domingo, 4 de noviembre de 2012

Una cárcel con aroma a talco


(L'Apollonide)

Me consta que hay ya -al menos- una crítica extraordinaria de esta peli, pero somos circulitos con tentáculos alcanzando a contactos, a "amigos de", a gente que solamente rebota, y cada onda expansiva de opinión se añade a la anterior, y aparte es que me encanta saber cómo piensa cada persona sobre lo que sea que a mí me haya gustado tanto tanto.

Empezó en mi multimedia sin haberla ido a buscar, solo iba siguiendo a la anterior -las cosas casuales-, y no sé el tiempo que había estado esperándome, sin ninguna señal ni recordatorio, ni haber salido en ninguna conversación de hacía poco, y puede que ni siquiera de hacía mucho. 

Empezó como digo, y de entrada no me apeteció nada seguir viéndola porque la música no me cuadraba con la imagen, pero los domingos tarde es lo que tienen, que da hasta pereza usar los dedos sobre el mando...

Y de un grupo de delicadas y perfumadas prostitutas, con una fotografía preciosísima y unas pieles inmaculadas, fueron surgiendo historias personales, y de un entorno lujoso y calmo, de ademanes lentos y elegantes, fueron surgiendo las frustraciones, la tristeza -la bella tristeza...-, y entonces el sexo dejó de ser bonito viéndolo a través de esas miradas jóvenes y tristes. Y también la vida "cómoda", que en un principio me pareció tal vez una de las mejores opciones con las que vivir en otras épocas más complicadas socialmente, se fue volviendo más y más claustrofóbica. Como suele suceder, desde dentro el color apestaba, y desde fuera todo parecía un bello cuadro, con curvas y tonos perfectos.

Y empaticé con cada una de esas personas; en algún momento me vino el llanto y ya no pude dejar de llorar en toda la película, porque todas eran historias ya escritas en las cartas que, precisamente, una de las chicas lee al resto. Lo que está escrito la mayoría de las veces uno ya lo sabe, y acumula un halo de fantasía que anula esa certeza. Entonces es cuando uno decide vivir realmente al día.

Todas esas vidas, empezando en diferentes estadios, años y edades, tenían un único final asumido la gran mayoría de las veces. Conformidad, una de las palabras que todo amante de la libertad debería descartar.

Todo un gran eufemismo con aroma a perfume francés y polvos de talco.

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