lunes, 13 de febrero de 2012

Oda a la dulzura

(Un trocito de belleza sobre una mano)

La vida de uno parece enmadejarse a veces, y al tirar del hilo y mirar desde muy cerca, se muestran ante nuestros ojos las decenas de hilillos-bebé que forman parte de él -de ella-, como los vellitos de los brazos, que aparecen y desaparecen del mundo según les dé la luz. Son como nuestras experiencias, tan importantes... mientras duran. Ahora nos morimos de llanto, luego nos morimos de risa. Y siempre es así, con independencia del mundo más allá de nuestra aura, de esos 45 cm aproximados de proxemia. Viéndose o no esas hebras, el hilo sigue ahí.

Cada vez noto, afirmo y me convenzo más de que partimos de la felicidad completa, y la vamos boicoteando, descoloriendo, poniendo fea, y lanzando a perder... porque nos da la gana.
Osho nos habla de cumbres y valles; inexistentes unas sin los otros, y nos invita a disfrutar de ambos estados. Pero nosotros estamos cumpliendo años -no somos una doctrina inmortal ni una utopía-, y soñamos con algo estable, pacífico y constante, como una colina de verde terciopelo. Pensamos que "si..." nos dejaríamos caer sin miedo al daño, al despeñe tantas veces repetido, al precipicio, y nunca nunca lo hacemos por estar esperando no se sabe bien qué. Pero podemos probar ahora a tumbarnos y soltarnos, ya que ese condicional no es real. Y seguramente nos sorprendamos al ver que llegamos suavemente al fondo, exactamente de la misma manera, sin el "si...". Porque una colina tiene algo en su nombre que evoca dulzura y tranquilidad, y existe si queremos que exista. Así de simple.

Nada nuevo bajo el sol... Anoche me preguntaron :"¿existe eso?" yo creo que sí; el campo mismo con todos sus matices, el monte con sus vistas y esa sensación al llegar arriba de "meta alcanzada", una costa de la Calma llenita de piedrecitas de la gratitud para buscar y regalar, la conducción sin prisa solo para oír música y sentir cosas... entre un obvio y largo etcétera. Todo eso YA existe. Azorín lo (d)escribió así de bonito: "Entre todas las alegrías, la absurda es la más alegre; es la alegría de los niños, de los labriegos y de los salvajes; es decir, de todos aquellos seres que están más cerca de la Naturaleza que nosotros"

Ben Bridwell repite en una canción que me encanta: "The world is such a wonderful place" y me duermo con una especie de nana pesimista pero con una melodía tan dulce que es imposible que no haga sentir bien. Un regalito si alguien ha leído este texto. Hoy prohíbo estar triste sin motivos serios :):

(Sweet, sweet, The Smashing Pumpkins)



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