miércoles, 29 de abril de 2009

Tan cerca, tan lejos...




Anoche me volvió a dar un vuelco algo dentro. Estaba hablando -como todas las noches- con mi amigo, y llegó un punto en que la conversación se amargó un poco. No es que me dijera algo que desconociera, es sólo que siempre era yo la que hablaba de ello, y esta vez fue él.

Hablábamos de distancias, de emociones, de todo junto. Y de que, inevitablemente, todo llega un día en que termina, y aunque lo tengamos asumido, se me hace muy cuesta arriba pensarlo.

Hablo ahora de esos puntitos de inflexión en que ves que ha llegado la hora de partir. Que ya está todo el pescado vendido, como aquel que dice, y que la goma no puede alargarse más aún sin romperse. Y ves que ya los caminos van divergiendo, cada día unos milímetros más, uno más hacia el norte y otro hacia el sur... o el este.

¿Y qué hacemos entonces? puedes hablar con alguien a diario, sea por la vía que sea, y notar cómo cada nuevo acercamiento termina alejando un poquito más. ¿Debería ser al contrario? puede que sí, pero algunas veces es que no. ¿Y qué podemos hacer? Nada.

No sé qué piensa el resto de la gente de esto. No ubico si fue en una entrada, en un comentario o dónde, pero leí a A través del Espejo explicar que al finalizar cada encuentro con una persona, algo cambia, tanto en la visión que tenemos uno del otro como en la esencia de la relación. No por más frecuencia en la comunicación se llega a profundizar más en la misma. Incluso muchas veces sucede precisamente al contrario, y cuelgas el fono, das al aspa del msn o chat o te das los dos besos de despedida de rigor sabiendo que algo ha cambiado. Y no sabes qué ni por qué, pero así lo sientes.

La distancia física es tremenda, pero la emocional es dolorosísima.

Puntos álgidos los hay en muchas etapas vitales y diarias. Toda banda tiene un disco que los consagra, y está más leído que un tebeo que lo difícil no es alcanzar la fama, sino mantenerla. Después de cada excitación y estimulación llega un gran orgasmo, que tan pronto te viene como, a medida que transcurren esos quince, veinte segundos, ya lo estás echando de menos.

Luego está la dulzura de los reencuentros, que no serían tales sin sus contrarios, los alejamientos; como tampoco apreciaríamos los momentos buenos sin los peores.

Pero el poso triste lo deja ese punto en que ves que la cosa no da más de sí, y te despides siendo consciente de que lo mejor ya pasó y, evidentemente, en el mejor de los casos puede que se mantenga en línea recta, pero en el peor puede que vaya cayendo en diagonal, muy lentamente, pero cayendo hasta desaparecer.

En muchas de esas despedidas rutinarias me viene a la cabeza que la última también será así. Colgaré, cerraré, daré los dos besos, y puede que ya no nos busquemos más. De alguna manera acaban las cosas ¿no?

Porque ¿de qué otra forma si no desaparecen los afectos?

Mi amigo dijo concretamente que nuestra amistad moriría de frustración.

lunes, 27 de abril de 2009

Libertad




Si Juan Salvador Gaviota hacía caso a su familia y al resto de la manada, si elegía para sí volar siempre en bandada, haciendo lo que todos querían que hiciera y cumpliendo con las expectativas que los demás esperaban de él, todo el mundo se sentiría más feliz.

Pero ¿qué pensaba él al respecto?

Si hacía eso que le suplicaban los otros ya no habría nada que le atara a la fuerza que le impulsaba a aprender, no habría más desafíos... ni más fracasos.

Está claro que el precio que debía pagar por dejar de ser como él quería ser era la felicidad de los demás. Pero ¿y la suya propia?

Hace una semana justa pasé una tarde estupenda de Sant Vicent con dos amigas de la infancia. Fuimos a la playa con los niños a comernos el bizcocho, como manda la costumbre. Nos conocemos desde siempre y ahí seguimos, con ese vínculo que da el cariño verdadero de quien no te exige nada, sino que te deja ser libre.

Cuando pudiendo no hacerlo vuelo a buscar espontáneamente la compañía de esas personas es porque así lo quiero, ya que a ciertas edades uno ya maneja la circunstancia de la distancia como mejor le place, sea con búsquedas, sea con excusas.

Me he dado cuenta estos meses de que en el momento en que empiezan las exigencias uno deja ya de ser libre. Y si bien al principio le das vueltas a la cabeza pensando si las razones de la otra gente son más importantes que tus motivos para ser de una determinada manera, terminas sintiéndote en ocasiones como en un escaparate donde se te juzga por ser como en el fondo quieres ser.

Y ahí ya notas opresión en pecho y cuello.

¿Por qué tengo que hacer uso de la falsedad e hipocresía si no quiero?

Una de esas dos amigas con las que estuve hace una semana es alguien a quien yo admiro. Y digo claramente que es una de las personas más especiales y a las que más quiero de las que he conocido en toda mi vida. Se llama Noe, y me dijo: "Majo -ella siempre me llama así-, sólo tenemos un ticket de ida, tenlo siempre muy presente".

Le haré caso, que por algo nació en mayo y yo en octubre y es mayor que yo :P.

También haré un poco más de caso a la frase de Nietzsche que tengo desde hace años en el mundo de Internet como distintivo de pensamiento... y seré como a mí me de la gana ser.

"La libertad es la obediencia a la ley que uno mismo se ha trazado"

(Jean Jacques Rousseau)

miércoles, 22 de abril de 2009

Una bocanada de aire fresco

Hilando ideas mientras me duchaba (hay que ver lo que da de sí el anochecer en que la ducha va acompañada de una depilación previa...), y pensando en esta entrada y en una conversación de final algo brusco pero intermedio muy interesante he decidido hablar de lo que yo entiendo por destacar.

La persona que me sufría en mi tarde laboral a través de una ventanita de chat decía que cualquiera puede sacarse una carrera. Yo decía que no pensaba así en absoluto -quizás porque me puse en la piel de un estudiante de alguna carrera "con muchos números" y vi que yo ahí no tendría nada que hacer-.

Seguimos, y él remarcó: "he dicho aprobar". Yo respondí: "Ah, pero yo me refería a aprender".

Una vez más, hablábamos de temas distintos y empecé a pensar sobre ello en mi entorno con aroma a flor de loto y jazmín :D.

Llegué a la conclusión de que él tenía razón. ¿Importaría sacarla curso por curso? ¿Importaría sacarla rozando el aprobado o sobresaliendo de la media? ¿Quién iba a saber si un licenciado -o graduado- en X había llegado a asimilar todo lo que presuntamente tenía que saber o sólamente tenía en su poder un título con el cual optar a un puesto A en la administración pública, ir a recoger aceitunas, querer realmente dedicarse a él o fardar (que de todo hay)?

Y más complicado se me puso el tema en la cabeza cuando empecé a pensar en aquellos oficios más maleables, en los que incluso los colegas siguen distintas escuelas y no se ponen de acuerdo entre ellos.

Hace un par de meses fuí a Urgencias por un problemilla y cuando le dije al médico de turno la pauta que me estaba tomando para unas anginas se puso las manos en la cabeza: "¿Cómo puede haberte recetado tal cantidad de...?". "Hostias", pensé, "pues bien estamos, si se supone que incluso habrán estudiado sus carreras en el mismo país, y puede que incluso en la misma Universidad..."

Sí, mi interlocutor tenía razón -más que un santo-, cuando dijo cualquiera.

Y estuve pensando en qué es lo que hace que destaque la gente que destaca. No se trata de que ocupen un lugar de trabajo relativamente importante (ahí se puede entrar por recomendación, nepotismo o enchufe directamente), ni de tener una licenciatura, siquiera un doctorado -¿cuántos hay hoy día?-.

En la época de mis padres el médico era toda una eminencia, y el farmacéutico, y el abogado, y no digamos el notario.

Ahora salen cienes cada año, sumándose a los cienes del año anterior y del otro...

La gente que destaca es por lo que crea en su cabeza. No me extraña que a Dylan le hicieran Honoris Causa, y desconozco si tiene estudios. De todos es conocido que Gates no acabó los suyos, García Márquez cursó derecho por obligación... así podría seguir.

No, no se trata de echar por tierra la falta que tiene una sociedad de titulados en todos los campos; hablo de que, roda i volta, en un mundo en el que la mayoría tienen lo que tienen muchos ya, el que sobresale es por aquello que nace dentro de su cabeza.

Puede que sea un escritor, un pintor, un empresario modelo, un músico, un revolucionario en el campo que sea (medicina, biología...) Pero uno no destaca por ser algo que cualquiera podría ser en un momento dado.

¿Acaso no es infinitamente más "meritorio" el que compone una melodía que traspasa los años, o el que escribe una novela que sobrevive siempre o quien descubre algo en lo que nadie había reparado? ¿Puede haber algo más difícil en esta vida que eso, que sacar algo donde no lo hay?

Pensar sobre ello puede ser una cura de humildad para la gente que tiene el ego un poco inflamado. Valorarse sólamente por ser lo que pone en un papel resta muchas posibilidades a la hora de ser valorado simplemente por ser, tal vez ahí radiquen algunas búsquedas infructuosas...

martes, 21 de abril de 2009

Breve historia de esto




Bueno, como Marqus me emplaza a contar qué me ha aportado el blog, y a mí lo que más me gusta del mundo es escribir, con sumo placer le sigo la corriente:

Mi blog no es éste. Mi blog es el que tengo enlazado a éste, que fue en realidad el original, creado a principios de 2006 después de leer un reportaje sobre lo que eran y lo sencillo que era abrir uno.

La idea era empezar a contar una historia que tengo aparcada desde hace seis años. Una novela corta empezada en 2002 y que quería presentar a los premios Ciutat d'Alzira, convocados por la editorial Bromera. Llevo suscrita a la Revista de Lletres L'Illa desde el primer día, y cada número que recibo en mi buzón físico (no virtual), cada pequeña reseña que se hace de un libro modesto, y por supuesto, cada entrega de premios, me hace ser consciente de que -ya que no logré finalmente ser nadie- lo que más feliz me haría en esta vida sería ganar un certamen literario.

Mi pretensión era optar a los premios de las categorías juveniles, y por ello empecé en primera persona un relato, que se llamaría provisionalmente como el primer título que tuvo el blog: "Marc, història d'un llaurador pegolí"

Dado mi gusto manifiesto por la novela costumbrista y por todo lo que tenga que ver con la esencia del campo, la vida rural y las cosas sencillas del día a día, no tuve dificultad alguna en recrear la historia de un chico joven que, en pleno siglo XXI-, se dedicaba únicamente a la agricultura. Habiéndome criado en un pueblo, y siendo educada por una familia modestísima dedicada básicamente al campo (aunque los últimos años mi padre trabajó en la jardinería), he tenido siempre dentro de casa los aperos, la ropa sucia de tierra, los capazos...

He conocido el placer de ir con mi padre y mi perra Perla un domingo por la tarde (la gente del campo no descansa ningún día de la semana) con el Citroen 2 CV ("la Cabra") a verlo hacer cavallones y ruedos. Me sentaba en la acequia a observarlo trabajar y paseaba hasta el final de una senda de un km que se me hacía larguísima y que supongo que ahora me llevaría pocos minutos de recorrer (mis piernas crecieron hasta el infinito y más allá).

La cosa fue que, entre unas cosas y otras, avatares de la vida mediante, dejé aparcada aquella historia en unos 80.000 caracteres aproximadamente, y difícilmente veo el momento de retomarla, ya que mi cabeza ha cambiado bastante estos años, y no sé si vería las cosas con la misma inocencia con la que las veía Marc esos años...

El blog lo tenía ahí, y como nunca fue de entradas masivas de gente a comentar, era mi refugio y mi joyita. Pocos lo conocían, y la verdad es que amigos y conocidos a los que lo nombraba tampoco mostraban mayor interés en él. Escribía cuando me apetecía, pasaran semanas o meses incluso, y tampoco leía otros.

El tema de crear otro en castellano surgió una noche en un chat que frecuentaba, cuando dos chicos me comentaron que habían entrado a leerme pero al estar en catalán, no entendían ni papa. Me planteé entonces escribir alguna entrada aislada en castellano, hasta que acabé haciéndolas todas en esta lengua. Esos chicos no sé siquiera si llegaron a saberlo ni a entrar siquiera, pero curiosamente, empecé a tener algunos comentarios de gente que no eran conocidos ni amigos, cosa que me extrañó sobremanera.

A día de hoy, nunca pararía de escribir. Anoche, sin ir más lejos, estuve un rato escribiendo borradores de ideas que me pasan por la cabeza y necesito materializar. Algunas de esas entradas son tan personales y llevan tanta miga dentro que finalmente no las publico, pero el proceso "creativo" me ayuda por lo menos a sacar cosas fuera.

Me resulta muy reconfortante leer comentarios de gente con la que tengo relación directa, porque quizás al conocerme tanto saben por qué he escrito eso o aquello otro, y me ayudan expresando su punto de vista (aunque haya terminado de hablar con ellos hace cinco minutos). Y me resulta muy de agradecer que gente que no me ha visto ni ha hablado nunca conmigo entre a leer mis continuas tarrofagias y deje también su opinión (más imparcial que las otras).

De todos modos, como le dije a alguien la otra noche, no sé cuándo durará este proceso de entrar y plasmar, entrar y plasmar. Sé por experiencia que toda fiebre pasa, y llegará un día en que me quedaré sin ganas, o simplemente ya lo habré dicho todo...

Emplazo a contar su historia a cualquiera que quiera hacerlo.

lunes, 20 de abril de 2009

Una puerta




Hace pocos días paseé por un pueblo en el que no quedaba nada...
Imaginé niños y perros de antaño corriendo por esas empinadas calles; ese día sólamente corrían un niño y un perro, y ambos de visita turística.
Después de fotografiar las montañas que tantísimo me gustan y mirar muy hacia lo lejos en busca de águilas perdiceras, me fijé en una de las pocas casas de las que aún quedaba algo en pie y en el detalle de su puerta de entrada: "Año 1879"

No pude hacerme una idea en mi cabeza de aquella "casa"- de la que apenas quedaban cuatro paredes-, 130 años atrás. El silencio, sólo roto por nuestras voces y los pájaros, daban apariencia como de camposanto. Las dos presas de aceite y la enorme piedra en forma de cono con que se trituraba antaño la aceituna eran los dos únicos habitantes que tenía ese día el lugar.

Recuerdo una leyenda urbana que oí siempre que alguien de mi pueblo hacía mención a este otro. Decían que su último habitante fue un nazi que apenas se relacionaba con nadie y sólo bajaba al resto de pueblos del Valle a aprovisionarse de comida. La última referencia a esta persona data de finales de los años '70, y no tiene por qué ser cierta, ni tampoco tienen por qué ser falsa. Ahí quedó, y a día de hoy continúa vigente.

Y me pregunto por qué la gente abandonó ese pueblo y no los del lado, prácticamente igual de aislados.

¿Por qué me da la sensación viendo esta desolación, o viendo las antiguas fábricas abandonadas que siguen en pie en mi pueblo -si no las han demolido para construir viviendas, claro-, de que todo y todos corremos el riesgo de pasar al olvido?

PD: menos mal que la blogsfera seguirá... ¿o no?

sábado, 18 de abril de 2009

Desaparecer




Inconscientemente respiramos, y con nosotros el resto del mundo (vaya, descubrí algo nuevo!! :P).

Interactuamos con gente a todas horas todos los días; les quitamos un poquitín de oxígeno, nos lo quitan ellos a nosotros. Sin querer, sin pretenderlo, pero ahí está ese pequeño robo que nos hacemos unos a otros.

A veces es peor, y hay asfixia porque nos quitan demasiado, y al mismo tiempo nosotros asfixiamos quitando demasiado.

Los que os hayáis alejado de alguien habréis visto -con la perspectiva del tiempo-, que al volver, o, mejor aún, en los momentos previos a volver, cuando la otra persona o personas ya apenas reparaban en vosotros - o quizás sí- las vísteis de otro modo, con otros ojos. Muchas veces incluso con mejores ojos.

Pareciera que, liberados del aire viciado, viéramos a las personas en todo su esplendor, como cuando quitamos la parte madura a una fruta y reaparece su color original.

Yo, por ejemplo, dejé trabajos horrendos en su momento, e incluso el último día me abracé al jefe -aborrecido durante años- y nos pusimos blandengues. En ese momento, aún habiendo trabajado el mismo día, ya no formaba parte de ese lugar. El tiempo y su perspectiva habían hecho su trabajo, aún siendo el pasado y el ayer tan recientes. Qué cosas.

Del mismo modo, a veces diría que es conveniente alejarse de los sitios e incluso de las personas. El cariño debería permanecer, y deberían y deberíamos comprender que todos en algún momento necesitamos respirar más aire, o simplemente un aire diferente.

Si total, siempre estamos a tiempo de volver...

Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande; sólo es posible avanzar cuando se mira lejos

(José Ortega y Gasset)

martes, 14 de abril de 2009

Dudas (I)

(Los amantes del Círculo Polar, Julio Medem)




El sábado tuve una tarde rara. El domingo tuve una tarde rara.

Es tan escaso mi tiempo "libre" que a veces, cuando dispongo de él, después de leer, ver una o dos películas, charlar con alguien, salir un rato, comer con la familia y navegar por blogs y webs, aún me sobra tiempo para pensar demasiado.

Entonces me viene a la mente la misma frase de Peter Ustinov (a saber si la dijo él...), y sigo preguntándome si la gente que está con nosotros de manera voluntaria lo hace porque simplemente estamos ahí en ese momento, o si nos lanzarían hacia el olvido de una patada si en nuestro lugar pudieran tener a alguien más interesante, o -hablando de forma heavy y totalmente autodestructiva- mejor.

Si realmente nos eligen por no haber mejor alternativa, como quien se conforma con lo que tiene más a mano, y bebe agua del grifo ansiando a cada sorbo que esa agua fuera Evian.

Si formamos parte de sus vidas porque nosotros mismos buscamos inconscientemente formar parte de ellas, o por el contrario, ellos nos hubiesen elegido a nosotros de estar en su mano esa elección.

Las respuestas que se me ocurren no son demasiado alentadoras, quizás lo lleve el momento, la estación o mis circunstancias, a saber. Pienso hasta qué punto es saludable entre personas forzar situaciones, buscarse, salirse al encuentro como por casualidad, o si no sería mejor dejar al destino que hiciera este trabajo.

Y, a todo ésto, ¿existirá el destino?

sábado, 11 de abril de 2009

Jabón




Tiene algo el jabón que me atrapa.

Empezando por la palabra en sí... jabón. El mero hecho de escucharla o leerla me llena de distintas sensaciones. Me encanta su forma tradicional, de cantos redondeados; me gusta tocarlo cuando está por estrenar. Me maravilla olerlo, sea el que sea. Me gusta lavar la ropa con jabón de toda la vida; observar cómo va formándose espuma que llena mis manos, el lavadero y la ropa en sí. Me gusta el aclarado cómodo, sin residuos, sencillo, fácil...

Me gusta el jabón en mis manos. Darle vueltas y más vueltas, acariciarlo sutilmente mientras su aroma sube y me llena de sensaciones placenteras. Me encanta ducharme con pastilla de jabón. Acariciarme toda, deslizarlo todo, con aroma suave, con sensación de limpieza, con sensación de sencillez, de algo primigenio, eterno... que toda la vida ha estado ahí.

Heno de Pravia, Spring Glory, Lida, Capricho, Imperial Leather, Dei Colli Fiorentini, Wright's Coal Tar Soap, Edenfield Golden Ivory, Lux, Lavanda de Puig, Clinique...

Todos me han acompañado o me acompañan actualmente. Entre la ropa, entre mis papeles, en mi tocador, en su jabonera.

Unos me limpian, otros perfuman mis espacios, otros sólamente están para olerlos cuando me apetece.

Todos me maravillan.

martes, 7 de abril de 2009

Prisa





Salió el tema por otro lugar virtual. Y fuí consciente de algo que me había reportado alguna mala experiencia y algún cruce de malentendidos:

casi siempre leo por encima

Veo las frases como un todo; no las palabras separadas entre sí con todo su significado, sino una línea total que leo de un vistazo. Ganando tiempo, pero perdiendo comprensión.

No sé si es un defecto cerebral, una ansiedad solapada, prisa por terminar, o mi tendencia a ser siempre rápida. Competente, pero rápida... quizás demasiado rápida.

Y me exaspera la lentitud en los demás: la parsimonia en sus reflejos, la aparente calma cuando el tiempo apremia, la falta de sagacidad de los que comparten cualquier clase de tiempo conmigo. Y yo los debo exasperar a ellos, y deben imaginarme como alguien siempre al acecho, siempre esperando una respuesta o reacción, sea del tipo que sea.

En serio que me encantaría ser a la que los demás esperan, llegar tarde alguna vez, o llegar nunca...

Y no pretender tener todo hecho cuando tengo seis cosas distintas para hacer. Aplicar lo que me solía decir un jefe que tuve: "-detrás del uno, viene el dos". Aunque el dos llegara al día siguiente, o no llegara, que nunca se sabe.

Y me encantaría prestar más atención antes de darle al Intro, en esta circunstancia en la que me hallo ahora o en cualquier otra similar. Y leer bien antes, leer bien antes, leer bien antes...

El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla

(Lao-Tsé)


lunes, 6 de abril de 2009

Amor




Enamorarse y no

Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva

enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio

por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo

Mario Benedetti


¿Por qué antes me enamoraba de un todo? ¿Por qué ahora me enamoro de un momento, una mirada, una sonrisa, unos ojos o una frase en un momento dicha? ¿Por qué siento que soy incapaz de volver a hacerlo plenamente? ¿Por qué me enamoro en instantes, e instantes después todo me pasa? ¿Por qué mi amor es disperso, extraño y dura tan poquito? ¿Por qué me enamoro de una risotada, de una voz, de una temática o de una canción? ¿Y por qué no de alguien, como hace todo el mundo?

sábado, 4 de abril de 2009

Otra del Oeste





"No puedo describir cómo me sentía... Un enemigo me había salvado la vida gracias al violento asesinato de uno de mis mejores amigos. Qué disparatado mundo era aquel.."

Sí, la contradicción humana no tiene límites. No es necesario que se hable de muerte, como en este pensamiento que le viene a la cabeza a Little Big Man cuando ve alejarse río abajo el cuerpo sin vida de Sombra, uno de sus mejores amigos.

Extraña contradicción la que nos hace comportarnos injustamente con gente que nos aprecia -quizás porque sabemos que nos lo disculparán, como si el precio que pagamos y cobramos por el cariño y la confianza tuviera que ser necesariamente podernos faltar al respeto sin miramientos.

La misma también que nos hace ser indulgentes con quienes -tal vez- no lo serían tanto con nosotros. Qué difícil todo, ¿verdad?

En cualquier caso, centrémonos en esta película. Como tantas, la historia de un perdedor, de un chaquetero, de un cobarde... que va sobreviviendo mientras el resto cae poco a poco a su alrededor.

Por el año en que fue rodada -1970-, bebe del pacifismo que se respiraba entonces en los Estados Unidos (en plena guerra del Vietnam). Cómo no, el cine como escaparate mundial, con más medios y más alcance que otras vías, se utiliza para hacernos ver la absurdez de esa, aquella y todas las guerras.

Me gusta especialmente el tremendo contraste al que asistimos gracias a las temporadas alternas que pasa Jack Crabb en sus dos medios naturales: con los seres humanos (los Cheyenes), y con los hombres blancos. Cómo se entremezclan la vida pacífica, armoniosa y casi contemplativa con la vida anhelando siempre algo más que se vive en las ciudades. Como si a una vida le faltara de todo y la otra fuera sencillamente perfecta.

También se agradece el tremendo sentido del humor y las escenas absolutamente cómicas que nos hacen aflorar sonrisas. Ah, y Dustin Hoffman se sale, como siempre.

El título: Pequeño Gran Hombre.

jueves, 2 de abril de 2009

Like teen Spirit




No es la primera vez que me reafirmo en mi pasión por los Estados Unidos y su historia, denostada por muchos europeos viejos por su... ¿"contemporaneidad"? No sé, algo no deja de ser interesante por ser relativamente nuevo, y tanto me vale hablar con una persona joven como con una anciana, siempre que tengan algo que decirme.

Y a mí todo lo que a ese país incumbe tiene que decirme, y mucho. No entraré en valoraciones históricas ni en el relato de los hechos -para eso está la Wiki-; sólo trataré de plasmar en pocas líneas (espero), mis sensaciones, que, aún habiéndolas enumerado una y mil veces, nunca me canso de evocar.

Cierro los ojos, por ejemplo, me retrotraigo decenas de décadas atrás, y estoy tumbada en una pradera; por más que miro y miro, nunca acaba, nunca... Y entonces siento esa pureza, esa fresca calidez, ese cosquilleo de que algo nuevo está a punto de empezar. Con sus erratas -como todo-, con sus logros, con sus pasos, zancadas y saltos...

Los abro, y me veo ahora mismo en esa misma pradera, y prácticamente esos paisajes de las Four Corners siguen igual. Y si avanzo hacia el Este, los campos de cereales que pisó Dorothy para alcanzar la Tierra de Oz siguen intactos. Prácticamente, sí. Y el Mississipi sigue siendo igual de ancho como cuando Tom Sawyer y Huckleberry Finn corrieron aquellas aventuras tan inolvidables (aún me estremezco con la escena de la cueva y el indio,uf)

Hay algo de hechizante en todo ello. Cuando somos pequeños nos quedamos pegados a la tele viendo las películas del Oeste. Tal vez a los niños sólo les llame la atención la lucha entre indios y vaqueros, pero puede que a algunos de ellos -digo yo que habrá niños pacifistas :P-, lo que realmente guste sea esa riqueza paisajística.

Y a los mayores a los que nos siguen gustando esas pelis quizás nos atraigan los mismos paisajes -servidora- y esa juventud. No sé si entrecomillar o no esta palabra, pero es para mí la que mejor lo define: juventud. Con su mención se "perdona" la torpeza y se valora el entusiasmo.

Y no pararía, no pararía. Y me parece que ese espíritu joven es el que hace a muchos estadounidenses -sí, sin pudor, dije a muchos estadounidenses- ser más abiertos de mente que lo que muchos europeos- presumimos ser. Luego nos rasgamos las vestiduras porque ellos nos quieren inculcar su "incultura", cuando somos nosotros mismos los que la tomamos, ensimismados por el estilo de vida que nos vende su Cine. Y criticamos, despreciamos el conjunto del Cine de ese país aún siendo los primeros que nos lo tragamos entero, sin apenas pestañear, sólo porque viene de allí.

¿Qué culpa tienen ellos? ¿qué culpa tienen la Coca-Cola, las tortitas, el sirope, las hamburguesas, los batidos y los cines de verano? ¿culpa de habernos gustado y haber "desplazado"nuestra cultura?

No nos engañemos, nadie nos puso un puñal apuntando a la yugular.

(Mural de Thomas Hart Benton en el Missouri State Museum)

PD: procuro que las canciones tengan letras acordes con los temas. En este caso no es así, obviamente, ejem, aunque cuando escuché esta estremecedora versión de Patti Smith no pude dejar de ponerla... y aparte el título era simplemente perfecto.