lunes, 29 de agosto de 2011

Mi mundo feliz


En mi mundo feliz, hoy era un día bonito, esperado, con ganas de seguir riendo y sintiendo cosas. Sí me gustan las señales, y me gustan las personas que las hacen suyas, aunque no siempre acierten ;). Es fascinante ir tejiendo historias mediante pistillas, letras de canciones o deseos hechos públicos. Pese a que no siempre sean señales pero sí lo sean a veces. Y cuando alguien capta algo tan tan íntimo, retorcido y críptico, es que se ha producido una sincronía. Una de las palabras más armoniosas del diccionario. Y entonces sí, yo paso a ser Lucía encima del ciclomotor rodeada de mar azulísimo por todas partes, dándome el viento en el pelo y mostrando el botoncito de uno de mis pechos de manera delicada y casual. Y el suelo no nos sujeta, sino que nos zarandea, nos marea, nos hace bailar. Y nos gusta, nos encanta, nos relaja. Como nuestro sexo. Cada día más y más placentero. Yo me asomo también a la cueva, y encima de mí otro tono de azul. Te busco y trato de entender tu cerebro, como la oquedad misma. Rara, asalvajada. Hay poca gente. Septiembre se descubre ante nosotros como el segundo de los meses más bonitos del año -el primero es octubre, claro-. Y me viene mi mantrafrase, esa que solamente asocio a ti, que de tan dramática puede resultar hasta ridícula pero tanto me gusta: "yo... hubiera matado monstruos por ti".

miércoles, 24 de agosto de 2011

Divina vesperam y odiseas espaciales


En la tarde más bonita de aquel verano tocaste mi pelo. Nos pilló el agua finita cayendo del cielo estando en la playa, llenos de arena porque las ganas de sentarnos y hablar nos dieron de repente, y tú en tu coche no llevabas toallas, ni estora, ni nada de nada. También yo solía ser como tú, hasta que me volví constructora de momentos y sueños, llenando mi maletero de objetos porsi, como los llamábamos bromeando.

Te dije la frase que tanto me había gustado de la última maravilla que había visto de Kubrick: “bésame, muchacho, porque no volveremos a vernos”. Pusiste ojos raros, de asustado; todavía no conocías mi faceta peliculera. Te hizo gracia, pero no sé si llegaste a creerme del todo cuando te dije que solo eran frases bonitas de películas, pero que sentía como mías. Debiste pensar tal vez que era un recurso nomás, pero no, no, piensa que salían del mismo lugar que si las hubiera compuesto yo.

A muchos les asustó que tuviera esa juventud tan romántica, tan de color rosa, y mi forma de acariciar cuando amaba: apenas rozando la piel el mínimo posible, en silencio y cuando la persona parecía que dormía. Ahora me importaba bien poco, qué más dará, si uno adora lo que otro aborrece...

Esa tarde nos refugiamos en la primera casita que vimos con un cartel de "se vende/se alquila" colgando. Llegar a ese riurau fue como llegar al hogar, y allí pudimos sentarnos y dejar que parase el tormentón en que se habían convertido aquellas finas gotitas.

Luego, lo bonito se esfumó, como tantas otras veces, y quedamos en no vernos más. Te noté el nudo en la garganta por comprobar que la frase de Kubrick había tenido un algo de premonitoria, dejándonos con una sensación fea, pero a la vez era una despedida con paz, sin lloros, reproches ni excusas como las veces anteriores.

El largo puente en que se convirtieron mis días –nuestros días- hasta que llegó el otoño fue más bien un paseo dulce y reposado, como yendo por un laberinto inglés. Oliendo el camino, sin prisa por encontrar la salida, dejándonos llevar.

Algunas noches tocaba tu cuerpo ausente sin darme cuenta, en sueños. Pensé en la teletransportación de caricias y sensaciones, y en ese duermevela llegabas a estar conmigo allí tumbado, mientras mis dedos esbozaban el recuerdo que tenía de tus formas.

Y Bowie y su "Space Oddity" volvieron a mí. Ya contaré cómo fue...

sábado, 6 de agosto de 2011

Un corazón de oro

Sí, lo vi, lo conocí, y llegó a rozarme. Pero sucede que mi piel reacciona mal con según qué oros. Amarillea el blanco, que necesita rodiarse continuamente, con el consiguiente desgaste que ello supone... y estropea el amarillo... pues no sé, ennegreciéndolo, maleándolo. No sé pues si la culpable es la calidad de mi piel o la del oro, que nunca se sabe. Que la nobleza también tiene flaquezas, y por muy metal noble que sea un corazón, a veces no es compatible con otro... por vete tú a saber qué razones.

Casualidades que justo hace un año y pocos días me vi en la misma. Ayer mi amiga me comentó que tendíamos a repetir las historias, nuestras historias. No es demasiado normal que la persona que está a tu lado -del modo que sea- sea tan ajena y fría a tus alegrías, a tus tristezas, a tus fechas importantes, a visitas médicas que pueden marcar un antes y un después. Es esclarecedor notar en el otro de forma tan rotunda ese no querer, ese no sentir. Y una de las cosas más tristes y feas que te pueden pasar en la vida. Me pasó hace un año, me ha pasado este, y solo espero, como dijo Thoreau, que el amor no correspondido hacia mí no me impida seguir amando yo, ya que la vida me dio el don de ser capaz de hacerlo. Debería ser feliz solo por al menos haberlo intentado y haberlo sentido.

Este textín que viene lo escribí el 30 de diciembre de 2010. Han pasado muchos meses y el miedo que he mantenido hasta hoy mismo me impidió lanzarlo al aire, a la luz, a la nube. Pero los miedos nos mortifican, y hay que pasar por encima de ellos. Así nos liberamos al menos un poquito:

"Aún teniéndote a mi lado me desvelé, como tantas veces. Solo que esa vez el desvelo se vio dulcificado al notar tu presencia a mi lado. Tú dormías profundamente. No te diste cuenta de cómo te miraba. Sabía que esa duda tuya era un no respecto a mí, pero no te pude coger manía ni una sola vez. Me inspirabas ternura. Un corazón enorme en un cuerpo grandote. Un cerebro sensible e inteligente bajo mechones de pelo largo, liso y rubio. Parecías un niño. Achuchable, consolable. Alguien a quien cuidar.


- "Yo vine a este mundo para ayudarte"
- "Estás loca"


Lo supe a los poquísimos días de conocerte.


- "¿Y tú? ¿Qué has hecho durante todos estos años?
- "¿yo? te estaba esperando"