domingo, 29 de agosto de 2010

El zorro en la nieve


Son esas veces que escuchar una canción significa también sentir una cierta temperatura que contrasta con la que realmente hace, y entonces te abstraes, tanto al tiempo en que la escuchaste por primera vez como al tiempo que ella llega a inspirarte, por su melodía, su letra, la voz que la canta. De Escocia, aparte, salen pocas cosas malas, y no tenía que ser menos una canción atemporal, difícilmente clasificable, sensible y dulce como esta.

El zorro en la nieve, curioso que sea otra vez ese animal, que ni siquiera forma parte de nuestro palacio de memoria, como aquel otro zorro veloz de mis amados El Último de la Fila. Nunca he visto uno, y no sé si se me ocurriría escribir una canción pensando en él. Tiene una vida corta, relativamente corta. No es que dos, tres años pasen rápido, sino que en el conjunto que vivimos son apenas nada. Relatividad, claro.

A menudo escuchar nombrarlos nos trae sin querer reminiscencias peyorativas,  y  por ejemplo en la Furry Fandom, no encontramos demasiados zorros que sean precisamente ejemplos a seguir.

Sin embargo, de tantas y tantas canciones que me encantan y no puedo dejar de escuchar, esta es una de las que mejor me hacen sentir -aunque hable de un zorro-. Y de eso se trata, ¿no?, de compartir :):


jueves, 19 de agosto de 2010

La ciudad olía a sol


La ciudad olía a sol. Dos de nosotros, casi desconocidos hasta hacía unas horas. Pero ya sabéis eso que dicen de que la risa es la distancia más corta entre personas. También puede, por contraste, serlo la emoción, ese nudo en la garganta que llegado un punto tiene que estallar, y de qué mejor manera que compartiendo, aunque sea la anécdota de otro, la frase de otro, la vida de otro, la historia de otro.

No sabía que tenía la cabeza tan gordota, ni que era tan corpulento. A su lado, yo más bien aparecí como un junco, de esos que tanto tengo por aquí cerca y que me cruzo y vuelvo a cruzar dos, tres, a veces cuatro veces cada día.

Como la de Hernández, la casa donde habitó don Antonio “Manchado” tenía naturaleza entre piedras, debe de ser que los grandes necesitan verde, necesitan flores. Debe ser que la inspiración viene más cargada y más rica cuando uno asoma mientras escribe y se encuentra hojas, nidos, moscas. Vida.

Dos temblábamos, otro también, aunque lo aparente menos. Y la cuarta, la que a punto estuvo de venir, estuvo  a través de su voz dos minutos justos antes de empezar ese viaje al pasado, a lo bello, a la melancolía que nos pasó volando. Una de las horas más cortas de mi vida.

La guía, embaucándonos, relatando a su vez, sintiéndolo. Y nosotros, como niños pequeñazos, dejándonos llevar.

Y sentir que esa fue la cama, que ese el comedor, esas las ventanas –cuánto pasa ante nuestros ojos tras cada una de las ventanas que hemos conocido, que hemos vivido-. Uno piensa mucho cuando mira a través de esos cristales. Puede estar esperando, o impaciente, o simplemente con la mirada perdida, o feliz, y se inspira, o desespera, o simplemente no siente nada y está.

Y de las primeras cosas que uno hace cuando regresa de un lugar como ese es rebuscar, donde sea, encontrar esas palabras que otros nos dejaron. Como cuando uno conoce a alguien fascinante, y se pierde durante horas queriendo ponerse al día de esa que ha sido su vida hasta antes de conocerlo.

"Tiene el manzano el olor
de su poma,
el eucalipto el aroma
de sus hojas, de su flor
el naranjo la fragancia;
y es del huerto
la elegancia
el ciprés obscuro y yerto"


"Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles como pompas de jabón
"

jueves, 12 de agosto de 2010

Lo básico

 
Este está siendo el verano de la vuelta a lo básico, como la canción de Manolo García que os he puesto más abajo. Negro, blanco, amarillo vainilla, azul marino…

También el de las nuevas oportunidades. Es una sensación sumamente gratificante la de escarbar bajo los plásticos de desvanes, cocheras o sótanos y rescatar viejos muebles, viejas lámparas. Y limpiarlas meticulosamente; no es necesario un producto especial, lavavajillas normal y agua caliente son más que suficientes. Y una manguera, aclarando con fuerza y llevándose cuesta abajo años de ostracismo. Luego, un antiguo bote de vidrio con un ramo de lavanda. Suficiente. La siesta entre paredes encaladas, mimbre, brisa del mar y muebles de toda la vida sabe muchísimo mejor :).

La decoración me apasiona, y como conté hace un tiempo (aquí), una de las cosas que más me hacen disfrutar cada semana es visitar el rastro. Pueden ser objetos nuevos que uno descubre domingo tras domingo, o pueden ser objetos que ya se tenían, en la casa de los padres, en la de la playa. Y se lleva uno sorpresas. No se sabe a veces lo que hay bajo varias capas de polvo o mugre, bajo modernas fundas de cojín cuadrado, y esa caja, esa cesta encima de una alfombra sobre el suelo nada se parece a lo que se ve después, tratado con mimo en un hogar.

Pues ni más ni menos que como nosotros mismos.



"(...) Aprender el nombre de las cosas. Pan, casa, destino, camino. Arreglar la huerta. Hablar con los perros. Pasear por las orillas del otoño. Prescindir de lo inútil. Disfrutar el tiempo lento. Gris, cielo, hoguera, camino. Robarle el tiempo al minutero. Sumar lo lógico y lo incierto. Poner la mesa. Soportar solo lo soportable. Rechazar el tedio. Limpiar de malas hierbas el prado. Arrancar las rejas y cercados. Hacer montones: perros con gatos. Hacer montones: soles y estrellas. Borrar las señales de vuelo. Y quedaba mucho por hacer".

Luego, en días de esos circulares que tanto me gustan, llenos de encuentros, reencuentros y casualidades (¿casuales?), leo esta entrada de un magnífico blog.

lunes, 2 de agosto de 2010

Instrucciones para un doce de junio

 
Todos podemos necesitarlas algún día, eso nunca se sabe. Si no se quiere decir en alto, se puede pensar en tono bajito, solo para nosotros. Creemos tenerlo todo controlado y haberlo alcanzado todo,  llegamos a pensar que nada ni nadie nos pueden hacer desmoronar, qué fuertes nos sentimos. Y entonces va, y algo o alguien hace que nos desmoronemos. Si no existieran esos pinchazos cuando el coche va encarrilado en línea recta, pues no sería la vida, y también sería mala cosa, pues si no es la vida ¿qué otra cosa puede ser?

Hay quien se santigua, quien tiene corazonadas y afirma no fallar nunca, quien usa amuletos, quien cree en ellos,  quien dice que son supersticiones, quienes hacen pequeñas apuestas con ellos mismos (si pasa esto... pasará esto otro; si... saldrá bien...), y los hay que no hacen nada -bueno, sí, burlarse de los que sí lo hacen, que también es hacer, digo yo-. Nadie en cualquier caso se queda de brazos cruzados ante los dilemas y encrucijadas de la vida. Nadie deja de tener incertidumbre ante una señal con cuatro direcciones distintas. Todos dudamos.

Estas dicen que las elaboró el subcomandante Marcos en la selva Lacandona, en Chiapas, México, entre 1984 y 1989, influenciado por Cortázar y dentro de lo que la guerrilla llama "literatura de montaña". (aquí) Hay de todo, para todos, sin necesidad de untarse con excrementos, vestirse de payaso o emborracharse en las tumbas de los antepasados, como aconseja el otro.

PD: Solo advertir que cuando la decisión tenga que ver con otra persona, antes nos pongamos de acuerdo con ella,  no sea que los dos sintamos lo mismo y simplemente lo llamemos de distinto modo... (:P)

Para cambiar el mundo: 
Constrúyase un cielo más bien cóncavo. Píntese de verde o de café, colores terrestres y hermosos. Salpíquese de nubes a discreción. Cuelgue con cuidado una luna llena en occidente, digamos a tres cuartas sobre el horizonte respectivo. Sobre oriente inicie, lentamente, el ascenso de un sol brillante y poderoso. Reúna hombres y mujeres, hábleles despacio y con cariño, ellos empezarán a andar por sí solos. Contemple con amor el mar. Descanse el séptimo día.
  Para olvidar un amor:
Sáquese despacio ese amor que le duele al respirar.
Sacúdalo un poco para que despierte. Lávelo con cuidado, que no quede ni una sola impureza.

Limpio y oloroso proceda a doblarlo tantas veces como sea necesario para tener el tamaño de la uña del dedo gordo del pie derecho. Espere el paso de una hormiga, ser noble y generoso, y pásele la pesada carga. Ella lo llevará a guardar en alguna profunda caverna. Hecho esto, vaya y rellene, por enésima vez, la pipa de tabaco frente al mar de oriente. El olvido llegará conforme se termine el tabaco y el mar se acerque a usted.
Para recuperarlo:
Basta escribir una larga carta hablando de viajes desconocidos, hidras, molinos de viento, oficinas y otros monstruos igualmente terribles. A vuelta de correo tendrá su amor tal y como lo envió, acaso con un poco de polvo y sueño en la cubierta…
Para medir el desamor:
Basta el rencor y, finalmente, no vale la pena.
Para seguir adelante:
Frente a un espejo cualquiera, dese cuenta de que uno no es lo mejor de sí mismo. Pero siempre se puede salvar algo: una uña por ejemplo…
Para nuestra muerte:
Los que ahora dicen -¡Qué malo es!-, dirán entonces -¡Qué bueno era!-. Y nos iremos sonriendo, burlándonos siempre de ellos, es decir, de nosotros.
Para medir el silencio:
Basta con los suspiros. Pero no los cuente, el resultado suele ser desalentador.
Para medir la vida:
Se toma cordel a discreción y se empieza a meter en el bolsillo derecho del pantalón hasta que ocurra una de dos cosas:
a) Que el bolsillo se llene de cordel.
b) Que se canse uno de estar metiendo el cordel en el bolsillo.
Cuando ha ocurrido una de las dos cosas arriba señaladas, o las dos, espere una tarde lluviosa.

Justo cuando la lluvia empiece a titubear en caer o no sobre la tierra, saque el cordel y arrójelo hacia arriba, lo más alto posible, con un elegante ademán de mago y, simultáneamente, murmure las siguientes palabras: “Veo, mido, existo, la vida”. Si se han seguido las instrucciones al pie de la letra, el cordel permanecerá en el aire, suspendido por unos instantes, antes de volver a tierra en un manojo de hilos. Ahí tiene usted la medida de un pedazo de vida. Si no obstante haber seguido las instrucciones, el cordel no responde como arriba indicamos, no se preocupe y pruebe con otro cordel. Sucede que hay cordeles que se niegan, con desconcertante obstinación, a medir la vida de nadie (bastantes problemas tienen con amarrar botas, zapatos y otras cosas absurdas, dicen).
Para despedirse:
No mire hacia atrás.
Suele bastar con eso…
Aquí

P D: esto fue escrito -sin cambiar ni una coma- como pone en el título un doce de junio, antes de conocer muchos resultados; algunos eran realmente importantes, unos quedaron solapados por otros, perdiendo importancia (ya comentaré esto a propósito de Schopenhauer y el libro que ando leyendo a ratos), y el resto, pues bueno, quizá haya estado bien conocerlos en hora.


Feliz verano.