viernes, 23 de julio de 2010

Como Sheherezade


Esa noche volví a despertar de madrugada. No era insomnio, era solo que ya había dormido suficiente. Como hago muchas veces en esos casos, me coloqué la radio en los oídos -bueno, los auriculares, no vaya a ser que...-, y aunque la primera en mi dial es Radio 5- , esta vez di un repasito por varios canales, parándome ante una conversación fluida y atrayente en la SER.

Se llamaba Julia y hablaban de un libro suyo. Al principio dudé si Julia Otero habría escrito algún libro últimamente, pero no, lo descarté al escuchar -para mi alivio- una voz mucho menos nasal que la suya. Una voz suave contando cosas con pasión, subiendo y bajando el tono de manera tal que hubiera pasado horas escuchándola -no como los plomos que hablan siempre en monotono y se hacen insufribles, que dijo un sábado de abril María Teresa Campos :P-.

Julia Navarro, vaya. No la he leído, y confieso que descarté regalar un libro suyo a mi madre por temer que fuera otra más de las siguieron la estela del Código da Vinci -que tampoco he leído, por cierto-. Pero cómo cambia cuando "conoces" a la persona, ¿no? Ya comenté algo parecido de Joaquín Leguina. Hay gente interesante detrás de nombres comunes, hay voces interesantes detrás de gente de la que oímos hablar alguna vez en la vida y de la que nos formamos una idea a base de prejuicios, injustamente.

Cuando acabó la entrevista pensé en el valor que tiene para mí una buena conversación. Procuro no dejar pasar ninguna y, cuando encuentro a una persona capaz de proporcionármela y de notar que disfruta de la que yo soy capaz de darle, trato de no dejarla escapar, de mantener el vínculo sea como sea, como Sheherezade hilaba sus mil y un cuentos para no perder la cabeza.

Una asignatura en las escuelas que vendría bien para la vida sería la oratoria, como hacían los griegos, porque ¿de qué sirve tener muchos conocimientos si luego el habla es aburrida y gris? sí, se tendrá un buen trabajo, se llegará en ciertos aspectos "a lo más alto" -profesionalmente hablando-, pero nadie busca esa compañía para compartir su vida -por completo o a pizquitos y ratos-.

Habla poquísimo de ti, poco de los otros, mucho de las cosas
(Paolo Mantegazza)

viernes, 9 de julio de 2010

Una maravilla

 
Ya ni recordaba el tiempo que hacía que no me había enganchado a algo. Bueno, lo del solitario spider es algo provisional... :P-.

Fue de las primeras descargas que hice cuando me puse el ADSL en casa. Sus contemporáneas fueron las "Historias para no dormir", del gran Chicho, pero eso ya irá en otra entrada cuando le llegue el turno. No hay prisa.

La tele de esa época, pues bueno, ya se sabe. Una había y buena que era. En este caso, mejor quizás que en otros, la calidad vale toda la cantidad que se nos pueda poner a nuestro alcance.

Yo ese año -1982- estaba con la primera comunión, el Mundial del Naranjito y las ganas locas de que pasara el mes de mayo y mi madre me diera tijeretazo a la melena criada para un solo día, cómo somos las personas. Sacamos la tele al patio –antiguo corral que empisamos cuando desaparecieron las últimas gallinas-, y allí estaba yo, con una toalla sobre los hombros, viendo caer a ramalazos mechones largos y abundantes de pelo castaño rojizo. Ya entonces le cogí manía al pelo largo y es una de esas manías que aún me duran, fíjate.

De esa serie, que me entero ahora que fue la más demandada por los espectadores para que la revisaran, digitalizaran y no sé qué más “aran”, recordaba cosas difusas: el tono grisáceo, que la daban tarde y lo atrayente que me parecía Cayetano ese tiempo (glup). Lo que hace, hay que ver, el ver –valga la redundancia- las cosas desde una perspectiva distinta, de los ocho a los treinta y seis años, y sobre todo, entendiendo esa historia. Y eso que a veces, sea a los ocho, sea a los dieciséis, uno se ve con total capacidad crítica, y no exagero (aunque hablo por mí, que soy una exagerada).

Estos días me vi, como otros años, con tiempo libre, con muchas horas de luz, y  con alguna que otra preocupación en la cabeza que tenía que disipar del modo que fuera.  Este viaje los libros no me han servido para dejar de pensar en lo que no quería ni quiero pensar, y la gran adquisición que hice accidentalmente de un netbook me ha servido más tal vez de lo que pude imaginar.

La serie es, si no se ha adivinado ya, “Los gozos y las sombras”. Y qué serie, madre mía, qué cosa más bien hecha. Galicia lloviendo, Galicia siendo, con sus sonidos, con su ambiente, sus olores –se nota mi debilidad, creo-. Galicia detrás o encima de una gran historia en la que pasa de todo. Momento histórico, gran momento histórico de un gobierno que agonizaba o, mejor dicho, que estaba condenado a muerte, y no una muerte fortuita, sino cruenta y, según quien lo diga, según quien lo lea, injusta totalmente.

Piensa uno que el gris de los años previos al '36 era triste, como se ve en la serie (¿ya la he recomendado?), pero los siguientes años, los siguientes grises, esos sí fueron oscuros, siniestros, funestos. Como en todo, habrá quien piense que quitar Ilustración para meter lo que se metió estuvo bien. Allá ellos. Pero no vine aquí a hablar de política.

El elenco de actores, ¿acaso son buenos ahora que ya sabemos su trayectoria de los últimos treinta años? Yo diría que no, que ya eran inmejorables entonces, así como los decoradores, los guionistas, o quienes adaptaron ese guión, los encargados del vestuario. Todos.

A quien guste del costumbrismo del que tanto gusto yo, solo ver la preparación de los alimentos desde que se compran en el mercado hasta que se llevan al plato, con los instrumentos que se usaban entonces para cocinar… solo eso ya les llegará para decir: “qué bien mostrado”. A los que conozcan la novela –no ha sido mi caso-, poner cara a personajes tan bien armados como Carlos, Cayetano, Mariana, Juanito, Clara, Rosario…les llegará igual. Y a los románticos, deciros que esta historia supera con creces para mi gusto cualquier historia que haya conocido hasta ahora –haré la excepción de Fermina y Florentino, claro-.

Como diría aquella, con esa gracia que tenía: no perdérsela.

PD: el único pero, si es que tiene alguno, es esa sensación de vacío que siento ahora cuando pienso: “ y qué veo yo ahora después de esto?”