Para la gran mayoría es una fruta ácida, refrescante, con gajos de ese color rodeados de estopa casi blanca, piel brillante y pequeñas hendiduras redondeadas, como puntitos. En realidad, aparte de distinguir entre lo que muchos llaman naranjas genéricamente y las mandarinas (fruta completamente distinta, tanto en sabor como en época del año), dentro de esos subgrupos hay unas cuantas distintas entre sí.
Pego aquí dos enlaces donde se ven más gráficamente:
Variedades de cítricos
Más
Las circunstancias de la vida hicieron que pasara cuatro temporadas enteras (desde septiembre hasta abril-mayo) viendo toneladas de cítricos pasar por delante de mis ojos, tocando miles de unidades durante más de doce horas diarias seis -incluso siete- días a la semana (en plena campaña), y una de ellas tomando muestreos de partidas tal como venían del campo para elaborar estadísticas de podrido, destrío y demás daños. Esos años, con apenas un vistazo podía distinguir -quién no en esa situación- entre la veintena de mandarinas y la docena de naranjas. Unas por su forma (más o menos chata), su piel (más o menos firme), y su color (oscilante entre toda la gama de anaranajados).
Ni mucho menos estoy tratando de
ilustraros sobre un tema del que tampoco sé
tanto como gente más experta. Sólamente era una introducción a otra reflexión de las mías...
Me pregunto por qué generalizamos y me respondo que por ignorancia y desconocimiento. Así, dejamos de considerar al individuo como ser único e independiente y pasamos a verlo como un todo, que puede ser un grupo al que pertenece o un vicio adquirido por un grupo que frecuenta. Y se pasa a ser
persona de pelo marrón (aunque oscile entre el chocolate, el café y la miel),
izquierdista radical (aunque unos sean pacifistas y otros beligerantes),
pepero retrógrado (aunque unos sean fachas y otros bellísimas personas), y así hasta la infinitud.
Conducimos por inercia, hablamos por inercia e incluso vivimos por inercia, y nos perdemos esos pequeños detalles de las personas que nos rodean, viéndolas -por inercia también- como parte de aquello o aquellos con que las relacionamos. Y pagan justos por pecadores, pudiendo ser todo injusto, muy injusto, o al contrario, totalmente verídico.
Solo una pequeña parte de lo que
tocamos a diario, en nuestras vidas, trabajos o relaciones, llega a resultarnos tan familiar que llegamos a fijamos en cosas que de otra forma nos hubieran pasado totalmente desapercibidas. La misma costumbre nos hace abrir los ojos a detalles esenciales e invisibles (valga aquí un guiño al
Principito) . Así, igual que una
naranja no es lo que realmente la mayoría piensan que es, tampoco lo es una uva, un pino, un colectivo humano o más concretamente una persona.
Lo ideal sería pararnos y observar, tratando de
ver al individuo
por separado para llegar a ser capaces de distinguir que cada persona piensa y actúa por sí misma, como distintas eran entre sí todas las naranjas que pasaron esos años entre mis dedos.