Bueno, vividos sí, pero no han valido la pena.... aquellos en los que no hemos reído ¿verdad?
Leí hace un tiempo una entrada fulminante en el blog de cuentos de Fermí: La sombra (según Gatagrana), y he pensado que esos meses de encuentro con mi parte más oscura, finalmente han sido totalmente provechosos. Absolutamente.
Lo normal es que esa sombra que vive a nuestro lado nos sea antipática, que la rechacemos y no aceptemos como propia, renegando. Al fin y al cabo la mejor parte de aquello que somos es luminosa y radiante, capaz de embaucar a los demás... y nadie quiere renunciar a ser visto así, a fascinar al mundo.
En concreto, el amigo gatagranero la clavó con esta frase:
"Cuando vi la sombra de ella el amor que le tenía se me apareció cojo porque preocupada en ocultarme su lado más humano acabé enamorándome de una estrella fugaz hecha de destellos ilusorios en vez de forjada con luz vital y sostenida con la maravillosa impureza de la carne"
Obvio que las circunstancias en que conocemos a la gente determinan mucho el grado de desencanto posterior, y también la firmeza o bases que marcan la durabilidad de la relación, aunque termine cambiando de nombre o replanteándose. Ver lo peor desde el principio solo tiene una posibilidad lógica: ir a más positivo. Ver lo mejor: ir a más negativo. Impepinable.
Mucho caos y mucho dolor para dar a luz a esas estrellas que nos metaforeó Nietzsche.