Hace unos días leíamos
esto en el Blog de Amtispan. Quien me conoce sabe que es uno de los temas que más me toca la moral, por decirlo de algún modo como dejándolo caer - y por no decir directamente que es uno de los que más tarrofagias es capaz de causarme... uy, ya lo dije - :). Como creo que ya hay mucho dicho por mi parte, preferí no comentar nada allí. Tengo una etiqueta con letra mucho más grande que las demás llamada
"Relacions", y ahi puede verse mi
evolución/no-evolución/avance/retroceso/concluyendo... loop en este asunto. Y sí, como dice ella,
los años y decepciones (sic) nos hacen aprender. Podría decirse que hacen bien su trabajo -aunque matizo que en ocasiones las segundas hacen mal el suyo, pagando luego justos por pecadores-.
Bueno, pero venía a otra cosa, aunque lo he hilado con su texto y luego veréis por qué.
Hace pocos días entrevistaron en la radio a
Joaquín Leguina con motivo de la publicación de su último libro
"La luz crepuscular". La mayoría de nombres de políticos me suenan, puedo asociarlos a su partido político e incluso a algún ministerio/s, pero quedan como eso, como nombres de señores de edad indefinida, pelo cano y gafas la mayoría de las veces. Sería como si el
todo del típico político de renombre o ministro -el que usaríamos en una viñeta, caricatura o chiste-, fuese el que se me queda. Nombre, cara -más o menos-, y tendencia, pero el
todo, no él como individuo.
Y entonces, como me pasa muchas veces con otros nombres tantas veces leídos o escuchados en las noticias, hasta que no le escucho hablar, de viva voz, como persona corriente, un simple nombre de político no me hace tener la curiosidad de acercarme a su biografía, su trayectoria, su literatura, y queda como en el cajón de "Política".
Algunos sabéis - y si no lo sabíais lo sabréis ahora-, que tuve un brevísimo pasado con muchísima afición a la misma, que incluso me llegué a meter en listas, y que precisamente fue esa experiencia la que me hizo alejarme de ella más que acercarme, siendo bastante escéptica y no casándome con nadie en la actualidad -aunque, eso sí, votando todas las veces (señal de que aún me queda una miajita de esperanza en la especie política)-. Conociendo esto, podréis entender por qué el cajón ese me produce bastante indiferencia en la actualidad.
Pues a este señor daba gloria escucharlo, con esas risas, esa ironía, esa retranca... y en una de esas, el locutor le pregunta sobre su éxito con las mujeres, distendiendo todavía más la charla. Y Joaquín responde (más o menos, que no recuerdo las palabras exactas):
- "Ah, pero no, no tenía éxito. Yo me sentaba a esperar, y al final, si ellas elegían bien se quedaban conmigo".
Y ahi es donde yo vi la clave de todo, como "el rovellet de l'ou", que decimos aquí. Se trataba de eso... (aquí cara así asombrada :O). Cámbiese éxito con las mujeres por, yo qué sé, relaciones sanas con los demás. Fuera mal rollismo, fuera caras largas porque alguien no nos quiere (ni como quisiéramos que nos quisiera, ni a su manera, ni de ninguna otra forma, sin adornos ni florituras: no nos quiere). Ellos eligen, nosotros elegimos. Si al final todo se reduce a eso, no hay que intentarlo porque sí. No hay que obligar a que estén, a que continúen, a que se queden, a que no se vayan. Ellos eligen. Nosotros somos como somos, y lo más contraproducente siempre siempre es forzar. Forzar encuentros porque sí, forzar feedback porque sí. Escribo una carta, escribo un mail, hago una llamada, mando un sms. Porque sí, eso tiene que ser porque sí. La elección de quien no responde: porque no ve necesaria una respuesta, porque no le apetece, porque no le apeteces, porque no le da la real gana -y mira que detesto esta expresión-, porque se la sudas... es la elección de otra persona, legítima, impepinable. Y tú sigues siendo el mismo. Siendo tal y como somos, sin cambiar un ápice ni pretenderlo, para unos seremos una joyita y para otros mierdecilla pura, así de simple.
Siendo capaces de gustarnos en algunas ocasiones, en días radiantes; tal vez no soportándonos delante del espejo otros días, con esas greñas y esos granos y otras veces viéndonos incluso pasables, resultones. Escribes, hablas, de esto, de lo otro, unos días más inspirado, otros de manera penosa, y así te relacionas, como ellos contigo. A ti te prende alguien, tú no le prendes tanto, o apenas, o casi nada, o en absoluto. Y su elección, tu elección , cuando decide si sigue queriendo estar contigo, hablar contigo, o cuando decide desaparecer de tu vida o no aparecer más por mil motivos, por jartura, porque eligió, porque hay otras prioridades y tú has ido quedándote abajo, más abajo, abajo del todo. ¿Y qué? ¿Y cuando eres tú quien lo hace? ¿Qué más da? ¿Por qué comer arroz caldoso si prefieres mil veces tortilla de patata, si te cuesta exactamente el mismo esfuerzo hacer una cosa que la otra y tienes los ingredientes, está en tu mano, y haces lo que te sale, lo que te nace, lo que te apetece?. Ni más ni menos.
Entonces, Lady, perdón, Amtispan, te propongo que nos sentemos, tú en el Mediterráneo norte, yo en el Mediterráneo más hacia el sur pero no tanto, y veamos crecer la hierba. Sin cerrar puertas, como dices tú, pero también sin pensar tanto, sin preguntarnos tantas cosas, cuando tenemos también la respuesta y es aplicable a otras preguntas que se hagan sobre nosotras.
"No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más" (Thomas de Kempis)