No recuerdo cuándo empecé a quitar importancia a "las fechas importantes", la verdad. No sería de un día para el otro, ni por ninguna pataleta de la que recuerdas el motivo y por tanto, puedes situar fácilmente en el tiempo con un antes y un después, pero si fue algo gradual, debió ser seguramente cuando la gente empezó a olvidarse de los míos.
Digo yo que debí creer que era ley de vida, que los años felices de los Reyes Magos, Navidad y cumples habían quedado atrás con mi inocencia, y que llegada a la adultez, "es lo que tiene".
El día que nací, bueno, mejor dicho los siguientes, je, siempre nos pillaba a casi todos los de casa en plena campaña de producción de naranja, en días sin demasiadas horas libres, ni sábados ni domingos. Unos metidos a cortarla, otros a que se la cortaran, otras como locas empaquetando, o calibrando, o destriando, o...
Recuerdo habérselo reprochado un par de veces a mi madre, y ante su respuesta...
"¿Cómo quieres que me acuerde, si no sé en qué día estoy?"
... pues como que me mentalicé, y me hice a la idea de que cuanto más mayor menos importante era para el resto.
No sé, digo que aquello sería la excusa perfecta para que en casa se olvidaran de ese día y fuese solapado y condenado al ostracismo entre muchos días parecidos, que en lo único que se diferenciaban básicamente era en que en aquellos no tenía nada que celebrar ni conmemorar.
Más tarde, sí recuerdo que cada vez menos personas -imagino que algunas con una agenda en sus ordenadores y otros con buena memoria- seguían acordándose de ese día, y quieras que no, como que fui perdiendo interés (o haciendo como que lo perdía...). Pensé que esos días chulos habían quedado en los ochenta, y que a partir de la veintena, una ya no tenía derecho a ilusionarse consigo misma, ni siquiera una vez al año, y que a nadie importaba que un sábado a la una y pico del mediodía de hacía veinticinco, veintiséis años, había venido al mundo, fuera para lo que fuera.
Celebré mi último cumple pues de manera simbólica a los veinte años. No fue con mi familia, sino con el extenso grupo con el que salía entonces. Tampoco aquel fue especial, porque éramos varios los nacidos con pocas semanas de diferencia y lo celebramos tres a la vez. Impersonal a más no poder, vamos.
A partir de ahí, como que me hice tan práctica que me empeciné en admitir que todos los días eran iguales, que un número concreto de un mes concreto era solo una circunstancia, ni más ni menos, y que poco había cambiado el mundo por haber nacido otra persona. Así pues, aprendí esa coletilla y la suelo largar a la mínima ocasión, como digo: "no sirvo para los números", o "se me da fatal la Historia"...
Dejó también de importarme la Navidad, el día de mi santo (uno de los dos), las Nocheviejas, el Año Nuevo, el día del Trabajo... y preferí desde entonces vivir todos los días como días, sin ponerles adjetivos "de".
Ahora pienso que fue más bien una manera de autoprotegerme y autoconsolarme cuando, llegado ese día, cada año se acordara de mí un número menor de gente.
Y no creáis, a todo se acostumbra una, y de esta forma los días pasan a ser todos del mismo color, como sin picos, ni altos ni bajos. Lo paradójico de la cosa es que nunca dejé de recordar ni felicitar el aniversario de toda la gente que ha significado algo en mi vida desde que era pequeñita hasta ahora.
Bueno, pues resulta que hablando con un amigo el otoño pasado, y dándole toda esta explicación detallada y explicada, me dijo algo que me hizo casi llorar:
-"Claro que fue un día importante. Debes tenerlo en cuenta, no es un día normal. Naciste tú"
Y ese momento, como que me cayeron todas las caretas de indiferencia, y todas las barreras emocionales, y admití dentro, muy dentro, que en realidad me encantaba que la gente recordara ese día y lo asociara con mi persona, y que tuvieran un detalle, una palabra, una línea de sms. Que no era indiferencia, sino tristeza por volverse uno tan insignificante, por verse y admitirse tan olvidado.
Ahora que soy madre, procuro que mi hijo sepa que cada seis de noviembre es uno de los mejores días del año, y lo seguirá siendo. Que nació un jueves, que eran las cuatro y diez de la tarde, y sobre todo, y lo más importante, que no llegue nunca a menospreciarse ni a olvidarse de él mismo.
Según estaba leyendo te iba a decir algo similar. mi cumpleaños apenas se distingue de cualquier otro día, pero me encanta celebrar el 5 de agosto que llevo 9 años junto a mi hijo. Yo no recuerdo mi nacimiento, pero sí el suyo, y es el día más importante de mi vida.
ResponderEliminarPor lo demás, no creo que sea indiferencia de la gente el que no se acuerden. Es que cada uno estamos muy metidos en nuestras cosas y a veces se nos pasan detalles importantes, pero no es desgaste, no es desidia. Es la vida.
Besos.
...la
ResponderEliminarrisa
es
loro
oro
de
niños
con
pan
del alma
encendido
la
vela
del
cumple
años
abierto
de
sus
corazones...
desde mis ---horas rotas--- te sigo
per majo con iluison compartida , y como
bien dices y en mi aula he puesto ...
...nada es lo que parece... todo tiene
una explicacion ...y esa la da el tiem-
po mas la vida si se indaga en ella...
con un fuerte abrazo...recibe
afectuosamente per majo :
jose
ramon.
M'ha agradat el teu Blog!
ResponderEliminarA partir d'avui et seguiré!
És curiós, però a vegades a mi també em dona la sensació que cada cop son menys les persones que donen importància als dies senyalats, o més ben dit, els meus dies senyalats...jeje
Salutacions!
Edurne
Por cierto, me encanta el dibujo del no-cumpleaños, soy super fan de Alicia. ;)
ResponderEliminarHola, qué alegría leeros, de verdad...
ResponderEliminarCris: ya, cada cuál vamos a nuestra bola, precisamente esta mañana una de mis amigas de la infancia me ha dado una noticia malísima y yo estaba tan pancha sin haberme enterado :(.
Todos olvidamos cuando no nos atañe directamente, nos despistamos ante hechos, vivimos con prioridades, casi siempre nuestras prioridades, pero no sé, ya sé que no puedo pretender que el resto haga lo que yo haga y sea como yo soy, pero si a mí me cuesta tan poco tener un mínimo detalle, ¿qué causa que los demás no lo tengan? En fin...
José Ramón, bienvenido, asturiano (con lo que me tira a mí la mitad norte peninsular...Gracias por tus versos, y sí, espero que el tiempo acabe dándome una explicación a muchas cosas.
Edurne, qué gozada tu edad, y qué bien escribes (te estoy visitando ahorita...). Disculpa si te respondo en castellano, pero así me ahorro el doble texto en este blog ;)
Hasta pronto
Pues para no tener una sobredosis de empalagamiento se podría ver un cumpleaños como una acción más de redondeo matemático del que estamos acostumbrados los humanos a hacer para referenciar nuestro paso por el mundo, con lo cual quedaría como una simple cuestión de cálculo; pero si a esta cuenta simplona le damos el componente emocional de que viendo los tiempos que corren con la cantidad de personas que mueren a cada segundo (y también nacen, no hay que ser derrotista), con los transgénicos, la contaminación, y todas las movidas en las que hemos metido al mundo,seguimos por aquí, está claro que se puede celebrar el haber llegado hasta el redondeo presente porque tiene su mérito. Con lo cual podemos tener este día como una celebración además de que en cierto día como hoy nacimos, hemos llegado hasta aquí y de camino nos encomendamos (cada cual a lo que crea como si es a sí mismo) para volver a reencontrarse en el próximo redondeo/cumpleaños
ResponderEliminarEn estas cuestiones como en el sentimiento de felicidad, de libertad o de tantas cosas no creo que sea muy recomendable supeditarlo a lo que los demás hagan o dejen de hacer. Si crees que tienes motivos para celebrar hazlo con o sin gente. No es necesario hacer una fiesta para celebrar. Darte un capricho, coger el dinerito de la hucha y comprarte algo que te gustaba desde hace tiempo, verte con alguien a quien te apetece ver desde hace tiempo (sin necesidad de decirle que es tu cumple, simplemente es tu regalo)...son tantas cosas las que podemos y debemos hacernos que si las dejamos en pos de la iniciativa de otr@s, podemos darnos por jodidos, porque evidentemente no tiene sentido que nos fastidie que los demás no se acuerden y como medida de protesta nos inocuamos una dosis de alzheimer natal.
En fin, como de niño fuí monaguillo algo de los sermones se me ha quedado. Amen y podeis ir en paz.
Besos.