Cantaba con esa voz gangosa y tristona que la había conocido en un 7-11. Y nosotras revolviendo vinilos arropados en cartones viejunos y descuidados en aquella habitación de tres camas y media, llena de pilas de ropa sucia de hermano mayor.
La ventana daba a una montaña. Decía que, cuando estaba triste -que era casi siempre-, solamente asomaba, la veía y todo lo feo se le iba como mágicamente. Fue lo primero que me vino a la cabeza cuando recibí aquella carta en papel en la prehistoria de lo que somos ahora y leí que a sus padres les embargaban la casa. Se le iba todo: la habitación de tres camas, la suya, aquella ventana y su montaña.
Nuestros recuerdos olían a perfume de mujer mayor queriendo ser sensual, y nuestros colores eran el negro en su versión más profunda, más azulmente matizada -como los reflejos en el pelo de los dibujos animados- y el rojo más vivo en detalles pequeños: labios, zapatos, pins. Los sábados tarde se olía a amoníaco, a pelo quemado y a cera recalentada.
No sé si balanceando lloramos más que reímos o casi casi igual. Me apenaba saberla y sentirla tan desgraciada y sentirme yo impotente, incapaz de conseguir con todos mis poderes mentales y mi cabezonería que dejaran de hacerle daño de una puta vez. A veces los dichos son ciertos, pero muchas más son mentira absoluta y totalmente, y ella no merecía ser usada como una muñeca de látex ni acabar llorando encerrada en su cuarto cada domingo después de cada uno de aquellos sábados... y más siendo tan joven.
Nosotras... el resto... yo, fantaseando con besos de asiento de atrás. Ella... tratando de terminar de hacer el amor y que la persona recostada a su lado no se levantara con premura o le dijera de marcharse directamente, dejándola como un trozo de algo inútil, prácticamente igual que un trasto al que machacamos sin un mínimo de delicadeza hasta estallar -él o nosotros- porque sabemos que si se rompe... pues casi que mejor.
No más tristezas en esta historia. Ella ahora empieza a estar bien. Se la quiere -como merece- por fin. Está radiante y luminosa.
La ventana daba a una montaña. Decía que, cuando estaba triste -que era casi siempre-, solamente asomaba, la veía y todo lo feo se le iba como mágicamente. Fue lo primero que me vino a la cabeza cuando recibí aquella carta en papel en la prehistoria de lo que somos ahora y leí que a sus padres les embargaban la casa. Se le iba todo: la habitación de tres camas, la suya, aquella ventana y su montaña.
Nuestros recuerdos olían a perfume de mujer mayor queriendo ser sensual, y nuestros colores eran el negro en su versión más profunda, más azulmente matizada -como los reflejos en el pelo de los dibujos animados- y el rojo más vivo en detalles pequeños: labios, zapatos, pins. Los sábados tarde se olía a amoníaco, a pelo quemado y a cera recalentada.
No sé si balanceando lloramos más que reímos o casi casi igual. Me apenaba saberla y sentirla tan desgraciada y sentirme yo impotente, incapaz de conseguir con todos mis poderes mentales y mi cabezonería que dejaran de hacerle daño de una puta vez. A veces los dichos son ciertos, pero muchas más son mentira absoluta y totalmente, y ella no merecía ser usada como una muñeca de látex ni acabar llorando encerrada en su cuarto cada domingo después de cada uno de aquellos sábados... y más siendo tan joven.
Nosotras... el resto... yo, fantaseando con besos de asiento de atrás. Ella... tratando de terminar de hacer el amor y que la persona recostada a su lado no se levantara con premura o le dijera de marcharse directamente, dejándola como un trozo de algo inútil, prácticamente igual que un trasto al que machacamos sin un mínimo de delicadeza hasta estallar -él o nosotros- porque sabemos que si se rompe... pues casi que mejor.
No más tristezas en esta historia. Ella ahora empieza a estar bien. Se la quiere -como merece- por fin. Está radiante y luminosa.
Y todo esto por haberla visto hace dos días... y por una canción de los Ramones.
PD: nuestros recuerdos no hubieran sido los mismos si no hubiéramos conocido el Pleasant Dreams ;)
PD: nuestros recuerdos no hubieran sido los mismos si no hubiéramos conocido el Pleasant Dreams ;)
No lo han dicho en la previsión del tiempo pero se nota: últimmente hacen días melancólicos...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho... Y Los Ramones lo han rematado ;)
Besos...
Ay Cris, yo creo que me acomodé a este tipo de días :). Río todo lo que puedo, pero siempre hay un algo, una amargor...
ResponderEliminarEsta amiga ha colgado el "Happy End" -por fin-, y no sabes cómo me alegré :)
Besetes