lunes, 30 de noviembre de 2009

Sinfonía para un buen hombre


Mi amigo siempre dice que partimos de direcciones contrarias; él piensa que las personas somos malas por naturaleza y la vida nos va endulzando. En cambio, yo creo que todos nacemos buenas personas y las cosas que nos rodean nos van endureciendo.

Gracias a las recomendaciones de Ana (Punto y al arte) y Cris, el pasado sábado vi La vida de los otros. Para leer una buena crítica de esta película os recomiendo pinchar el primero de los enlaces. Para disfrutar un rato de una historia profunda y suave, os recomiendo verla.

El actor principal, Ulrich Mühe, tiene una de esas miradas que hablan por sí solas, y disculpad la expresión tan socorrida, pero en este caso es así literalmente.

Entre una historia muy lograda y unas interpretaciones excelentes, Berlín se nos muestra en tonos verdes grisáceos -o grises enverdados, no sabría definirlo con exactitud-, una ciudad de skai y realite, triste al fin y al cabo. Los únicos momentos que nos devuelven a a la realidad de una vida corriente son unos niños jugando en la calle, el resto es siempre oscuro y decadente. La música nos acompaña acompasada, tranquilizadora, como diciéndonos: "eh, que esto ya está acabando..."

La mirada azul de Mühe hace atisbos de sonrisa en algunos momentos puntuales, para terminar sonriendo -que no riendo- de verdad en la última escena del film.

Sobra decir que si he escrito estas líneas es porque os la recomiendo ¿no? ;)

sábado, 28 de noviembre de 2009

Caballos


A Dianium, Daniyya o Diània se llega por el mar de los piratas y su castillo árabe, o bien por la zona campestre, mediterránea, colmada de naranjos.

Cuando entro, dando un rodeo para evitarme coches y entaponamientos, me encuentro una parcelita en la que hay varios caballos. Son de color crema, con la crin anaranjada. Delante mismo hay un Stop que la mayoría de veces es un ceda el paso porque poca gente va por ese atajo a esas horas. Pero yo siempre paro, y al girar y pasar por esa valla, no puedo evitar girar la cabeza, fascinada (el día menos pensado me estampo :$).

En verano, cuando el sol no pica demasiado, me llevo al niño a otra cuadrita pequeña que hay al otro lado de la carretera. Hay un manzano y un pequeño caballo blanco. A veces está, a veces no, eso es una lotería, pero es gracioso ver que nos responde como un perrillo cuando le hacemos fiestas.

Siempre me han llamado la atención esos animales. Me dan miedo, lo reconozco; en los Moros y Cristianos de mi pueblo me daban terror, y aún hoy no os creáis, esos ojos me desconciertan, esas patas, esa altura...; pero tienen algo que me resulta atrayente . Parece que no es algo que me suceda a mí solamente:

Al empezar Spirit, película que siempre recomendaré ver se tenga la edad que se tenga, la voz de Matt Damon nos dice...

"It's commonly said that America was built from a riding chair"
(se dice que América surgió de una silla de montar)

Jung consideraba al caballo como la expresión del lado mágico que hay en el hombre, y sugirió que los caballos representan uno de los arquetipos mitológicos más profundos de la humanidad:

"Desde la antigüedad el hombre ha sentido atracción por esta criatura enigmática de belleza magnética e increíble poder. Considerado por celtas, griegos, indoeuropeos, íberos, bereberes y asiáticos como compañero de los Dioses y mensajero entre nosotros y lo divino, el caballo personaliza la metáfora de sanar..."

En la mitología griega los centauros, mitad hombre y mitad caballo, eran un claro ejemplo de la parte instintiva del ser humano, representando la parte animal la tiranía incontrolada de los instintos. Por el contrario, el caballo blanco posee toda una simbología positiva y solar, y se convierte en cabalgadura de los dioses, constituyendo la representación del vigor, la virilidad y la juventud. También representa la alegría y la victoria (por eso aparece en los sepulcros de los mártires).

La mitología chamánica nos regala también estas líneas:

"El caballo galopa sobre la llanura desnuda. El labio de fuego del sol besa su pelambre. Plumas del viento acarician sus crines. El enérgico cuadrúpedo se detiene. Y bufa, cocea, libre, salvaje. Dentro de su anatomía caliente pululan sus símbolos. El caballo como manifestación del movimiento cíclico de la vida..."

Rafael Alberti le dedicó A galopar, Paco Ibáñez la musicó. Pero una tiene sus debilidades musicales, y aquí os dejo con estas dos maravillas:



Ainsss...

viernes, 27 de noviembre de 2009

Barbecho


Hace un ratín me vi en esa situación tan habitual -a la par que desquiciante- en la que tienes la taza de leche con Nesquik demasiado caliente y tienes que salir en pocos minutos pitando al cole y al curro. Hice el truqui ese tan socorrido de cambiar el líquido de taza varias veces hasta que pudo ser bebible sin machacarme la lengua y la garganta en el intento.

Y claro, como no podía ser menos, asocié que si tanto tocamiento lechil lograba enfriarla, de igual forma pasaba a veces con las personas. ¿Cómo? pues recordando la gracia que me hizo leer en su día que, después de la frase tan bonita que alguien había puesto de "el roce hace el cariño", otra persona quizás más quemada que la pipa de un indio, replicó: "... o una buena rozadura".

Ayer justamente pensaba en el sistema de barbecho en la agricultura, en el que no es que se abandone la tierra, sino que simplemente se deja estar un tiempo para que recupere humedad y nutrientes naturales. Cuando era más jovenzuela y tenía más acné en la cara que ahora, recuerdo que  me la limpiaba de continuo con jabones agresivos, a veces tres veces al día, en un intento de purificar la piel. El efecto que conseguía -eso lo supe después-, era el de rebote total, y a más agresividad y tocamientos, más empeoraba el asunto. También leí en su día que Cindy Crawford pasaba en ocasiones todo el fin de semana entero con el pelo pringado de aceite de oliva en una coleta, dejándolo sin lavar dos-tres días, para darle tiempo a segregar sus lípidos naturales, tan protectores ellos.

En el caso de las personas, soy firme partidaria del riego, aunque sea con cuentagotas. Ahora uno coge el móvil y en dos minutos da un toque en forma de sms, o entra al facebook y utiliza el sistema así llamado "dar un toque" (que por cierto, no sé realmente en qué consiste), o manda un mail, o...

El efecto del tiempo en que la tierra deja de ser tocada, descansa tranquilamente y es ella en su mismidad, parece ser que a la larga es totalmente beneficioso. Como todo en la naturaleza tiene una relación, a veces para pensar de otra manera deberíamos sentarnos y observarla. Lo de que sea sabia no es un simple dicho.

Me parece que casi todos podemos pensar en un ejemplo que nos haya pasado con alguien al que después de un tiempo sin tratar hemos mirado con otros ojos -y al contrario también, él a nosotros-. Dejar que los pensamientos se nutran de recuerdos, se reinstalen, se filtren...; observar si ha dejado poso en nosotros, si ese poso nos vale la pena, si lo dejamos como parte de un pasado y una etapa, o nos apetece volver a intentarlo.

martes, 24 de noviembre de 2009

Siete


Una tarde de este pasado verano, un recuadro pequeñito en El Jueves llamó poderosamente mi atención. La revista se iba de vuelta a Valencia, y no venía al caso recortar ese trocín. Cogí una libreta tamaño cuartilla de tapas duras y violetas que compré en el chino (hacía mil años que no compraba una libreta para mí), y apunté el artículo por entero:

"Según una encuesta realizada por el sociólogo Gerald Mollenhorst, perdemos a la mitad de los miembros de nuestra red social cada siete años. Pasado este tiempo, solo conservamos a un 30% de nuestros amigos, o bien de aquellos que nos echan una mano si los necesitamos. Del estudio también se deduce que hacemos amigos no según nuestros gustos, sino según las circunstancias, los lugares que frecuentamos y nuestra vida laboral".

Aquí explican cómo se llevó a cabo esa encuesta.

Hasta entonces, yo relacionaba el número 7 con ciclos vitales y potenciales crisis de pareja, además de la asociación que nos hicieron  los Pixies  (si el hombre es el 5 y el diablo el 6, entonces Dios es el 7...), y  que el Catolicismo -por poner el ejemplo que quizás más conozcamos- le proporcionara una enorme simbología (séptimo día, siete sacramentos, siete pecados capitales, siete arcángeles, siete sellos abiertos en el Apocalipsis antes de que se desate la ira de Dios...)

Bien, aunque no se trata de recordar fechas y maldecirlas o bendecirlas (antes de, después de...), tampoco uno puede evitar que algunos actos anuales nos hagan más conscientes de esos cambios que han ido sucediendo. Uno de esos actos, para mí, es el tema de las postales de Navidad. Desempolvé esa costumbre hará tres diciembres, coincidiendo con el cambio de vida que experimenté. No sé si fue como parte de esas promesas que nos autohacemos cuando decidimos empezar de nuevo, pero quise tener ilusión de ir a comprar postales alemanas, con sus tonos tierra y sus brillos plateados y dorados, y dedicar un ratín, sentada en la mesa, a personalizar palabras, tratando de lograr una letra legible (ejem) dentro de las posibilidades -una es demasiado rápida a veces escribiendo, y así sale-. De la misma manera, elegí la postal según me resultara más adecuada dependiendo de a quién fuera dirigida.

Pronto se acerca la fecha, no es cosa de esperar hasta avanzado el mes de diciembre. Y lo que son las cosas, justamente hoy, pensando en eso, llegué a casa al mediodía y enchufé la tele. No recordaba que estaba sintonizada en el canal  FDF, y le dí al botoncito, yéndome a la cocina a mis cosas.

Entonces sonó la canción que tanto me gustó escuchar durante tantos años. Me gustó de siempre su melodía, me gustaron prácticamente todas sus versiones (aunque me decanto por la de Raimundo Amador). La escribió Emilio Aragón. Y dice así:
"¿Quién podía imaginar
que volvería de este viaje?
Será porque echaba de menos
tanto tiempo sin hablarte..."


A veces, las coincidencias llegan a asustarme...

sábado, 21 de noviembre de 2009

Sudar recuerdos

(Dibujo de Ágreda)

"El otro día, saludando a un amigo, por momentos me sentía Isabel Tenaille... ¿recuerdas ese programa? Buff, me encantaba, qué nervios cogíamos, cómo se le salía el corazón por la boca a Miguel de la Quadra-Salcedo, con aquel cronómetro allí abajo a la derecha (yo lo recordaba a la izquierda, ejem), el tiempo agotándose vertiginosamente, y él tirándose casi al vacío antes de que el helicóptero terminara de aterrizar..."

"Yo hacía ese juego para los de clase; y escondía un tesorito en el Paseo, donde los columpios, y les daba papeles con pistas a todos, con textos encriptados por y para mentalidades de diez u once años. No recuerdo, quizás fuera una cajita de cerillas costumizada con algún monigote pintado encima, algún Snoopy -me salía bien-, o algo inventado... y dentro, puede que dentro metiera un chicle Niña, de esos que llevaban un cromo para el álbum de vestiditos, o un juguetito de esos de peseta"

"Y aquel club, con aquellos carnets a los que dibujaba las caras de las amiguitas. Y en el patio de casa de mis padres con el martillo dale que te pego a los cantos de las latas de refresco, agujereándolas para hacer bolsitos personalizados, como regalo de bienvenida, ni que fuera un Rotary".

"Quería tener el juego de "Los Sabios", quería ser como esos niños que iban a concursar allí. Pero los de los pueblos nunca salían en la tele entonces, todos eran de Madrid o Barcelona mismo; no sé si la tele no financiaba los desplazamientos, o si es tal vez que yo recuerdo eso, que todos eran o de un sitio o del otro. Bah, qué más dará, la cosa es que no fuí, y me quedé sin el juego, que no sé bien si era para los que ganaban, o el premio de consolación; ¿quién dijo que el dos fuera peor que el uno, o el uno mejor que el dos?"

"Sí, "Si lo sé no vengo" era una pasada. Adrenalina en estado puro, pero ahí ya mirábamos cómo concursaban los demás, los "mayores". Y ¿qué me dices de "El tiempo es oro"?, eso ya eran palabras mayores. Cuánto sabía esa gente, qué lejos estaban..."
  
"Y digo yo... tú cuando sudas, debes sudar recuerdos ¿no?"

lunes, 16 de noviembre de 2009

El puzzle más grande del mundo


A veces uno está estudiando, o haciendo como que estudia, y ve ante él una montaña infranqueable que lleva años ya intentando alcanzar y no hay forma, no hay forma, no hay forma...

Pero todo en esta vida creo yo que puede enfocarse de otra manera, y podemos darle un giro de calcetín a lo más dificultoso a lo que nos enfrentamos cada día para que nos resulte, al menos, más suave de llevar. Tratar de verle el atractivo a aquello que ves/haces a diario y que simplemente es, cuando en realidad te gustaría que fuera mejor - o, al menos aceptable- y ver que no, que no... pues llega a consumir, a desmotivar.

Por suerte para mí, ahora empiezo a no tirar la toalla. Sé cuáles son mis limitaciones y que nunca conseguiré hacerlo bien, lo que se dice bien; sé que en todo caso me quedaré en la mediocridad, ni chicha ni limoná, que dicen por los sures, pero cada vez lo tengo más asumido y me afecta menos. Creo que una de las motivaciones que he tenido para pensar así es, por ejemplo, encontrar de repente, mientras ojeas un libro de estudio, una historia que no sabes por qué  pero te atrapa y fascina.

Como no sé cómo funciona el mundo del periodismo por dentro, aunque mi amiga Elena siempre dice que soy periodista frustrada -por lo de largar, más que por lo de contar, pienso yo, je-, no sé cómo enfocar el asunto de contar algo que ya está contado. Lo intentaré, al menos, tratando de que quede lo menos parecido a un cuento posible, que es lo que me temo, conociéndome:

Como sabéis todos, y más por las fechas en las que estamos, el otoño de 1989, cayendo el muro de Berlín, cayó a su vez un estado entero, lo que antes llamábamos República Democrática Alemana, la parte oscura de ese país tan grande e interesante; el negativo -podría decirse así- , de ese otro positivo que era la República Federal.

Obviamente, aquello fue un caos absoluto, y nos podemos imaginar cómo sería vivir esos meses en que se mezclaban dos mundos unidos físicamente y separados psíquicamente. Me parece a mí que solamente compartían lengua (y bien cabrona que es), y, y, y... pues cierto pasado y una lejana cultura -esplendorosa cultura, podría decirse-, de grandes pensadores, músicos, escritores...

Así estando las cosas, sucedió lo siguiente:

La Stasi ( Staatssicherheit, policía secreta de la RDA), intentó deshacerse lo antes posible de los informes secretos sobre multitud de sus habitantes; primero con trituradoras, y cuando éstas ya no daban más de sí con los papeles originales, lo hicieron a mano. Las multitudinarias manifestaciones ciudadanas pararon el proceso de destrucción masiva de los datos acumulados a lo largo de 40 años.

Años más tarde, se desclasificaron dichos documentos, y toda persona presumiblemente afectada, observada y fichada por la Stasi, pasaba a tener todo el derecho a consultar sus papeles si así era su deseo.

Hasta octubre de 2000, 1.700.000 personas habían solicitado ver sus fichas, que, claro, estaban esparcidas en 600.000.000 de pequeños trozos, ilegibles. Se calcula que en total habrían 45.000.000 de documentos hechos trizas.

Hasta 2007, fecha de la que se tienen las últimas noticias, solamente 320 sacos pudieron volver en sí.

Pero siempre hay alguien que piensa más que los demás, y un empleado del Instituto Fraunhofer, junto con una empresa filial de la Lufthansa, ingeniaron un sistema de escaneo y reconstrucción. El programa informático se fija en el color del papel, la letra, los sellos, y sobre todo, en el canto de papel donde quedan las marcas del corte -como un puzzle, talmente. Se estima que los diez ordenadores que trabajan a destajo en esta causa, tardarán al menos cinco años en concluir todo el proceso.

¿Creéis vosotros que, una vez conseguido esto, no es posible conseguir cualquier cosa, siempre que dependa de nosotros mismos?

domingo, 15 de noviembre de 2009

Cicatrices

(The Reader)

Acabé a las once y media ya pasadas de verla. No sé si lloré por ella o por otras cosas, pero estoy casi segura de que ella me ayudó a poder llorar por otras cosas.

El drama alemán sigue estando demasiado latente: "no hables nunca con un alemán sobre eso", "trata de no sacar el tema", "es demasiado delicado", "duele en demasía"...

De la película me quedo con una frase, dicha por el profesor. Cómo escucha el profesor, qué difícil poder poner esa cara al escuchar...

"Lo que sentimos no es importante, no tiene ninguna importancia, porque la única cuestión es lo que hacemos. Si las personas como usted no aprenden de lo que nos pasó a las personas como yo, ¿qué puñetero sentido tiene nada?"

De lo otro, de lo que pienso que me hizo llorar, me quedo con un diálogo. Solamente tiene una dirección, casi sería mejor llamarle monólogo:

"Eso se acabó, ¿verdad?"
" ... "

Él la mira, pensando quizás en los sentimientos de hace más de veinte años, pensando que ella fue la mujer, que no habrá otra que pueda ocupar su lugar en la vida, ni aunque viviera dos, tres vidas. Pero que, aún queriendo, no es, ya no lo es.

Y entonces pienso que a veces es tarde, que demasiadas veces es tarde; que qué difícil es el vivir mientras, así como lo sacan en los metrajes de dos horas aproximadamente, en que de un plano a otro ya han transcurrido cinco, diez, quince años, como si nada.

Pero sí he llegado a una conclusión sobre las personas viendo esta película: a veces, en algunas circunstancias, lo mejor es poner tierra de por medio. Solo así puede uno llegar a valorar algo que en ocasiones piensa que tal vez le sobra o le es prescindible... o tal vez sea uno mismo el que sobre o sea prescindible a otros.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Fe


Y claro, después de una paranoia surgida entre risas de jueves noche -ay, los jueves, otro día digno merecedor de una entrada...- , viene ahora el por qué de esa inspiración tan escatológica, como la ha definido mi profe universitario prefe a primera hora de la mañana cuando le he consultado: "¿qué hago?, ¿la quito?", con cara de no haber roto nunca un plato (y eso que no me veía, jeje). La cosa es que sólamente recuerdo haber roto dos a lo sumo en mi vida, y son ya años fregando a mano, conste.

Vino todo por la búsqueda de ranas, y por evocarme ella esos paisajes que tantas y tantas veces he rememorado aquí y allá: los que nos muestran los Estados Unidos de tirantes, pantalones de tergal dos dedos por encima del tobillo y vallas de veranos secos como el que me da los buenos días cada vez que enchufo el ordenador. La época de la Coca-Cola bebida a morro allí y nuestro horterismo, ridiculismo y atraso aquí por causas ajenas a la voluntad de muchos. Vivir para ver, pero así fue, y así se tiene que contar.

Y el color amarillo, ese color amarillo que tengo tan visualizado en mi cabeza y me veo incapaz de describir, ya que tiende a amarronarse, a volverse cálido, a dar la impresión de que al tocarlo se vuelve acogedor, como cuando pasas del destemple al agua caliente en la ducha, o cuando te sientas en una silla de la que alguien acaba de levantarse.

Hay varias de esas películas, y no soy tan cinéfila -aunque últimamente me estoy aficionando gracias a haber conocido a personas que sí lo son-, pero me vienen a la cabeza "El río de la vida", por ejemplo, y una de mis preferidas: "El inolvidable Simon Birch".

El personaje, como principales valores, tiene, aparte de una gran autoestima y superior sentido del humor, una enorme fe, un convencimiento no sé si alcanzado mediante intuición, sexto sentido o religiosidad, de que está en la Tierra para algo.

¿Cuántas veces habéis pensado en ello? ¿Quién, en días de esos bajos, no piensa en por qué está aquí? ¿Quién, teniendo cualidad humana de raciocinio, de sentimiento, de conciencia del ser, no se ha parado a pensar a qué venía todo esto?

Simon lo tenía claro, y pienso que pocos serán capaces de no emocionarse viendo esa película, francamente. No sé si es en el fondo una cualidad envidiable esa, la de la fe. En todo caso, hace a la gente más feliz, ¿no?

No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo
(Leon Tolstoi)

Quien pierde su fe no puede perder más
(Publio Siro)

jueves, 12 de noviembre de 2009

"Suicidios" naturales


Cuando estuve en un piso de estudiantes, recuerdo que una de mis compis me sorprendió -no digo ni grata ni negativamente, simplemente me sorprendió-, con su peculiar manera de hacer de vientre. La tía se colocaba acuclillada encima del WC, así, desafiando al destino, a la gravedad, a todo, ya que, vete tú a saber si en ese momento te baja un poco la tensión, te mareas y allá que vas tú por el suelo, de morros contra las baldosas. Y todo por querer acelerar un proceso que debería bajar suave, natural y finamente sin tanta puesta en escena (y nunca mejor dicho).

Luego, como fiel seguidora a la hora de comer de la etapa de La Botica de la Abuela presentada por Txumari Alfaro -uno que había vivido en todas partes y a mí como que no me cuadraba su edad con tanto mundo; digo yo que uno de sus trucos sería el del elixir de la eterna juventud, porque si no... pues no me cuadraba, insisto-, lo ví enseñarnos otro truco para el alivio del estreñimiento, consistente en levantar ambos brazos al alto el máximo posible durante el momento C.

Até el consejo de mi compañera Laura con los brazos al alto que aconsejó Txumari, y vi un ejercicio más propio de una Pinito del Oro que de alguién con dificultad cagueril, francamente.

Luego, en la historia, se han cometido todo tipo de atrocidades, como aquella barbaridad que le hicieron a una chiquilla de nueve años tratándole de sacar al diablo por la vagina, vaciándola por dentro a palo seco, y lo que es peor, con la madre asintiendo :( (La gente está zumbada, que diría Espejo ;))

Bueno, todo esto viene por una conversación surgida esta tarde con un amigo. Quedé en que, cuando llegara a casa y pudiera investigar, le daría todos los datos referidos a un remedio risible y a saber si eficaz- que eso nunca se sabe hasta que no se prueba-, para quitar el alcoholismo en las personas. Como justamente este verano conseguí el libro de La Botica al precio de un euro en un rastro (no todo son cosas raras, también hay recetas :$), ahí rescaté esta joyita del anonimato.

Se trata del remedio de Fray Anselmo, que parece datar de 1680:

"Introducir cuatro ranas vivas en un recipiente junto a la bebida preferida de la persona a tratar: vino, cerveza, ginebra, etc. Dejar macerar durante 24 horas. Pasado este tiempo, introducir de nuevo la bebida en su botella, retirando las ranas (aquí me meto yo para decir que supongo que las ranas se retiran ya en modo cadáver).
Según este antiquísimo remedio, que ya nadie utiliza (sic), la persona que beba el brebaje macerado no notará ningún sabor especial; sin embargo, terminará aborreciendo la bebida en el término de un mes, aproximadamente"

Bueno, lo prometido es deuda, y aquí queda por escrito que de todo hay en la viña del Señor, que suele decirse.

martes, 10 de noviembre de 2009

Dos


Dos que, pese a conocerse, no se conocen tanto. Dos que, pese a tener poco motivo y nula lógica para estar en el mismo lugar, coinciden allí. Dos que entran a cenar al primer sitio que ven, después de cervecear un rato entre risas y música de fondo. Dos que se intercambian cucharadas de postre, o postres enteros. Dos que deciden tomar la última en el primer sitio ruidoso que pillan. Dos que cierran el garito, pero el destino o llamémosle X,  juega con la luz exterior -a su favor- y sigue siendo de noche, porque así es mejor. Dos que deciden dar un rodeo riendo sin parar, y parándose a terminar de contar aquello que se están contando. Dos que se encienden un cigarro, aunque uno ya apenas fume -o no fume ya para nada-. Dos que se paran unos instantes y advierten el frío que hace, exhalando vapor por sus bocas y llevándose las manos a los bolsillos. Parados y hablándose, en mitad de la noche.

Hay miradas que lo dicen todo. Hay miradas que hacen que un pato feo se sienta menos feo, y uno no se imagina su rostro como el que ve a diario en el espejo del baño cuando se levanta de la cama, o cuando tiene días malos... si es mirado así. En ese instante, uno ve lo mejor de su rostro. Su cuerpo e imperfecciones poco cuentan, y sus ojos son vistos como únicos, pese a ser del color de la mayoría de ojos que conoce, o sea nada del otro mundo. Y uno sonríe ante el otro, que lo mira, y es consciente de que en ese momento su sonrisa es cautivadora, seductora, atractiva.

Dos que no deberían estar allí, insisto. Con sus parejas respectivas -si es que las tienen- con sus empleos tan dispares y lejanos. Con sus edades tan distintas.

Dos, que, diez años antes, nunca hubieran imaginado conocerse y estar allí en ese momento. Dos que no quieren admitir -ni siquiera para sí- que se gustan de cierta manera, que se quieren de cierta forma. Que cualquier excusa es buena para verse, que cualquier excusa sirve para descararse ante sus más allegados, para así sentirse bien, pese a ni ellos mismos saber qué les está pasando.

Dos, que llegado el momento de despedirse, no saben cómo hacerlo, y tienen presente que ese momento está ahí, existe, pero sólo durará un ratín. Y uno no sabe qué hacer, el otro no sabe si arriesgarse. Mientras, el frío aumenta, el tiempo pasa; no saben cuándo será la próxima, ni si estarán solos como ahora.

Dos que quieren probar al otro, rozando aunque sea los labios, y no osan hacerlo para no fastidiarlo, quizás temiendo el rechazo, y quizás ambos esperándolo.

Quién sabe...

lunes, 9 de noviembre de 2009

Intuición


Hablando hace ya muchas tardes con  ^*  ç&%$@ de números hechos y vistos como colores y extrañas conexiones cerebrales que causaban facultades fabulosas, como saborear formas u olfatear sonidos, salió -otra vez- el tema de la intuición.

Me reconozco firme defensora -si es que es algo "defendible"- de ese  "don" (y lo llamo "don" porque lo presupongo positivo y hay personas que lo tienen más desarrollado que otras)

Dos de los filósofos "de cabecera" - y puede que de los que más se nos quedaron sus enseñanzas después de los años de Instituto-  nos lo explicaron de forma clara. Uno fue  Kant:

"En su sentido ordinario o vulgar, esta palabra se refiere a un conocimiento oscuro, generalmente referido a los acontecimientos futuros; sin embargo en filosofía utilizamos esta noción para referirnos a una relación cognoscitiva privilegiada: frente al conocimiento de una cosa que no tiene a su base una experiencia inmediata de ella (por ejemplo el conocimiento puramente conceptual), la intuición es el modo de conocimiento en el cual el objeto conocido se encuentra presente, "en persona", ante el sujeto que lo conoce". 
(Kant admite la intuición empírica o sensible (sensación) pero no la intuición intelectual)

El otro,  Descartes:

"... los dos actos de nuestra inteligencia o razón gracias a los cuales podemos llegar al conocimiento cierto son dos, la intuición y la deducción. La intuición no es el testimonio de los sentidos ni el juicio engañoso de la imaginación sino la concepción que nace o tiene su origen en las “solas luces de la razón”. Es más segura que la deducción y no deja lugar a dudas de aquello que comprendemos"

Yo sigo empeñada en conceder valor a ese sentido, que no puede ser medido, ni pesado, y en muchas ocasiones contrastado (sobre todo si no hay colaboración y se nos "oculta" información), pero es obvio que ahí está, sin embargo. Por ello, no dejo de alegrarme por lo que nos hace llegar Punset a través de entrevistas (aquí), y también en su blog:

"... ahora la ciencia nos ha descubierto que cuando no se dispone de toda la información necesaria para resolver un problema es bueno fiarse de la intuición como una fuente de conocimiento tan válida como la razón (...) Este es un mundo muy distinto del que yo había descubierto de pequeño: entonces la intuición no se podía tomar en serio, sólo era válida la razón, y nadie sabía lo que nos pasaba por dentro." 

Bien, en aquella conversación salió el ejemplo tan claro que tenemos en los animales  (esas historias que  hemos oído sobre algunos de ellos capaces de predecir terremotos, etc), y  por primera vez apareció la palabra instinto. Parece ser que el proceso mediante el cual algunos animales son capaces de anticiparse a hechos viene dado por su propia biología:


" ... se define como una pauta hereditaria de comportamiento (...). Concepciones sostenidas tanto desde la Biología como desde las ciencias sociales (Antropología, Psicología, Sociología), han procurado demostrar que el ser humano carece de estas pautas complejas, aunque sí trae consigo otros tipos de mecanismos más simples como el reflejo. El psiquismo humano surgiría entonces como una forma adaptativa que procura suplir las falencias biológicas incorporando un determinismo que no tiene relación directa con lo biológico, sino que es psíquico, aunque se apoya en aquél".

Bien, algo queda claro, me parece a mí. No se trataría pues de dar crédito o creernos todas las películas que nos montamos en la cabeza, ni de dejar que la imaginación hable por sí misma sin base alguna, pero ¿qué sucede cuando algo simplemente "se sabe", o "se nota"? O, lo que es "peor", ¿y cuando finalmente aquello que "sospechábamos" o "imaginábamos" resulta ser cierto?

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Señales


 Cuando conduzco por carreteras escondidas es normal encontrarme con reclamos con globos de colores amarrados a un margen, indicando un cumpleaños en alguna casa esparcida por el término. Da igual que sea en mi pueblo que en los andurriales de las ciudades. Allí están esos globos, señalando cercanos griteríos de niños, velas sopladas y trozos de papel de regalo roto esparcidos por el suelo.

A veces, me encuentro ramos de flores en curvas malditas, o cruces plateadas, o señales de mordisco donde alguien tuvo un accidente.

Cuando entro en la capital, leo mensajes de amor escritos con letras enormes en las inmediaciones de las vías del tren, con grandes corazones y flechas cruzándolos.

Antes, cuando era menos ingenua, me gustaba esparcir señales, guiños, por donde fuera que escribiera, por donde fuera que pasara. No me paraba a comprobar que la persona o personas destinatarias se dieran por enteradas. Lo dejaba al azar, confiando en que si alguien lo leía, se pudiera sonreír con aquel detalle insignificante. Si no reía, si no se daba cuenta, era porque realmente entre nosotros no había nada. Porque cuando hay algo, no es necesario más;  se ve, se intuye, se lee entre líneas. Se sabe.

No la llegué a conocer nunca en persona; de hecho, desconozco cuál era su nombre. Sí la intuía amable, risueña. El trozo de mundo donde nos cruzamos la hacía distraerse de sus problemas, que no eran pocos.

Hay ausencias que se notan. Y así, después de intercambiar algunos correos cortos y llenos de buenos augurios, ella desapareció.

No fuí la única que se dio cuenta, a decir verdad nunca podré saber cuántos fuimos los que nos dimos cuenta. Yo, por si acaso, poniéndome en su lugar y pensando en qué me haría ilusión a mí, le dejé miguitas para cuando regresara.

Fueron pasando los meses y ella no regresaba. Tampoco me respondió las últimas veces, claro.

Ayer "la vi" de nuevo paseando entre el resto de gente. El corazón me dio un vuelco, y ya pensé que al final las cosas siempre salen bien cuando uno es joven y tiene ganas.

No me respondió, pero no me importó en absoluto. Un regreso después de un tiempo tan prolongado tiene que tomarse su tiempo, y habituarse de nuevo poco a poco, reacostumbrarse a la rutina.

Hoy recibí una carta: no era ella quien paseaba, era su hija. Mediante una intermediaria, me hizo llegar un mensaje.

Ella nunca pudo leer aquellos mensajes, ni tampoco responderlos. Aquello no salió bien.

Me quedo con su pensamiento, que -como bien me comentó un día-, se parecía mucho al mío:

"Cada día cuenta; si hoy no es bueno, mañana puede ser el mejor"

martes, 3 de noviembre de 2009

Ironman


 
"....El hijo le preguntó a su padre, 'Papá, participarías en el maratón conmigo?'

El padre respondió, 'si' . Fueron al maratón y lo completaron juntos.

Padre e hijo fueron juntos a otros maratones. El padre siempre decía 'si' a las solicitudes de su hijo de participar juntos en las carreras.

Un día, el hijo le preguntó a su padre, ' Papá, vamos a participar juntos en el 'Ironman'?

El padre le dijo "sí, también."

El triatlón Ironman abarca 2,4 millas (3,86 kilómetros) nadando en los océanos, seguidas por unas 112 millas (180,2 kilómetros) en bicicleta, y terminando con unas 26,2 millas (42,195 kilómetros) de maratón a lo largo de la costa de Big Island:


domingo, 1 de noviembre de 2009

Berlín


En un final de año en que muchos medios de comunicación se hacen y harán cargo de recordarnos la efemérides de ese acto tan bello como simbólico que fue la caída del muro de Berlín, no puedo dejar de recordar cómo Víctor Chiner Belenguer -profe de Historia Contemporánea en COU-, entró un día en clase y nos empezó a contar y explicar algo que tal vez él mismo vivió con excitación por ser consciente de cómo podía influir en nosotros sus alumnos.  Hasta el año anterior, la Historia nos había sido dada sin tocar el mundo moderno -por currículo- , y ese curso teníamos temas que nos tocaban más de cerca. Cambiaba la historia, cambiaban los mapas políticos - que no físicos- , y había sucedido precisamente el otoño anterior. Éramos, podría decirse, contemporáneos de un hecho histórico sin precedentes.

En un año en el que estábamos más pendientes de cómo nos saldría ese fin de semana el asunto del jijiji jajaja y el ligoteo, esa asignatura era nuestra toma de contacto con la actualidad del momento y con el pasado más reciente, que conocíamos de oídas y de alguna película suelta.

La revista Tiempo regaló incluso un trocito de muro del tamaño de una nuez, numerado y certificado. Nos mostró para ello un reportaje gráfico con diversas fotografías donde el equipo se retrataba con una enorme piedra, y cómo la habían trasladado a la redacción en España para hacerla añicos y meter cada uno de ellos en una bolsita (suena cutre, pero así fue). Es una putada enorme la infructuosidad de las veces que he tratado de encontrar esa piedra -que compró uno de mis hermanos-, pero si vivís en casa de pueblo típica, sabréis cómo son esas casas, con sus enormes cambras llenas de trastos y sus húmedos sótanos llenos de cajas donde se almacenan objetos que terminarán volviéndose inservibles por la misma humedad y el abandono. No pierdo la esperanza de encontrármela algún día, con lo tenaz que puedo llegar a ser cuando quiero. Y cuando llegue el día, ya procuraré que no vuelva a traspapelarse, ya.

Bueno, estos tiempos me llevan irremediablemente a Alemania. Me llevan por algunos de los más grandes filósofos a los que releeo ahora, por la lengua que estudio -ahora ya más en serio-, y por el mismo recuerdo del día en que se unió lo que nunca debería haberse separado. ¿Véis? es ley de vida, lo que tiene que ser, es, se necesite el tiempo que se necesite.

Hay una magnífica peli donde sale uno de esos actores con ángel que todo lo que hacen lo hacen bien. (expresión más propia de abuela de que de fan, jeje). Tenemos la enorme suerte de tenerlo entre "los nuestros" por tener doble nacionalidad, y al mismo tiempo, a los que lo admiramos no deja de alegrarnos verlo triunfar en todos los países en los que trabaja. El actor es, cómo no, Daniel Brühl, que nos enterneció en La última primavera, y nos hizo rabiar en Salvador. La película -que os recomiendo ver- es Good bye Lenin!, y es de esas que todos deberíamos ver, por contar una historia tan rocambolesca y al mismo tiempo tan creíble, viendo cómo está el mundo de loco.

Termino mi post con una canción dedicada a esa ciudad que es capaz de inspirar tanto con su mención: Beelin...



"In Berlin by the wall
You were five foot ten inches tall
It was very nice
Candlelight and Dubonnet on ice
We were in a small cafe
You could hear the guitars play
It was very nice
Oh, honey it was paradise"