sábado, 14 de julio de 2012

Árboles en un lugar solitario


A veces no se entiende el lloro público, el palmeo público, el enfado público. Todo es farsa: poco quererse y dependencia total de otras letras dirigidas a uno. Porque no son más que eso, letras vacías, sin sentimiento, sin intención. Todo es sencillo en Internet: parecer interesante, parecer interesado, dar pena, dar consuelo... llamar la atención.

Tuve un minidebate hace unos meses con ulls blaus "Qué propones tú pues? Pues no sé, belleza, pienso yo. ¿Belleza... cómo?. Belleza sin más. Quince mil muros llenos de mierda, gente indignada y malas noticias. Hagamos prácticamente lo único que podemos hacer para el resto. No puedo obviamente hacer feliz  a la gente, ni hacerles olvidar sus malos rollos y angustias. No soy tan poderosa, ni yo ni nadie. Puedo elegir aumentar el pozo de la porquería o buscar cosas más bonitas. Es fácil. Me gusta. Me apunto contigo"

Todos somos capaces de escribir el texto más triste y desagradable del mundo. Y llorar haciéndolo. De hecho yo lo he hecho infinitas veces en mi vida. Y luego el gran alivio al quemar esas hojas o más acorde al mundo de ahora darle al Supr. Por suerte existen los borradores y Big Brother aún es incapaz de espiar las carpetas de nuestros portátiles. La terapia a veces es eso: dejar fluir pero solo para uno mismo. Lo otro es exhibicionismo, y éste siempre persigue un fin dirigido a alguien de fuera para que nos consuele, salve o rescate. Pero la ayuda no viene de otro, eso te lo dice el psicólogo en la primera charla. Un bucle llenito de parches aparentando sellar fisuras. "Solución" provisional, frágil... e inútil.

También sale suciedad a veces de un dibujo. Ante veinticuatro tonos, elegir los más decadentes. Y enseñarlos. O elegir los armoniosos, trazar formas suaves y escribir un buen guión para ellos. Y darles movimiento, vida. Hay gente capaz de hacerlo, de embellecer y dar tranquilidad. Alcanzada esta, releer por ejemplo los cuentos que nunca nadie tiró en casa de nuestros padres. Haced una prueba: si se leyeron mil veces, hacerlo una vez más aún habiendo pasado veinticinco años pondrá la mente en otro punto de partida limpio y lleno de nuevas ilusiones, como cuando teníamos diez años. Ilusiones no causadas por personas, sino por sensaciones que todos somos capaces de sentir también estando solos. Como entonces.

Y este es el video inspirador de estas letras. Invertid media horita de vuestra vida en verlo (si queréis):

"El hombre que plantaba árboles"