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viernes, 7 de febrero de 2014

Un trozo de vida


Conocí a un hombre grande que encerraba las palabras escritas en frascos metálicos. Olvidó este hombre que su cabeza corría un serio peligro. Leía una y otra vez lo que alguien -también él mismo- había escrito hacía diez, ocho, cinco, tres años... y donde ahora había frío y distancia absoluta él seguía leyendo calidez y empatía.
Anduvimos juntos un trozo de vida. Llegamos a ser muy buenos amigos. Acabando de borrar mi mundo anterior -de socarrel-, descubrí mis palabras también almacenadas. Las mías con las suyas.
Con el transcurso de los meses, que pasaron luego a ser años, ya solamente ellas existían. En sus frascos metálicos junto con las de otras personas. En mi almacén.

Hace tres días les contaba a unas amigas que en ocasiones detesto seguir aquí. Que al caminar por la calle, al entrar en las tiendas, al cenar en un bar, se sigue viendo a la misma X que fui hace veinte años. Sin evolución, sin cambios, sin mejoras. Como si crecer no hubiese servido de nada.
Hace cinco días tomé la decisión de que no iba a permanecer en el mismo sitio los próximos años. Carlos Fresneda y su "vida simple", me han acabado de abrir los ojos. Al menos ya hay un modo, una lógica a seguir. Administrar los años de ahora. Solamente vivir los años de después.

Por cierto... en un rastro vi sus frascos de metal. Ni siquiera los vendía él. Y no sabes bien cómo me alegré :). Llegué a mi almacén, le di la vuelta como si las paredes fuesen silicona y las palabras que yo misma había guardado se marcharon volando. Como suele suceder siempre.





miércoles, 3 de abril de 2013

El mundo era el mismo para todos



Con lo que me costó llegar al estadio presente... como para recular ahora. Ví al menos a dos personas conocidas los últimos cinco-seis años que habían vuelto a sus puntos de origen. Primero, ganas tremendas de bronquearlas, a una más que a la otra porque a la segunda persona nunca la había conocido de la misma manera. De todos modos dejé pasar algunos meses hasta que esa pseudorrabia mía en absoluto justificada  se secó como una costra de herida y terminó cayendo a trocines. Es cosa injusta juzgar, cuando uno mismo ha estado también metido en casi el mismo pozo (casi). La primera persona se me presentó al cabo de esos meses, y, sin yo decir nada, se me derrumbó mediante un wasap de mil caracteres que me salpicó antes de leerlo de puro largo, y me entristeció, aliviándome a la vez... una vez leído. Tampoco es buen asunto aconsejar, cuando uno ha ido dando bandazos el segundo y primer trimestre de dos años consecutivos, sin atender a realidades, y siendo prácticamente incapaz de razonar y aceptar la pura verdad. A la segunda persona la hubiera abrazado sin dudarlo y le hubiese dicho lo mucho que vale, de no ser porque seguramente solo iba a creerlo oyéndolo de la boca de un individuo que siempre la devaluó. Taytantos ya bastante largos que cada vez van pesando menos, para poder ver que incluso la compañía de la persona más intrigante del mundo puede llegar a cansar, y que la de la persona más transparente puede simplemente atrapar.
El mundo resultó al final ser exactamente el mismo para todos.

jueves, 2 de agosto de 2012

Dulce en rosa y azul


Estos labios de color rosa te han hecho olvidar a ratos tu malestar, tu sentimiento de culpa y tus adicciones.

Esos ojos azules me han hecho olvidar a ratos mi malestar, mi sentimiento de fracaso y mis lágrimas.

Hay colores ahí fuera. Es solo atreverse a verlos y no cerrar los ojos.

Ver.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Ya viene el sol



Metámonos en nuestro mar, toquémonos los pies, serpenteemos el monte, hagámonos trenzas, empecemos a querernos. Los días en la cueva acompañados de nuestras sombras ya van siendo pasado, se pierden, ya casi desaparecen. Acompasémonos con las estaciones, pero sin vuelta atrás. Quedémonos con la luz. Para siempre.

(Caught a long wind, Feist)



jueves, 3 de mayo de 2012

Como el lenguaje de las olas


N cantaba al hablar, musicando sus pensamientos. En un dibujo hubiese sido una cabeza con pelo rizado alborotado soplando notas musicales por su boca.

Disfrutaba al escucharme contar las historias de naufragios ingleses que un tiempo fueron de veras, y pasear junto a mi personita ladeando la orilla en meses fríos -el llenguatge de les ones és d'entendre universal-. Con él aumentaba de estatura algo así como cinco cariñosos centímetros. Exactos.

El tercer día de mayo del año en que proféticamente terminaban mundos e historias, oí que mi amor era distinto al que podían dar las demás, que no estaba contaminado. Porque yo no era capaz de contaminar algo tan puro. En una jornada de problemas grandes y pequeños, esas letras juntas rebotaron en mi conciencia. Hasta ese momento nunca había asociado los conceptos de amor y suciedad. A partir de ya los asociaría siempre.

Todo era fácil... solamente palabras, cosidas artesanalmente. Y obraban magia si eran dichas con plena sinceridad: "- no me digas cositas así, que me da vergüenza"- Sin cursiladas... sin contaminación.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La amabilidad del cosmos


Más allá de todo lo que no se ve, de bruces con una afirmación certera y preciosa. Ayer hizo quince años que Carl Sagan viajó a las estrellas -sus estrellas-. Fuera incertidumbres, deseos...; estamos hechos del mismo material del que están hechas ellas. Hay algo luminoso en mí... y en ti.

No es fácil escribir sobre algo que solamente los demás podéis ver... o no ver.
¿Qué imaginas tú? la mirada... tan importante. No sé si sabré hablar a través de ella, voy a intentarlo al menos. Pero no será fácil sin derribar antes algunos muros. Mis -minúsculos ya- traumas, la contradicción ante el espejo, la actitud, la pose... Borra de mis ojos esa tristeza bella, como la describiste en el momento en que nos miramos más segundos de los que son habituales entre desconocidos.

Si algo me han enseñado los desencantos es a saberme bien o mal mirada. No sé cómo será nuestro próximo cortocircuito, porque sucede siempre: se explosiona en positivo o en negativo, pero algo estalla, se rompe.. o empieza. No tengo ya ningún rechazo ni reparo ante mi cuerpo, espero que tú tampoco lo tengas, ni que te incomodes ni me hagas sentir incómoda a mí. Nunca más. Serás una vía para que yo me deslice, con suavidad, y puede realmente resultar algo placentero, bello y deseado.

Me di cuenta hace ya tres años de que se plasmaba solamente aquello que veía el que enfoca y dispara. De ahí las sorpresas -agradables sorpresas-, y las subidas de autoestima -sin pasarse-, y el sentirse bien, y el proyectar ese sentir, y y...

Podría sobrar el color, o jugar a magnificar los míos naturales. Pueden resultarte agradables, al menos son cálidos y armoniosos, sin contrastes.

Empezar las cosas al revés tiene su punto.Y hubo algo mágico en que nuestros duendecillos comunes nos acompañaran ese rato raro pero bonito.

Fue un bálsamo para mí el modo en que me miraste, pese a ser un despojo triste en esa madrugada de viernes a sábado improvisada, fría, húmeda y loca. Unas horas antes había implorado cariño y un abrazo de forma totalmente humillante... Me fue negado, y en cambio tú te ofreciste a mí sin conocerme...

¿Te animas a cavar conmigo? puede que nos encontremos...

sábado, 8 de octubre de 2011

Una muerte dulce


Es triste y no. Me llegaron mucho aquellas palabras de Buzz Lightyear: "yo quería arreglar el mundo... pero solo soy un juguete". Amor para mí es admiración, y todo lo demás que puede confundirme cuando alguien me gusta, me atrae o me produce curiosidad es otra cosa. Seguramente es esa certeza la que distingue lo que siento o no siento, mi varita de medir. Dejar de admirar es dejar de sentir amor, por muchos resquicios, ternura o recuerdos que queden. Hace un rato estaba cenando en una terraza; con las montañas azul marino ante mí -mis montañas de los viernes noche-. Dicen que cuando hablas mirando arriba y a la izquierda, buscas imágenes recordadas. A mi izquierda he visto luces de lejos, distinguia el cielo perfectamente, y quise justificar sentimientos por el mero recuerdo que me siguen produciendo, en un intento agonizante de rescatar momentos bonitos llenísimos de admiración. Admirando la sensibilidad, la delicadeza de carácter y la belleza plasmada tras otros ojos capaz de emocionarme una y otra vez.

Alguien me dijo hace un par de días que si eso había sido amor, era patético. Imaginé el amor materializado en objeto, en mueble carcomido, con agujeritos pequeños disimulados con barniz, y lleno de túneles huecos y siniestros fragilizando totalmente la madera. No me gustó verlo de ese modo, aún usando la balanza de los hechos. Me sentí mal y triste.

A mí me gusta contribuir a que todo sea más bonito. Inventé un lenguaje hace muchos años: un idioma con miles de diminutivos, otra forma de ver las mismas cosas que para muchos pasan desapercibidas.  Y me gusta cómo me he sentido con determinadas compañías. Ese amor sin condiciones que nos hace mejores solamente por el hecho de existir esa personita admirable -aunque solamente la admires tú-. Amar es aceptar defectos, terminar siempre sonriendo, no sentir enfado. Amar es que te motiven, que te animen a probar cosas nuevas, que alguien convierta un día normal en otro muy especial. Llenar.

Puede que solo haya sabido amar de manera patética últimamente, y que haya ido en cierto modo contracorriente, justificando unos actos poco bonitos con una manera de ser bonita. Siendo "indulgente hasta mi propio patetismo" ("indigna", han pensando algunos). Yo no me siento así. No se puede ser indigno por tener buenos sentimientos. Solo he visto las cosas -mis cosas- llenas de colores, quedándome con lo pequeño, corto y bueno, y tratando de no pensar ni recrearme demasiado en las zonas de niebla. Coloreando mis sensaciones. Todo va emborronándose, muriendo poco a poco; es lógico cuando no se alimenta... entonces,  ¿por qué no hacer que la muerte sea más dulce... ya que no tiene remedio?

lunes, 29 de agosto de 2011

Mi mundo feliz


En mi mundo feliz, hoy era un día bonito, esperado, con ganas de seguir riendo y sintiendo cosas. Sí me gustan las señales, y me gustan las personas que las hacen suyas, aunque no siempre acierten ;). Es fascinante ir tejiendo historias mediante pistillas, letras de canciones o deseos hechos públicos. Pese a que no siempre sean señales pero sí lo sean a veces. Y cuando alguien capta algo tan tan íntimo, retorcido y críptico, es que se ha producido una sincronía. Una de las palabras más armoniosas del diccionario. Y entonces sí, yo paso a ser Lucía encima del ciclomotor rodeada de mar azulísimo por todas partes, dándome el viento en el pelo y mostrando el botoncito de uno de mis pechos de manera delicada y casual. Y el suelo no nos sujeta, sino que nos zarandea, nos marea, nos hace bailar. Y nos gusta, nos encanta, nos relaja. Como nuestro sexo. Cada día más y más placentero. Yo me asomo también a la cueva, y encima de mí otro tono de azul. Te busco y trato de entender tu cerebro, como la oquedad misma. Rara, asalvajada. Hay poca gente. Septiembre se descubre ante nosotros como el segundo de los meses más bonitos del año -el primero es octubre, claro-. Y me viene mi mantrafrase, esa que solamente asocio a ti, que de tan dramática puede resultar hasta ridícula pero tanto me gusta: "yo... hubiera matado monstruos por ti".

sábado, 6 de agosto de 2011

Un corazón de oro

Sí, lo vi, lo conocí, y llegó a rozarme. Pero sucede que mi piel reacciona mal con según qué oros. Amarillea el blanco, que necesita rodiarse continuamente, con el consiguiente desgaste que ello supone... y estropea el amarillo... pues no sé, ennegreciéndolo, maleándolo. No sé pues si la culpable es la calidad de mi piel o la del oro, que nunca se sabe. Que la nobleza también tiene flaquezas, y por muy metal noble que sea un corazón, a veces no es compatible con otro... por vete tú a saber qué razones.

Casualidades que justo hace un año y pocos días me vi en la misma. Ayer mi amiga me comentó que tendíamos a repetir las historias, nuestras historias. No es demasiado normal que la persona que está a tu lado -del modo que sea- sea tan ajena y fría a tus alegrías, a tus tristezas, a tus fechas importantes, a visitas médicas que pueden marcar un antes y un después. Es esclarecedor notar en el otro de forma tan rotunda ese no querer, ese no sentir. Y una de las cosas más tristes y feas que te pueden pasar en la vida. Me pasó hace un año, me ha pasado este, y solo espero, como dijo Thoreau, que el amor no correspondido hacia mí no me impida seguir amando yo, ya que la vida me dio el don de ser capaz de hacerlo. Debería ser feliz solo por al menos haberlo intentado y haberlo sentido.

Este textín que viene lo escribí el 30 de diciembre de 2010. Han pasado muchos meses y el miedo que he mantenido hasta hoy mismo me impidió lanzarlo al aire, a la luz, a la nube. Pero los miedos nos mortifican, y hay que pasar por encima de ellos. Así nos liberamos al menos un poquito:

"Aún teniéndote a mi lado me desvelé, como tantas veces. Solo que esa vez el desvelo se vio dulcificado al notar tu presencia a mi lado. Tú dormías profundamente. No te diste cuenta de cómo te miraba. Sabía que esa duda tuya era un no respecto a mí, pero no te pude coger manía ni una sola vez. Me inspirabas ternura. Un corazón enorme en un cuerpo grandote. Un cerebro sensible e inteligente bajo mechones de pelo largo, liso y rubio. Parecías un niño. Achuchable, consolable. Alguien a quien cuidar.


- "Yo vine a este mundo para ayudarte"
- "Estás loca"


Lo supe a los poquísimos días de conocerte.


- "¿Y tú? ¿Qué has hecho durante todos estos años?
- "¿yo? te estaba esperando"

miércoles, 18 de mayo de 2011

Colores hechos de lágrimas


Sí, "qué bueno que vinihhhh-te", escribiste :). Pero qué bueno que me re-encontraras, pensé yo. Aunque fuera en un antro. Porque no era menos antro por tener tonos fucsia en lugar de rojos. En mi tarde y tu mañana; en tu madrugada y mi atardecer.

Amamos de tantos y tantos modos, mente maravillosa...; Amor. Tantas definiciones, tantas confusiones. Malentendidos, endiosamientos, platonismos, caprichos. Carne es carne; deseo es deseo. Si va juntito a lo otro qué bien, ¿no? pero si va sueltecito... umm. Pero tampoco está mal, nada mal, aunque sea para rellenar vacíos y ocupar huecos -más lógico al revés, pero... ¿por qué no del modo en que he preferido ordenarlo? Estuvo bien acordarme de ti como sucedió y te escribí. Ese grupo, esa canción llamada Yellow y esa otra en la que alguien quería arreglar al otro :). Por esa promesa que no fue... o espera, sí fue. Porque de cualquier modo tú fuiste una de mis ausencias, una de mis nostalgias. Por minutos, por melodías y visiones de laberintos y laberintos de piedras rojas enmarcadas en gris plomo y motitas pequeñísimas de aguanieve.

Casi lloré, pero no te preocupes, quedó en un sobrecogimiento y un pensar bonito, y no fue de tristeza ni pena ni nada de eso. Fue por saberte ahí, a 10000 km menos 1200 y asegurarme de que estabas bien, que convervabas tu mente preclara, tu sentido del humor, y percibir que, aunque en lugar de escribir un texto taaan largo (:P) hubieses puesto un simple icono... yo lo hubiera entendido.

No me marcan las pasiones. Me marcan las pasiones. No, no me equivoqué, lo escribí así porque quise. Más allá de una serie de movimientos pélvicos, engrosamientos, embestidas y explosiones. No se le encoge a uno el corazón al recordar esos momentos; pero sí al memorar ciertas frases, miradas, guiños o el simple roce de dos palmas. O verte rodeado de luz azulada, amarilla, en lugar de luz oscura y cálida.

Hay personas que llenan y otras que vacían. Literalmente. Hablando ahora de otras emociones, de esas más carnales, de las más físicas; dejando aparte las más platónicas y espirituales. Las que llenan en un aspecto y no vacían por el otro no logran nunca cuajar. Las que vacían consiguen llenar de ese modo primario. Y es así, y siempre ha sido así, hace mil años o hace diez minutos. Luego ese vacío físico que tanto llena por otra parte, da lugar a otro tipo de vacío, y pasado el primer entusiasmo, hay un día en el que falta algo. Algo es una palabra muy socorrida. El algo que se le busca luego a lo que tantos impactos físicos nos causa, pero que a la vez, si se las restamos sobre un papel o en nuestra cabeza, nos deja con sensación también de sí pero no. Somos caprichosos. Curiosamente, el cerebro recuerda más los vínculos cuando se ha dado el segundo caso. Parece que esas sensaciones son las que quedan ahí marcaditas... y el resto, humo o chimichurri, nada relevante. Triste.

Pasé más de un día completo suspendida en el aire; rodeada de gente pero sola, como suelo sentirme. Sonó dentro de mi cerebro esa canción hipnótica, banda sonora de algún encuentro sexual reciente. Coligada a un reservado de bar oscuro, a pelos largos y mucha calentura. Estremecimiento, delicadeza echada de menos. Tres orgasmos seguidos. Cierta pena y pocos recuerdos vívidos. Muchos emborronados. La pura contradicción enfundada en vaqueros ajustados, como me describiste en papel físico.

Me alegré de no olvidar del todo.



"I could sleep for a thousand years.
A thousand dreams that would awake me.
Different colors made of tears"

lunes, 10 de enero de 2011

Tres rosas y un recuerdo


Me entristecí hace poco al pensar por qué te había olvidado tan pronto. Fue cuando recibí tu postal, la que ironías -o no- de la vida, tenía un ángel dibujado. He tratado de recuperarte en mi memoria con imágenes y no he tenido más remedio que recurrir a las -antiguas ya- fotografías. No puedo ser tan fría, no me lo explico, y tampoco la vida tiene por qué ser tan injusta con ciertos recuerdos. ¿No quedamos en que olvidábamos lo malo? entonces, ¿qué me pasó a mí contigo? ¿por qué me vienen estos años a la memoria y solo recuerdo muchas horas de reclusión en casa esperando llamar, esperando que me llamaras?. Las personas con las que nos mezclamos vinieron a nosotros por algo, y era frustrante que hasta las risas se fueran diluyendo de manera tan tan precipitada. No le encontraba el sentido a tu paso por mi vida.

Pero ayer, casualidades de la vida, volví a recordarte. Serían las cinco y pico de la tarde. Y fue por una rosa. Puede parecer contradictorio que te dedique un texto, pero ahora verás -veréis- por qué. Y lo reconfortada que me he sentido esta mañana pensando en el bien que me hiciste, que me servirá a partir de ahora para no caer en mi tendencia a subestimarme, tú que conseguiste que una "piltrafilla" pasara a ser la mismísima princesa Buttercup.

Lo que vino después confío en superarlo en un futuro próximo, e incluso sonreír al recordarlo... ; lo que vino antes fueron todas las explicaciones que me hiciste cuando hablábamos de literatura norteamericana y Whitman nos incitaba a coger las rosas mientras pudiéramos, a que aprovecháramos el momento ya que puede que después fuese demasiado tarde y estuvieran ya muertas; o la rosa de Shakespeare, a la que daba igual el nombre que pusiéramos, porque ¿dejaba acaso de oler bien por ello?. Me hiciste apreciar así el valor de las personas visto con otros ojos, y me sentí incluso bonita en las pocas ocasiones en las que me miraste, pero que fueron todas ellas. Luego, cómo no -y por eso me acordé de ti-, vino la rosa del Principito, la que tenías en tu firma y que valía tanto por el tiempo que le habíamos dedicado, tratándola siempre con delicadeza.

En ese segundo en que el amigo Pere me señaló las figuritas del aviador que adornaban su tele, me vino a la cabeza ese libro en edición bilingüe que compré por duplicado y te regalé en Morrazo, y de ahí a ser consciente de tu función en mi vida no necesité ni un pestañeo: el valor que me habías dado como persona para incluso yo verme con otros ojos y no dejar nunca que lo que pensaran los demás consiguiera hundirme. Tú veías sonrisa y ojos bonitos donde yo solamente veía acné y delgadez. Y aceptaste la estrechez de mis hombros y la longitud de mis piernas como si fueran lo más valioso. Tú, que podías tener a la chica que quisieras, me elegiste a mí, viste más allá de una barrera de carne y huesos, lo que nadie hasta la fecha había logrado ver. Y me sentía en paz en mis bajones cuando me reconfortabas con tus palabras a más de mil kilómetros de distancia. Puede que acabara de llorar, pero entonces me miraba al espejo y te daba la razón porque qué menos podía hacer por mí misma y en deferencia a tu paciencia.

Hay pocos como tú, que, como escribió en forma de frase-mantra Sáint-Exupéry, consigan  ver con los ojos del corazón, porque lo esencial es invisible a los ojos.  Hay pocos, pero me quedo con que sí existen, como exististe tú, por ahí esparcidos, y esperando que nos encontremos. Una vez más, vuelvo a devolverte las gracias. Así todo tiene ya sentido.

jueves, 8 de abril de 2010

Ver crecer la hierba


Hace unos días leíamos esto en el Blog de Amtispan. Quien me conoce sabe que es uno de los temas que más me toca la moral, por decirlo de algún modo como dejándolo caer - y por no decir directamente que es uno de los que más tarrofagias es capaz de causarme... uy, ya lo dije - :). Como creo que ya hay mucho dicho por mi parte, preferí no comentar nada allí. Tengo una etiqueta con letra mucho más grande que las demás llamada "Relacions", y ahi puede verse mi evolución/no-evolución/avance/retroceso/concluyendo... loop en este asunto. Y sí, como dice ella, los años y decepciones (sic) nos hacen aprender. Podría decirse que hacen bien su trabajo -aunque matizo que en ocasiones las segundas hacen mal el suyo, pagando luego justos por pecadores-.

Bueno, pero venía a otra cosa, aunque lo he hilado con su texto y luego veréis por qué.

Hace pocos días entrevistaron en la radio a Joaquín Leguina con motivo de la publicación de su último libro "La luz crepuscular". La mayoría de nombres de políticos me suenan, puedo asociarlos a su partido político e incluso a algún ministerio/s, pero quedan como eso, como nombres de señores de edad indefinida, pelo cano y gafas la mayoría de las veces. Sería como si el todo del típico político de renombre o ministro -el que usaríamos en una viñeta, caricatura o chiste-, fuese el que se me queda. Nombre, cara -más o menos-, y tendencia, pero el todo, no él como individuo.

Y entonces, como me pasa muchas veces con otros nombres tantas veces leídos o escuchados en las noticias, hasta que no le escucho hablar, de viva voz, como persona corriente, un simple nombre de político no me hace tener la curiosidad de acercarme a su biografía, su trayectoria, su literatura, y queda como en el cajón de "Política".

Algunos sabéis - y si no lo sabíais lo sabréis ahora-, que tuve un brevísimo pasado con muchísima afición a la misma, que incluso me llegué a meter en listas, y que precisamente  fue esa experiencia  la  que me hizo alejarme de ella más que acercarme, siendo bastante escéptica y no casándome con nadie en la actualidad -aunque, eso sí, votando todas las veces (señal de que aún me queda una miajita de esperanza en la especie política)-. Conociendo esto, podréis entender por qué el cajón ese me produce bastante indiferencia en la actualidad.

Pues a este señor daba gloria escucharlo, con esas risas, esa ironía, esa retranca... y en una de esas, el locutor le pregunta sobre su éxito con las mujeres, distendiendo todavía más la charla. Y Joaquín responde (más o menos, que no recuerdo las palabras exactas):

- "Ah, pero no, no tenía éxito. Yo me sentaba a esperar, y al final, si ellas elegían bien se quedaban conmigo".

Y ahi es donde yo vi la clave de todo, como "el rovellet de l'ou", que decimos aquí. Se trataba de eso... (aquí cara así asombrada :O). Cámbiese éxito con las mujeres por, yo qué sé, relaciones sanas con los demás. Fuera mal rollismo, fuera caras largas porque alguien no nos quiere (ni como quisiéramos que nos quisiera, ni a su manera, ni de ninguna otra forma, sin adornos ni florituras: no nos quiere). Ellos eligen, nosotros elegimos. Si al final todo se reduce a eso, no hay que intentarlo porque sí. No hay que obligar a que estén, a que continúen, a que se queden, a que no se vayan. Ellos eligen. Nosotros somos como somos, y lo más contraproducente siempre siempre es forzar. Forzar encuentros porque sí, forzar feedback porque sí. Escribo una carta, escribo un mail, hago una llamada, mando un sms. Porque sí, eso tiene que ser porque sí. La elección de quien no responde: porque no ve necesaria una respuesta, porque no le apetece, porque no le apeteces, porque no le da la real gana -y mira que detesto esta expresión-, porque se la sudas... es la elección de otra persona,  legítima, impepinable. Y tú sigues siendo el mismo. Siendo tal y como somos, sin cambiar un ápice ni pretenderlo, para unos seremos una joyita y para otros mierdecilla pura, así de simple.

Siendo capaces de gustarnos en algunas ocasiones, en días radiantes; tal vez no soportándonos delante del espejo otros días, con esas greñas y esos granos y otras veces viéndonos incluso pasables, resultones. Escribes, hablas, de esto, de lo otro, unos días más inspirado, otros de manera penosa, y así te relacionas, como ellos contigo. A ti te prende alguien, tú no le prendes tanto, o apenas, o casi nada, o en absoluto. Y su elección, tu elección , cuando decide si sigue queriendo estar contigo, hablar contigo, o cuando decide desaparecer de tu vida o no aparecer más por mil motivos, por jartura, porque eligió, porque hay otras prioridades y tú has ido quedándote abajo, más abajo, abajo del todo. ¿Y qué? ¿Y cuando eres tú quien lo hace? ¿Qué más da? ¿Por qué comer arroz caldoso si prefieres mil veces tortilla de patata, si te cuesta exactamente el mismo esfuerzo hacer una cosa que la otra y tienes los ingredientes, está en tu mano, y haces lo que te sale, lo que te nace,  lo que te apetece?. Ni más ni menos.

Entonces, Lady, perdón, Amtispan,  te propongo que nos sentemos, tú en el Mediterráneo norte, yo en el Mediterráneo más hacia el sur pero no tanto, y veamos crecer la hierba. Sin cerrar puertas, como dices tú, pero también sin pensar tanto, sin preguntarnos tantas cosas, cuando tenemos también la respuesta y es aplicable a otras preguntas que se hagan sobre nosotras.

"No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más" (Thomas de Kempis)

lunes, 5 de abril de 2010

Carencias


El amor, algo tan complicado de definir y algo a lo que muchas veces se teme definir... porque ni sé sabe cómo hacerlo. Hace unos meses leí en una revista las claves -tan subjetivas como respetables- mediante las cuales se podía saber si era o no era, con tal de no confundirlo con "deseo sexual, interés o costumbre" (sic). Paso a pegar aquí los indicios que harían aclarar los sentimientos del lector  de esa revista en caso de dudar (sobra decir que los copié en word :P):

- La sola presencia de la persona amada te alegra y reconforta. Junto a ella, los problemas parecen menos graves y la tristeza desaparece como por arte de magia.

- Su felicidad también es la tuya. Te alegras de sus éxitos y te entristeces con sus fracasos. Por esta razón, te empleas al máximo para ayudarle a que pueda conseguir sus objetivos.

- Cuando hay un problema, tienes un gran interés por solucionarlo de la mejor manera posible, sin dañar al otro ni perjudicarlo.

- La felicidad y estabilidad que te da su amor te hace sentir con mucha más fuerza y energía para mejorar como persona.

- Tenéis planes y deseos conjuntos. No concibes el futuro sin su presencia y tienes muy en cuenta su opinión a la hora de tomar una decisión importante.

- Su amor da sentido a tu existencia. A su lado, tienes la impresión de que la vida, a pesar de que no siempre es agradable, merece ser vivida.

Bien, tengo algo que decir ahora. Si alguien ha leído hasta aquí con algún tipo de interés me pregunto si es que acaso ha tenido o tiene ese tipo de dudas hacia su relación, pasada o presente. Si alguien lo ha hecho por curiosidad, puede haber pensado que sí, que más o menos se trata de "lo de siempre", o sea, la sensación de que alguien puede completar (aquí los más acérrimos defensores del individualismo de la persona hasta el infinito y más allá quizás piensen que "no, nunca, uno puede "ser" plenamente sin necesidad de otra persona"), complementar (bueeeeno, puede, pero "a ver si pensando esto pongo en entredicho que necesito complementarme para ser yo..., y no, no quiero admitirlo... ni siquiera insinuarlo"), o tal vez  enriquecer (mucho mucho mejor, eso sí, "estar contigo me hace ser mejor").

Vale -o fale, como dice mi profesor de alemán desde el día que le dijimos que los catalanoparlantes somos capaces de pronunciar clara y diferenciadamente la "b" y la "v" sin esfuerzo (desde entonces enfatiza esa "f"...)-. Estaba hablando de amor, del amor, de un amor. Pero entonces... ¿qué sucede dentro de la cabeza de quien está sintiendo exactamente eso por alguien, hacia alguien, con alguien o junto a alguien... y sin embargo puede sentirlo "casi" o "parecido" por otra persona?. Ya he tocado en este blog varias veces el tema de la atracción, del morbillo, del deseo... No hablo ahora de eso, y vuelvo a recordar que pienso que nuestro cuerpo -entendido como nuestra parte física, sexual- nace pidiendo poligamia a gritos... y la cultura, las costumbres y la repetición hacen que nos conformemos -aunque el verbo conformarse suene un poco mal, la verdad- con ser monógamos. No entraré ahora a aportar datos o referencias, ya que, habiéndolo dicho Punset, sé que tengo el aval suficiente para que al menos dudéis :P...

Yo hablaba del sentimiento más puro y platónico, nada de cuerpos ni olores ni químicas. Hay una película reciente que toca este tema y que vi hace un par de días; se trata de "Castillos de cartón". No desvelo apenas, es mejor verla, pero diré que donde normalmente hay un dúo encontramos un trío y que todo empieza por un casual... y algunas carencias.  Es de cajón pensar que cuando dudamos de nuestros sentimientos hacia alguien -en el estadio en que aparentemente "todo está bien" y somos correspondidos, solo hay una posible causa: hay algo que no nos termina de cuadrar, convencer, gustar. Ahí tenemos una carencia, un eslaboncito que hace que la cadena no gire del todo. Y con toda la lógica que se puede usar en estos asuntos, podrá ser bastante probable que, cuando conozcamos o intimemos más con un tercero, esa sea la cualidad que más nos atraiga. Atracción, interés, gusto... amor ¿por qué no?

¿Que el todo compensa las partes? sí, seguramente sea así, nadie es perfecto -ni siquiera yo, y esto es un guiño, por supuesto ;)-. Pero que la cualidad que tanto nos gusta en las personas y que oh, no tiene la persona que nos gusta no deja ni tiene por qué dejar de llamarnos la atención en otra gente.  Seguramente, para más inri -el cerebro y sus caprichos-, si resulta que no estamos en el momento que nombré antes de "todo está bien", puede que seamos capaces solamente de ver esa virtud y ser ciegos a los defectos (y eso sin estar aún en modo-enamoramiento-ceguera total).  Y ahora llega el punto en que no es necesario volver a enumerar el proceso por el que algo empieza. A mí me sigue haciendo gracia a estas alturas que digamos -incluida yo- "de este agua no beberé" en este y otros asuntos. Todo empieza un día. Todo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

¿Qué fue de ti?


A José Luis Garci se le tiene mucha manía -al menos en España, como no podía ser de otra manera-. Sin embargo yo, si tuviera ocasión de conocerle, solo tendría palabras de gratitud, porque gracias a él pasé unos memorables martes de cine- nunca mejor dicho-, al ver esa noche y no otras el programa emitido la víspera, lunes (cosas de los vídeos y los DVD grabadores).

Aparte de traerme a mi casa y a mi vida los recovecos del cine, o, como dirían en Radio 5 los secretos de rodaje, me hizo interesarme por él como cineasta, y si bien puede que las películas que he visto suyas no sean de las que pondría en lista de preferidas o altamente recomendables, no se le podrá negar el preciosismo, el detalle y la sensibilidad.

Nunca había visto esa peli. La bajé quizás por ver una referencia en algún lado, ni siquiera del por qué me acuerdo, y mira que normalmente atamos lo que hacemos sin darnos cuenta y simplemente tirando un poquitín del hilo vamos retrocediendo hasta llegar a la causa de nuestro efecto-presente.

Era sábado. Llovía -casi cien por cien de seguridad viendo la que nos ha caído este invierno-; hacía mucho frío -alguien que duerme con calcetines hasta casi entrado el verano no podría decir otra cosa-, y, por supuesto, no tenía conexión para perderme cliqueando de forma sistemática y ansiosa como hago/hacemos muchos.

¿Qué decir? que la vi de un tirón -nada habitual en mi caso-, que me encantó ver cómo era España esos años -otra vez-, que Antonio Ferrandis hizo un papel elegante como pocos, y que Encarna Paso se hizo conmigo a los pocos planos.


Me parece que hasta los treinta años no pensé nunca nunca en la posibilidad de que uno pudiera alejarse de alguien queriéndole. A lo mejor mi microchip de cómoeslavidarealmente estaba un poco en su versión 1.0 y tenía falta de un reseteo o formateo directamente. ¿Qué? las cosas salen bien si hay voluntad por ambas partes, si al final el cariño es lo que prevalece, si teniendo eso... ¿qué impedimentos van a haber?, si mira, contra viento y marea, ahí estamos, valóralo, si...

Empecé hace unos meses a entender y asumir que a veces las cosas suceden porque no hay más remedio, que por mucha voluntad que se ponga -incluso por ambas partes-, a veces las personas se alejan y separan sin más. Me lo contó un amigo una noche. Seguramente yo andaría llorando. Y lloraría en mi versión 1.1.0, es decir, sorbiendo mocos y notando como algo se me rompía a pedazos por dentro. Algo que por mucho empeño que puse, no pudo ser.

Bueno, en Volver a empezar, Antonio y Elena -Antonio y Encarna- se separan un tiempo. Un tiempo, que pudiendo ser semanas o meses se transforma en cuarenta años. Se dice pronto. Causas ajenas, directas, qué más da. El hecho está ahi. Vidas paralelas.

Cuando se reencuentran, en un momento tan "decíamos ayer", solamente después de haber hecho el amor, ella le pregunta tiernamente: "- Y dime, ¿qué fue de ti?"

Escuchar esa frase me impactó, me descolocó, me trajo viejos fantasmas al presente, me afectó...

Y, como digo muchas veces... solo ese ratito me hará recordar esa película para los restos.

miércoles, 13 de enero de 2010

Tesoros


Pensaba hace unas horas en ese tipo de gente al que podría describir como capaz de alegrar a uno, de hacer más cómoda la vida a los que con ella se cruzan, de acompañar, como aquel que dice. La palabra acompañar es mucho más que la que solemos usar... tiene más significado, vendría a decir. En concreto, me quedo -para el caso- con la tercera y cuarta entradas de la RAE: "Dicho de una cosa. Existir junto a otra o simultáneamente con ella", y "Dicho especialmente de la fortuna, de un estado, de una cualidad o de una pasión. Existir o hallarse en una persona".

Si bien esta segunda descripción resulta demasiado demasiado... ¿cómo lo diría yo? relativa a la dependencia (ay que me estoy viendo venir a alguien... :P), no tiene por qué leerse o interpretarse literalmente así, sino más bien como un modo de agradecimiento por lo que implica la propia compañía y todo su significado positivo. Ese "gracias por estar ahi" que tanto agradecemos -decir y escuchar-, sabernos afortunados por haber podido llegar a conocer en algún momento vidil a alguien que nos aportó tantas cosas, que nos hizo pasar tanto bueno a su lado y a quien, de alguna u otra manera, nunca nunca olvidaremos.

Llegar a pensar eso en un momento dado es ya un regalo. Que llegue un día en el que vemos a alguien, en el que somos capaces de verlo, reitero y explico mejor, y que ese alguien siga ahi, en mayor o menor medida que antes, eso qué más dará... eso es ya en sí un privilegio, un hallazgo. Y cuando se halla algo valioso, es como cuando se encuentra un tesoro, ¿verdad?

Bien, encontré un tesoro estos días, y no fue necesario escarbar mucho. A decir verdad, era esencial, lo tuve delante todo el tiempo... y no era capaz de verlo así -aún mirándolo-. Vete tú a saber por qué, por ceguera, por lo que dijo Saint-Exúpery, por lo que dijo Tagore, por mil razones que, repito, vete tú a saber...

viernes, 1 de enero de 2010

Cada luna azul


Decían hace dos noches en la radio que los anglosajones expresan "de Pascuas a Ramos", "de higos a brevas" o "de uvas a peras" con algo tan musical y poético como "once in a blue moon". Este tema, el de la luna azul, es uno de los que más se ha hablado estos días, junto al de la omnipresente -y espero que agonizante ya en unos meses- crisis (al menos en la emisora que escucho cada noche).

Este fenómeno sucede aproximadamente cada dos años y medio cuando en un mismo mes coinciden dos lunas llenas. A la segunda se la llama azul, aunque sea del mismo color que la primera. En 1883, sin embargo, sí se dijo que llegó a verse una luna de ese color, pero fue un efecto causado tras la erupción del volcán indonesio Krakatoa, que llenó la atmósfera de agentes químicos que la tiñeron visualmente de azul durante un tiempo.

La temporalidad con la que hacemos las cosas podría llegar a asustarnos si nos paráramos a ver qué pocas veces son en una vida. A partir de cierta edad las semanas vuelan, algo lógico y universal (aquí y aquí). Ahora, lo normal es decir "hasta pronto", "hasta la próxima", a semanas o meses vista,  y ese pronto, cuando teníamos quince años podía habernos significado toda una vida. Los dos largos meses de verano quebraban algunas relaciones en cierta forma. Quebrarse, no romperse, pero cambiar, al fin y al cabo. Amigos con los que jugábamos a diario hasta junio, llegado septiembre se nos hacían en ocasiones desconocidos, física y mentalmente. Era cada vez un nuevo arranque,  un nuevo "decíamos ayer", que a veces no salía como imaginábamos, no sé si por timidez o porque ya cada cual pensaba un poco distinto del otro, como si esa temporada nos hubiera desamarrado a unos de otros.

A mí el final de agosto me daba cosquillas en la barriga. Tenía ganas de reencuentros, pero a veces se me hacían difíciles los primeros reacercamientos; llegaba un punto en que ese volver a ver se solapaba con aquella última vez, mezclándose dos personas distintas, la que habíamos  dejado al despedirnos y la que re-conocíamos.

Ahora nos sonreímos al despedirnos de la gente; ese mirarnos a los ojos, olernos, escucharnos, vernos reír -qué importante es eso, sobre todo las veces en que uno no ríe a carcajadas ni las escribe, pero sí está riendo-, se esfuma con los dos besazos de despedida y una frase hecha. Nos sonreímos, decía, porque sabemos una cosa que antes no sabíamos: el tiempo es más rápido ahora.

La próxima despedida, para que no sea tan convencional como lo son todas, podríamos sellarla  con los mismos dos besazos pero diciendo: "hasta la próxima luna azul".

lunes, 28 de diciembre de 2009

La chica de la película


Creo que sé por qué me gustan tanto últimamente las comedias románticas -lo que no me gusta es esa denominación que le han puesto...-. En ellas no se dan giros imposibles que no suelen suceder en la vida real; es decir, los sentimientos de la gente no cambian de repente, y si ha habido un camino descendente, nunca nunca se vuelve a subir. No hay ranas besables, ni brujas que se vuelven buenas, ni perdonavidas que recapacitan y se llevan recompensa. La gente, simplemente, cuando ve que algo no funciona, hace borrón y cuenta nueva. Cambia. Las situaciones suceden,  un poco aceleradas (al fin y al cabo son ficción), pero siguiendo su curso natural.

Ayer tuve una conversación que más pareció un diálogo contra un espejo. Por momentos no podía creer que lo que escuchaba no hubiera sido dicho o pensado por mí antes. Fue tal la empatía que dejo aquí  -por si lo lee esa persona- una frase genial de una peli que me gustó bastante. Se trata de The Holiday, y la escena transcurre en un restaurante. Un viejo guionista de Hollywood le dice a Iris (la siempre adecuada Kate Winslet):

- "Te dejó; no es difícil llegar a esa conclusión. Iris, en las películas están las protagonistas y las amigas de la chica. Tú, te lo aseguro, eres una protagonista, pero no sé por qué actúas como la amiga de la chica".

sábado, 5 de diciembre de 2009

Proceso







Esta entrada la escribí una tarde de agosto en mi cabeza. Viví el proceso a tiempo real desde las dunas de mi playa, y me sugirió varias cosas. Observar que algo surgía de la nada, se iba formando, cambiaba de aspecto alcanzando el cénit, empezaba a diluirse y terminaba por desaparecer me pareció muy simbólico.

Por supuesto, con lo que largo :P, iba un texto acompañando a cada fotografía, que he decidido borrar -de mi cabeza y de la entrada-.

Os invito, una vez más, a ver cómo todo en la vida es un proceso, e incluso tiene un sentido.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Barbecho


Hace un ratín me vi en esa situación tan habitual -a la par que desquiciante- en la que tienes la taza de leche con Nesquik demasiado caliente y tienes que salir en pocos minutos pitando al cole y al curro. Hice el truqui ese tan socorrido de cambiar el líquido de taza varias veces hasta que pudo ser bebible sin machacarme la lengua y la garganta en el intento.

Y claro, como no podía ser menos, asocié que si tanto tocamiento lechil lograba enfriarla, de igual forma pasaba a veces con las personas. ¿Cómo? pues recordando la gracia que me hizo leer en su día que, después de la frase tan bonita que alguien había puesto de "el roce hace el cariño", otra persona quizás más quemada que la pipa de un indio, replicó: "... o una buena rozadura".

Ayer justamente pensaba en el sistema de barbecho en la agricultura, en el que no es que se abandone la tierra, sino que simplemente se deja estar un tiempo para que recupere humedad y nutrientes naturales. Cuando era más jovenzuela y tenía más acné en la cara que ahora, recuerdo que  me la limpiaba de continuo con jabones agresivos, a veces tres veces al día, en un intento de purificar la piel. El efecto que conseguía -eso lo supe después-, era el de rebote total, y a más agresividad y tocamientos, más empeoraba el asunto. También leí en su día que Cindy Crawford pasaba en ocasiones todo el fin de semana entero con el pelo pringado de aceite de oliva en una coleta, dejándolo sin lavar dos-tres días, para darle tiempo a segregar sus lípidos naturales, tan protectores ellos.

En el caso de las personas, soy firme partidaria del riego, aunque sea con cuentagotas. Ahora uno coge el móvil y en dos minutos da un toque en forma de sms, o entra al facebook y utiliza el sistema así llamado "dar un toque" (que por cierto, no sé realmente en qué consiste), o manda un mail, o...

El efecto del tiempo en que la tierra deja de ser tocada, descansa tranquilamente y es ella en su mismidad, parece ser que a la larga es totalmente beneficioso. Como todo en la naturaleza tiene una relación, a veces para pensar de otra manera deberíamos sentarnos y observarla. Lo de que sea sabia no es un simple dicho.

Me parece que casi todos podemos pensar en un ejemplo que nos haya pasado con alguien al que después de un tiempo sin tratar hemos mirado con otros ojos -y al contrario también, él a nosotros-. Dejar que los pensamientos se nutran de recuerdos, se reinstalen, se filtren...; observar si ha dejado poso en nosotros, si ese poso nos vale la pena, si lo dejamos como parte de un pasado y una etapa, o nos apetece volver a intentarlo.

martes, 24 de noviembre de 2009

Siete


Una tarde de este pasado verano, un recuadro pequeñito en El Jueves llamó poderosamente mi atención. La revista se iba de vuelta a Valencia, y no venía al caso recortar ese trocín. Cogí una libreta tamaño cuartilla de tapas duras y violetas que compré en el chino (hacía mil años que no compraba una libreta para mí), y apunté el artículo por entero:

"Según una encuesta realizada por el sociólogo Gerald Mollenhorst, perdemos a la mitad de los miembros de nuestra red social cada siete años. Pasado este tiempo, solo conservamos a un 30% de nuestros amigos, o bien de aquellos que nos echan una mano si los necesitamos. Del estudio también se deduce que hacemos amigos no según nuestros gustos, sino según las circunstancias, los lugares que frecuentamos y nuestra vida laboral".

Aquí explican cómo se llevó a cabo esa encuesta.

Hasta entonces, yo relacionaba el número 7 con ciclos vitales y potenciales crisis de pareja, además de la asociación que nos hicieron  los Pixies  (si el hombre es el 5 y el diablo el 6, entonces Dios es el 7...), y  que el Catolicismo -por poner el ejemplo que quizás más conozcamos- le proporcionara una enorme simbología (séptimo día, siete sacramentos, siete pecados capitales, siete arcángeles, siete sellos abiertos en el Apocalipsis antes de que se desate la ira de Dios...)

Bien, aunque no se trata de recordar fechas y maldecirlas o bendecirlas (antes de, después de...), tampoco uno puede evitar que algunos actos anuales nos hagan más conscientes de esos cambios que han ido sucediendo. Uno de esos actos, para mí, es el tema de las postales de Navidad. Desempolvé esa costumbre hará tres diciembres, coincidiendo con el cambio de vida que experimenté. No sé si fue como parte de esas promesas que nos autohacemos cuando decidimos empezar de nuevo, pero quise tener ilusión de ir a comprar postales alemanas, con sus tonos tierra y sus brillos plateados y dorados, y dedicar un ratín, sentada en la mesa, a personalizar palabras, tratando de lograr una letra legible (ejem) dentro de las posibilidades -una es demasiado rápida a veces escribiendo, y así sale-. De la misma manera, elegí la postal según me resultara más adecuada dependiendo de a quién fuera dirigida.

Pronto se acerca la fecha, no es cosa de esperar hasta avanzado el mes de diciembre. Y lo que son las cosas, justamente hoy, pensando en eso, llegué a casa al mediodía y enchufé la tele. No recordaba que estaba sintonizada en el canal  FDF, y le dí al botoncito, yéndome a la cocina a mis cosas.

Entonces sonó la canción que tanto me gustó escuchar durante tantos años. Me gustó de siempre su melodía, me gustaron prácticamente todas sus versiones (aunque me decanto por la de Raimundo Amador). La escribió Emilio Aragón. Y dice así:
"¿Quién podía imaginar
que volvería de este viaje?
Será porque echaba de menos
tanto tiempo sin hablarte..."


A veces, las coincidencias llegan a asustarme...