Esa noche volví a despertar de madrugada. No era insomnio, era solo que ya había dormido suficiente. Como hago muchas veces en esos casos, me coloqué la radio en los oídos -bueno, los auriculares, no vaya a ser que...-, y aunque la primera en mi dial es Radio 5- , esta vez di un repasito por varios canales, parándome ante una conversación fluida y atrayente en la SER.
Se llamaba Julia y hablaban de un libro suyo. Al principio dudé si Julia Otero habría escrito algún libro últimamente, pero no, lo descarté al escuchar -para mi alivio- una voz mucho menos nasal que la suya. Una voz suave contando cosas con pasión, subiendo y bajando el tono de manera tal que hubiera pasado horas escuchándola -no como los plomos que hablan siempre en monotono y se hacen insufribles, que dijo un sábado de abril María Teresa Campos :P-.
Julia Navarro, vaya. No la he leído, y confieso que descarté regalar un libro suyo a mi madre por temer que fuera otra más de las siguieron la estela del Código da Vinci -que tampoco he leído, por cierto-. Pero cómo cambia cuando "conoces" a la persona, ¿no? Ya comenté algo parecido de Joaquín Leguina. Hay gente interesante detrás de nombres comunes, hay voces interesantes detrás de gente de la que oímos hablar alguna vez en la vida y de la que nos formamos una idea a base de prejuicios, injustamente.
Cuando acabó la entrevista pensé en el valor que tiene para mí una buena conversación. Procuro no dejar pasar ninguna y, cuando encuentro a una persona capaz de proporcionármela y de notar que disfruta de la que yo soy capaz de darle, trato de no dejarla escapar, de mantener el vínculo sea como sea, como Sheherezade hilaba sus mil y un cuentos para no perder la cabeza.
Una asignatura en las escuelas que vendría bien para la vida sería la oratoria, como hacían los griegos, porque ¿de qué sirve tener muchos conocimientos si luego el habla es aburrida y gris? sí, se tendrá un buen trabajo, se llegará en ciertos aspectos "a lo más alto" -profesionalmente hablando-, pero nadie busca esa compañía para compartir su vida -por completo o a pizquitos y ratos-.
Una asignatura en las escuelas que vendría bien para la vida sería la oratoria, como hacían los griegos, porque ¿de qué sirve tener muchos conocimientos si luego el habla es aburrida y gris? sí, se tendrá un buen trabajo, se llegará en ciertos aspectos "a lo más alto" -profesionalmente hablando-, pero nadie busca esa compañía para compartir su vida -por completo o a pizquitos y ratos-.
Habla poquísimo de ti, poco de los otros, mucho de las cosas
(Paolo Mantegazza)