sábado, 21 de abril de 2012

Junio

(Berthe Morisot, Pastora tumbada)

Junio me golpea suavemente en la cara. Tumbada en el campo, probando la macro de la cámara gracias a mil bichitos que modelan para mí, permitiendo ser acariciada por el clima seco de color paja que enmarca el mundo. El mundo que yo veo, de dentro hacia fuera. De mis ojos al cielo.
"A veces, en una mañana de verano, después de haber tomado mi baño habitual, me sentaba en la asoleada puerta de mi casa, desde la salida del sol hasta el mediodía, transportado en un ensueño, en medio de los pinos..., en soledad y tranquilidad imperturbadas, mientras los pájaros cantaban alrededor, o volaban sin ruido a través de la casa, hasta que el sol, entrando por la ventana del oeste, o el ruido de algún viajero en la distante carrera, me recordaban el transcurso del tiempo. (...). Tenía esta ventaja, en mi modo de vivir, sobre aquellos que están obligados, para divertirse, a dirigir su mirada hacia fuera, hacia la sociedad...; mi vida se había vuelto mi diversión y nunca cesaba de ser nueva." (Walden)
Junio sabe a miércoles, a monte y playa. A final de curso y final de etapa. A soledad calmosa. A despedidas de la gente del invierno... y reencuentros con la del verano. A comienzo de fiestas en los pueblos, de medias jornadas, luz y aire libre. A replanteamientos, inspiraciones.

Me siento al sol, y veo tras los párpados cerrados ese color naranja que me llena de optimismo. Plenitud. Junio nos concede otra oportunidad después de muchas muertes.




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