jueves, 25 de junio de 2009

Echar de menos


Me apenaría que, pese a todas las libertades que me tomo,
esto tomara un aire de antología.

Nunca quise mariposas clavadas en un cartón;
busco una ecología poética, atisbarme y a veces reconocerme desde mundos diferentes,
desde cosas que sólo los poemas no habían olvidado y me guardaban como viejas fotografías fieles.

No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón,
otro horario que el de los encuentros a deshora,
los verdaderos.

Julio Cortázar
PD: demasiada melancolía prevista...

martes, 23 de junio de 2009

Dos ventanas... y una sorpresa


Mirad qué dos ventanas tan chulas. Una vista desde dentro y otra desde fuera. La segunda nos sirve como punto de unión entre la intimidad que habita entre esas paredes y la desnudez de la calle; la primera es el único nexo entre lo que sucede dentro de una estancia y lo que pasa fuera.

Trato de ver simbolismos en cada objeto, en cada hecho, y las ventanas están en un punto medio, perfectas, sin dejar ver más que lo suficiente si estamos fuera, dejando ver lo suficiente si estamos dentro...

Abriendo puertas se nos puede colar cualquier cosa que se arrastre; abriendo ventanas también (qué chorrada, si precisamente se pueden arrastrar en vertical), pero no os creáis que tanto, suponen un pequeño filtro; aparte, son más pequeñas que las puertas y es más difícil acceder a ellas.

Decimos "tengo las puertas abiertas...", dando opción a que entre todo. ¿No sería mejor decir "tengo las ventanas abiertas...?". ¿No valoramos más, aparte de lo que más bienestar nos proporciona, lo que nos ha costado más esfuerzo conseguir?

Si las puertas se idearon para entrar o salir, las ventanas fueron para dar aire, luz, frescor; para poder apoyarse en ellas y mirar cerca, o lejos, o al cielo, o al suelo.

PD: me gustó el día de hoy en su totalidad, y llego a casa y veo que mañana, el día después de una noche mágica, me conceden un honor.

Bueno, qué menos que decir gracias, es beneficioso en esta vida ser agradecidos.

sábado, 20 de junio de 2009

Sufrir gRatis

Jeje, Beautiful Mind dice que le hago gracia cuando imito a Punset. Me tiene algo de tirria porque pensaba que el único treintañero payasete que quedaba a este lado del Serengeti era él, y no, señores, aquí vivía una petarda patilarga que a la menor ocasión salta imitando voces con mayor o menor fortuna (menor diría yo, mayor dice él). Bueno, y si me lee algún publicista de Burriquín, decirle que a algunos todavía nos sigue haciendo muchísima gracia Chiquito, pese a haber pasado ya quince años desde aquel memorable Genio y Figura.

Aparte de envidiarme :P, también sabe que le doy demasiadas vueltas a cosas que deberían estar ya superadas y enterradas, y aunque a veces dice que le admira esa cualidad que él me ve (que yo considero defecto) de tratar siempre de llegar al fondo de todas las cosas, sabe que como contrapartida sufro, y no poco.

Cuando salió el tema de la Memoria Histórica contacté con la asociación por el tema de un familiar que no debería haber muerto a los dieciocho años y menos de la forma en que lo hizo. Mi madre, que es una tía estupenda, con una mente amplia que muchas de mi edad no tienen, trató de indagar, buscando testigos, entrevistando a nonagenarios e incluso a algún centenario. Otros familiares decían que para qué hurgar en el pasado, para qué remover cosas ya olvidadas.

No sé realmente si hay algo de beneficioso a nivel personal en tratar de esclarecer hechos que ya no tienen remedio. Una vez me dijeron que tal vez lo hacía porque buscaba respuestas, y si no encontraba las que quería seguía preguntando esperando la respuesta ansiada. Puede que haya algo de verdad en esa explicación, y que en el fondo piense que volviendo a preguntar las veces que haga falta llegará algún día esa explicación a mi incertidumbre en la forma en que yo quiero que llegue. Y mientras no sea así, como Penélope, seguiré tejiendo y tejiendo hasta que me salgan canas (por ahora tengo tres o cuatro).

Entresaco esto de la definición que la wiki hace del sufrimiento:

"Usualmente el sufrimiento se asocia con el dolor y la infelicidad, pero no tienen por qué estar vinculados dado que cualquier condición puede ser sufrimiento y causar dolor si se es consciente del desgaste que se está teniendo"

Me quiero centrar en la palabra desgaste, que es la que mejor se acerca a lo que siento cuando veo mi caso desde fuera. Se define desgastar como:

1. Quitar o consumir poco a poco por el uso o el roce parte de algo.

2. Pervertir, viciar.

3. Desperdiciar o malgastar.

4. Perder fuerza, vigor o poder.


¿Puede pues haber algo de positivo en sentir eso? ¿Compensa una hipotética "recompensa" emocional ese estado presente que, en realidad, es lo único que se tiene?
¿Qué compensación tengo yo al retraer, retraer y volver a traer hechos? ¿Acaso pienso que la vida es como un cuento y espero un desenlace feliz?

Cuando nos bloqueamos ante una entrevista de trabajo o examen nos dicen los que saben que pensemos en qué es lo peor que nos puede pasar para disipar esa ansiedad. Viendo la resolución con perspectiva se empequeñece, se hace menos "montaña". Yo por mi parte utilizo otro truco mental, que es el de pensar que en una semana o mes lo contaré sacando su parte cómica, aunque su resultado haya sido nefasto (bueno, "una anécdota más para contar" sería mi manera de positivizarlo).
Si se nos presentan dos alternativas solemos ponernos balanzas mentales. Muchos apuntan en un papel dos listas (dos trabajos, dos posibles viviendas, dos coches...); es algo democrático y utilísimo. Se ven físicamente las ventajas e inconvenientes de ambas decisiones.

En el acto de hurgar en heridas ni se puede ver como algo chistoso contado luego ni se puede poner una balanza en la cabeza. En todo caso, aún "resolviéndose" positivamente un asunto ... ¿sirve de algo" resolverlo" si ya no tiene remedio?

Entonces... ¡¿por qué lo hago, coño?¡

"El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional"
(Buda)

jueves, 18 de junio de 2009

Un cerebro más fuerte


Bueno, para dejarme -y dejaros- un tiempo de tarrofagias, pego algunos enlaces de algo que leí hace poco y me llamó la atención. Todo vino por la cara de sorpresa que pone mucha gente cuando asiste a una conversación entre gente bilingüe y ve que en nanosegundos se pasa de una lengua a otra sin mayor problema ni retardo. Para los que lo hemos mamado no nos resulta nada del otro mundo, aunque yo por mi parte alucino con la gente de Europa Central, que son capaces de expresarse perfectamente en lenguas tanto de origen románico como germánico, cosa que tiene más dificultad -para los que lo pensamos, no para ellos que han crecido sabiéndolas- que nuestro bilingüismo de lenguas romances.

Pues bien, según parece:

El bilingüismo mejora la atención

Fortalece el cerebro

Lo favorece

Más

Explicación

Bueno, poco tengo que aportar -está todo en los enlaces-, pero me apetecía hacer uso de una entrada de blog para dar ánimos a una persona-bilingüe- que sé que me lee y no está pasando buenos momentos. Valgan estas explicaciones pues para decirle que teniendo ese cerebro tan "fuerte" no hay mal trago que no pueda superar.

Sé que es una chorrada esta conclusión, pero no sabía de qué modo darle ánimos :$

lunes, 15 de junio de 2009

Magia




La una del mediodía de un domingo calurosísimo no es la hora habitual para estar donde estuve hoy.

La gente a esas horas toma la cervecita, las papas, las olivas rellenas, o el sol directamente. Duerme... todavía. O lee el dominical, qué sé yo.

Yo estaba asistiendo a un espectáculo de escapismo, con trucos de Houdini, que regresó en el tiempo con una máquina para hacernos sentir como en esos años en que vivió, cuando había tan pocas cosas descubiertas y, sin embargo, las que había eran todo para mucha gente.

En uno de los momentos del espectáculo dijo que nunca perdiéramos la ilusión ni la capacidad de asombro. Es algo muy oído, pero me llegó más por ver la cara que estaba poniendo mi hijo todo el rato, y pensé que, aunque es posible seguir teniendo, me parece imposible conservarla con las características vírgenes que se tienen a esa tierna edad.

Luego recordé -quizás por el tremendo calor-, que ya se acerca la Noche de San Juan, de especial repercusión para los que vivimos en zona de mar. Me vino a la memoria una de la quincena de noches mágicas vividas cuando creía en más cosas de las que creo ahora (sí, soy una descreída, lo sé, se siente :P), y cómo nos enfilamos un grupo de pelirrojas con la única luz de la luna en busca de alcachofas bordes para hacer un conjuro que acababa de relatar con esa voz tan chula Amàlia Garrigós (antes de malmeterse en camisa de once varas). ¡Qué risas!, y qué tembleque da pensar que muchos de nuestros deseos llegaron a cumplirse... quizás a causa de ese conjuro, quién sabe (buuu).

Es un disfrute escuchar la radio esas noches -bueno, ahora corroboro que todas las noches puede serlo- en que se habla de magia, y, entre músicas medievales, se van contando leyendas mientras los escuchantes aportan curiosidades, enriqueciendo el folklore ya de por sí tan llenito de cosas interesantes.

La RAE define magia como: "Arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales"

Pero también como: "Encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo"

Bien, yo he visto magia en corros de gente de distintas edades sentados en tertulias en noches de verano, y en amigos cantando a pleno pulmón mientras bajábamos con los vespinos de las fiestas del pueblo de turno hacia la playa. Es horrible esa sensación del vaquero mojado, y no digamos si lo acompaña arena mojada y pelo arenoso, pero es una sensación mágica. Y también esa otra en la que el bar se va vaciando, la música va bajando de volumen, y no notas nada de eso, sentada en una mesa debatiendo discusiones de besugos. O la del morreo improvisado de alguien que en principio no debería dártelo...

¿Podéis verla vosotros?

jueves, 11 de junio de 2009

La Muerte e Internet

Hace menos de dos semanas hablando con un amigo se me ocurrió el hipotético caso de que pudiera morir sin que mi hijo tuviera noticias de que su madre escribió por la Red durante un tiempo relativamente largo…

Le hice responsable de hacer llegar a los míos en caso de que eso sucediera las dos direcciones, porque poniéndome en sus lugares, me encantaría saber qué le pasaba por la cabeza a esa madre, hija y hermana durante esos años tan difíciles emocionalmente para ella.

Y recordé una frase que dijo una chica en el foro que frecuentaba que se me quedó grabada: “Si no estás en Internet, estás muerto”.

Nuestras vidas discurren ajenas al tecleteo, nos llenan (deberían llenarnos), y lo que plasmamos aquí es solo una parte más, una minúscula parte más, que sirve para liberarnos y al mismo tiempo nos completa a los ojos de los que nos leen –suponiendo que sean viejos conocidos-, que llegan así a facetas más íntimas de nuestro ser. Ante los nuevos conocidos, nos abrimos con todo al aire (a veces sin meditar antes, ejem), y cursimente hablando, cual flor que se presta a la polinización.

No tuve éxito alguna las veces que intenté que mis amigas o familiares me leyeran. Mandé alguna vez correos con el enlace, y finalmente lo dejé por imposible. Hay demasiado por leer, demasiado por vivir, y tampoco somos el ombligo del mundo para nadie.

Sin embargo, cuando sucede al revés, cuando lees esos blogs tan multitudinarios, ves que hay personas que con sus escritos llegan a ser si no ombligos grandes sí pequeños ombliguillos para las rutinas de esa gente. Y así, esperan cada nueva entrada que les alegre el día, les enseñe algo nuevo, les mantenga informados o les suscite un atractivo debate.

Hace cinco días entré en el blog de un hombre a través de uno de esos viajes laberínticos que hacemos todos cuando tenemos demasiado tiempo delante de la pantalla y un horario laboral que cumplir, -que no implica mucho trabajo por realizar- . Su título me llamó la atención y por eso hice clic. Este hombre hablaba con su perro, y sus entradas eran visiones del mundo a través de los ojos de ese perro. Muchos sabéis mi debilidad por los animales, y más concretamente por los perros, y ese tema me tocó.

Pues bien, leí su última entrada publicada, y cuando llegué a los comentarios me asabenté que ese hombre que ponía voz a un perro lanudo y marrón (casi idéntico a mi querida Rulla), había fallecido a los pocos días de esa publicación.

Muchos entraron después, y, acaso sin leer el resto de comentarios, le felicitaban por sus textos, le decían que lo habían enlazado… y la verdad es que esa persona ya no iba a leer eso (aquí se constata de nuevo la importancia de leer atentamente antes de lanzarse...).

Le di pues dos vueltas a eso. En ese caso alguien conocido del autor se tomó la molestia de dejar un comentario informando a sus lectores lo que había sucedido, pero imaginé que en otras ocasiones, quizás por la distancia física y emocional o la poca relación exterior con seguidores o lectores, quizás haya muchos blogs ahí estancados, sin refrescarse, sin novedad, y sea simplemente que el dueño haya dejado de existir.

Esa chica tenía parte de razón: si vives sin Internet no existes para una enorme parte del mundo, por lo que esa no-existencia puede equipararse a una no vida; por otro lado, si has existido en ese medio y dejas de hacerlo, en cierto modo poco importa si ha sido a causa de una muerte real o simbólica: estás muerto igual.

martes, 9 de junio de 2009

Naranjas

Hace poco constaté lo mucho que generalizaba la gente sobre algo tan diario y habitual como la naranja.

Para la gran mayoría es una fruta ácida, refrescante, con gajos de ese color rodeados de estopa casi blanca, piel brillante y pequeñas hendiduras redondeadas, como puntitos. En realidad, aparte de distinguir entre lo que muchos llaman naranjas genéricamente y las mandarinas (fruta completamente distinta, tanto en sabor como en época del año), dentro de esos subgrupos hay unas cuantas distintas entre sí.

Pego aquí dos enlaces donde se ven más gráficamente:

Variedades de cítricos

Más

Las circunstancias de la vida hicieron que pasara cuatro temporadas enteras (desde septiembre hasta abril-mayo) viendo toneladas de cítricos pasar por delante de mis ojos, tocando miles de unidades durante más de doce horas diarias seis -incluso siete- días a la semana (en plena campaña), y una de ellas tomando muestreos de partidas tal como venían del campo para elaborar estadísticas de podrido, destrío y demás daños. Esos años, con apenas un vistazo podía distinguir -quién no en esa situación- entre la veintena de mandarinas y la docena de naranjas. Unas por su forma (más o menos chata), su piel (más o menos firme), y su color (oscilante entre toda la gama de anaranajados).

Ni mucho menos estoy tratando de ilustraros sobre un tema del que tampoco sé tanto como gente más experta. Sólamente era una introducción a otra reflexión de las mías...

Me pregunto por qué generalizamos y me respondo que por ignorancia y desconocimiento. Así, dejamos de considerar al individuo como ser único e independiente y pasamos a verlo como un todo, que puede ser un grupo al que pertenece o un vicio adquirido por un grupo que frecuenta. Y se pasa a ser persona de pelo marrón (aunque oscile entre el chocolate, el café y la miel), izquierdista radical (aunque unos sean pacifistas y otros beligerantes), pepero retrógrado (aunque unos sean fachas y otros bellísimas personas), y así hasta la infinitud.

Conducimos por inercia, hablamos por inercia e incluso vivimos por inercia, y nos perdemos esos pequeños detalles de las personas que nos rodean, viéndolas -por inercia también- como parte de aquello o aquellos con que las relacionamos. Y pagan justos por pecadores, pudiendo ser todo injusto, muy injusto, o al contrario, totalmente verídico.

Solo una pequeña parte de lo que tocamos a diario, en nuestras vidas, trabajos o relaciones, llega a resultarnos tan familiar que llegamos a fijamos en cosas que de otra forma nos hubieran pasado totalmente desapercibidas. La misma costumbre nos hace abrir los ojos a detalles esenciales e invisibles (valga aquí un guiño al Principito) . Así, igual que una naranja no es lo que realmente la mayoría piensan que es, tampoco lo es una uva, un pino, un colectivo humano o más concretamente una persona.

Lo ideal sería pararnos y observar, tratando de ver al individuo por separado para llegar a ser capaces de distinguir que cada persona piensa y actúa por sí misma, como distintas eran entre sí todas las naranjas que pasaron esos años entre mis dedos.

domingo, 7 de junio de 2009

Iría...

Hace poco coincidí con unas amigas de siempre que viven lejos y ya no son de siempre, sino que se han transformado en antiguas amigas, que no viene a ser lo mismo que viejas amigas...

Me comentaron que van pronto a Barcelona a ver a los U2. No sé si me estaban animando a ir con ellas o si sólamente me lo estaban contando. Ahí radica la diferencia entre la antigua confianza y la nueva, porque no supe captar el sentido de ese trozo de conversación. Y yo tengo un problema -quizás no sea un problema, aunque a mí me lo parezca-, y es que no doy nada por supuesto (sobre todo si es bueno). Quizás los árboles me impidan ver el bosque, o quizás es que esos árboles han crecido ya demasiado y el bosque sea imposible de ver. Entonces me vuelvo como tonta, no sé, y prefiero quedarme sin preguntar por temor a llevarme un chasco que pensar que me están diciendo subliminalmente que me vaya con ellas, que les apetece compartir esa experiencia conmigo. En esas ocasiones necesito palabras claras, precisas, no pistas ni señales que me veo incapaz de intuir, quizás por desengaños sufridos, quizás por poca confianza -primeramente en mí, después en las intenciones de la otra gente conmigo-.

Este pensamiento sobre esa hipotética "invitación" a ese concierto me estuvo haciendo pensar en la música. Nunca pude vivir sin ella, y recuerdo mis primeras incursiones en el inglés leyendo y traduciéndome las letras del Born in the USA de Springsteen, allá por 1984-85. Y cómo un año después gasté mis 1400 pesetas ahorradas de la época en comprarme un cassette de Pretenders -que llevaba letras de canciones también-, sin ser un grupo que me entusiasmara, sólamente por poder leer lo que esa voz tan chula cantaba en esa lengua que empezaba a gustarme tanto tanto.

Más tarde pensé que mis mitos de juventud habían ido pasando por ciudades más o menos cercanas a mi aldea, y que siempre lo fui posponiendo esperando visitas futuras. Y muchos de esos grupos se disolvieron, perdiendo (¿para siempre?) la oportunidad de disfrutarlos y hacerme sentir esa emoción que siente mucha gente junta haciendo algo que les gusta muchísimo.

No mataría por ir a ver a U2 en Barcelona, y mira que me gustan (más en sus primeros discos, todo hay que decirlo). Pero em pixaria de gust (mejor no traduzco esta expresión tan valenciana :P), si pudiera ver tres conciertos. Uno sería un sueño, una espinita quitada, una ilusión tremenda, aunque tuviera que irme lejos dejando empantanada mi vida y empantanándosela a los que me rodean -colocando al niño, pidiendo sábado libre en el trabajo-. Sería ver (ya de una vez) a El Último de la Fila. Muchos se han reunido después de mucho tiempo ¿no? ("el nuestro no es un amor perfecto, pero tampoco los ángeles tienen hélices..."):



El otro, más factible, será escuchar (alguna vez, donde sea, cueste lo que cueste), a Silvio Rodríguez ("yo que no soy bueno me puse a llorar..."):



Ya aterrizo, ya aterrizo :$... Y digo yo, ¿estaría mal ir a ver algún día a Amaral? ("la tierra gira... cuando nos vayamos seguirá girando"):

miércoles, 3 de junio de 2009

Árboles




Esta mañana al despertar, mi progenie y yo estuvimos hablando de árboles. Siempre reservamos un cuarto de hora antes de saltar al nuevo día hablando en mi cama, a la que él acude nada más abrir los ojos (es más madrugador que yo, ejem). Le explicaba eso tan típico de que la edad de un árbol se cuenta por el número de aros que tiene el tronco. No sé si es así o no exactamente (ya sabemos que no es exacto lo de que cada año humano son siete perrunos...), pero es algo muy gráfico para un niño pequeño.

Esta conversación me llevó a pensar en un bosque que se me grabó en la mente hace unos años. Seguro que los cinéfilos recordáis esa famosa escena de Vértigo (de entre los muertos) de Hitchcock que transcurre en un bosque de secuoyas (Big Basin). Allí viven árboles de más de dos mil años (The Father of the Forest), y algunos de 110 metros de altura (The Mother of the forest). Son árboles inmensos, majestuosos, sabios, discretos...

Luego estuve buscando y leí que en otro parque de los Estados Unidos vive el General Sherman, con 3500 años de antigüedad. ¿No es increíble?

Algún día quizás me enamore de nuevo de una ciudad, como me pasó con Edimburgo y en menor medida con Santiago de Compostela, pero a día de hoy mis viajes buscan, -aparte de risas, conversaciones y buenos momentos con amigos-, naturaleza; aunque se quedó pendiente en las dos ocasiones en que visité Galicia ir a un bosque de carvallos :(.

Y recordé que había leído algo sobre el poder terapéutico de los árboles, los reyes del bosque. En el Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois estudian todo esto, dejando aparte algo tan evidente como los enormes beneficios que proporcionan los árboles para el ecosistema.

Aquí se miran otro tipo de beneficios, más digamos espirituales:

"La conexión con la naturaleza es vital para nuestra salud física y psicológica. (...) Ayuda a que nuestros cerebros se "recarguen", lo que nos permite estar más concentrados y enfrentarnos más fácilmente a situaciones estresantes. (...) No se trata necesariamente de hacer ejercicio. La simple observación de lo verde es suficiente para hacer un reset a nuestra ocupada mente", dice Frances Ming Kuo, directora del laboratorio.

También leo aquí:

"En otras culturas no han sido sólo considerados seres aislados sino que formaban parte directa de sus mitos y ritos, de sus cultos y prácticas mágicas, de su vida cotidiana y sus usos medicinales. Sabían qué árboles curaban y qué árboles mataban, cuáles les protegían de los rayos y cuáles los atraían, aquellos que eran buenos para alejar a los insectos y cuáles atraían enfermedades. En definitiva, sabían que cada árbol alberga un espíritu que le confiere una fuerza determinada, un "alma" que le da un poder genuino y exclusivo, según a la clase que pertenezca"
.

Los principios del Reiki dicen que la naturaleza libera grandes cantidades de o energía vital y, por lo tanto, árboles de distintas especies pueden beneficiar a las personas en el encuentro con la energía universal, en este caso canalizada a través del árbol.

Es lo de siempre, tomarse estas cosas con seriedad, a pitorreo, respetarlas, no hacerlo... pero ¿quién es capaz de negar que no se siente mejor después de pasear entre ellos y pisar hojas secas? ;)