Nada más estrenar septiembre subí de nuevo por aquella carretera y se ve que me picó un bicho o algo que me contagió tristeza. El verano fue bastante más entretenido que los
anteriores, llenito de risas, planes y un par de ilusiones enterradas... pero la picadura ha sido tremenda. Todavía me dura la roncha, y la consecuencia son unas tremendas ganas de lagrimear. Tantas ganas que he tenido que escribirlo, después de no apetecerme durante semanas... puede que porque cuando uno está alegre y bien no necesita ir llorando por los rincones. La conclusión debe ser pues que estoy triste.