algún día podía ser yo quien estuviera al otro lado, y que alguien, espontáneamente, me diría que notaba mi ausencia.

La frase "el cementerio está llena de personas imprescindibles" siempre me viene a la cabeza ante el mínimo atisbo de endiosamiento por parte de la gente. Juer, si se han ido personas importantísimas de sitios y puestos importantísimos, y todo ha seguido rodando, ¿qué es lo que les pasa por la cabeza a aquellos cuyos egos van como flotando sobre la mediocridad de los de a pie? ¿acaso piensan que cuando se vayan el mundo se va a lamentar por entero?

Si fueran capaces de imaginar por un agujerito cómo todo rueda cuando no estemos, como cantó Silvio...

cómo sabrá
la cerveza que el sepulturero
se beberá
cuando acabe de darme abrigo

... ver que somos nada realmente, y que nuestra única "misión" vidil es estar aquí, procurando vivir, que no es poco, evitando dañar (cosa a veces harto difícil), y tratando de dejar algo bueno, sin más pretensión que compartir... , me parece a mí que muchos bajarían de su pedestal.

Puede que los primeros días cuando uno se va de un sitio se note que no está -y más si era alguien que solía hacer ruido-, pero estoy completamente segura de que a la semana apenas se nota, y al cabo de los meses sólamente poquísimos echan realmente en falta a esa persona.

Mira, otro que lo dijo de una forma muy bonita fue Julio Iglesias:

Al final
las obras quedan las gentes se van

otros que vienen las continuarán
la vida sigue igual...

(Pintura de Benito Quinquela Martín)

lunes, 2 de febrero de 2009

Las despedidas siempre son tristes...




De E.T. recordaba momentos memorables, como todos los niños que la vimos cuando se estrenó.

Verla ya adulta me trae otras percepciones, como la soledad de Elliott en su vida de "semiabandono", con papis divorciados y mami superocupada, y dos hermanos que le quedan uno grande y otra pequeña, en los que tampoco puede apoyarse psicológicamente.

Pero hoy no vengo a hablar de la peli -que es una maravilla como todo lo que hace Spielberg, por supuesto- sino de las despedidas, y lo infinitamente tristes que son.

Los primeros minutos cuando acabamos de decir adiós a personas que han estado un tiempo más o menos largo acompañándonos y formando parte de nuestras rutinas no somos del todo conscientes de que son como pequeñas muertes, y de que aunque ambas partes hagamos pactos de carteo o telefoneo, en la mayoría de ocasiones no se cumplen.

No es necesaria distancia geográfica. Todos hemos tenido una química increíble después de muchas horas de colegueo en el trabajo. Cuando dejamos ese trabajo, la química sigue, pero las horas juntos no. Y eso repercute, porque vamos olvidando, nos van olvidando.

Aunque quede el cariño y el número de teléfono, no son los mismos ratos los vividos horas y horas a diario que cuando luego hacemos por coincidir un par de horas al mes, que derivan en una hora cada dos meses, y terminan desembocando muchas veces en el "de vez en cuando", cuando no en el "nunca más".

Casi siempre siento ganas de llorar en las despedidas. Aparte de que me emociono por cualquier cosa, sé que a muchas personas de las que me despido nunca las volveré a ver. Y tener tanta certeza me hace abrazar mucho cuando digo adiós, y trato de captar con toda mi atención todos los detalles de ese momento para guardarlo en mi disco duro en la carpeta "recuerdos entrañables".

No soy fuerte para eso.

Cuando Elliott y E.T. se despiden -sabiendo que es para siempre-, Elliott llora y suplica:

- Quédate...

E.T, más entero, suplica a su vez:

- Vete.

domingo, 1 de febrero de 2009

Pensamientos





A veces es una mirada cruzada, o una frase escuchada en una película, o un comentario dicho y no dicho a la vez. A veces es una canción.

Nuestros pensamientos nos pertenecen.

Sólamente nosotros sabemos qué y en quién pensamos.

Somos los dueños de todo los que nos pasa por la cabeza.

Y nuestra cabeza es un misterio...