Oscurecía sobre las cuatro de la tarde. Las bayas, a esa hora y con ese matiz del anochecer tenían un rojo perfecto. Rojo, verde, negro... y la acidez... y la bruma, y el rumor del bosque. La humedad metiéndose por la nariz. El gorro de lana gris en la cabeza, las mejillas rosy pink, como solían decir los chicos del staff entre mugs y mugs de té con leche y largas conversaciones. Dentro, el olor inconfundible del lavavajillas industrial; a día de hoy soy incapaz de definirlo, y si lo volviera a oler -aunque fuera de pasada, sabría cuál es al instante, con la certeza que se tiene en determinados momentos: eligiendo una prenda de ropa a la primera, enamorándote de una canción con una única oída o poniendo el nombre justo a lo que sientes en un instante determinado. Algo que no se parece a nada que ya conoces; no mejor -eso solo es capaz de saberse a largo plazo-, sino diferente, fresco, virgen; y que te da la oportunidad de partir de cero, habiendo dejado equipajes que fueron valiosos en su día y que quieres con locura, pero que ya forman parte de otro lugar... y otro tiempo.
Cariños, buenos sentimientos, antiguas risas y más o menos recientes vibraciones. Vibrar-movimiento- cambio... Puertas cerradas, pero suave, muy suavemente. Lágrimas, a veces inevitables, pero no siempre de tristeza. Dejar hacer, dejar ser, dejar sentir, saber que la vida es ir cubriendo etapas. Y que termina lo fuerte y queda el rescoldo de lo bueno, que si fue bueno de verdad siempre formará parte de nosotros. Pero dejar ir, dejarnos ir, dejar que se vayan, dejar que nos vayamos... para estar mejor, para que estén mejor, para no sufrir ni hacer sufrir, y para vivir otras vidas y que otras vidas sean vividas. Libre y suavemente alejarse, alejarse... pero con una sonrisa en los labios y una mirada serena.
Las tardes que librábamos subíamos a la segunda planta del Arcade a Kelly's Records. Todo el mundo compraba Cds... pero mi paga no me llegaba. Y compramos cassettes de segunda mano: Bauhaus, Joy Division, Pixies... y Smashing Pumpkins.
Destapado como la caja de Pandora llegó ese doble disco de nuevo a mi vida estas semanas.
El cielo estrellado, y un ángel melancólico siendo parido por una estrella. Todos los melancólicos debemos tener un poco de eso, de ángeles, pese a no creer en ellos, como no creo que exista gran cosa más allá de lo que puedo ver, oír o tocar. Pero a veces llegamos en los momentos indicados, y en los momentos indicados vamos saliendo poco a poco de la vida de los demás. Y alguien te dice: "llegaste como un ángel", o "gracias", y, aunque al principio no sabes bien cómo encajar eso, si tomártelo como algo bueno, malo, regular, o ni bueno, ni malo ni regular, terminas aceptándolo. Y te alejas, esperando que llegue otra ocasión y que otra persona piense lo mismo, y otra y otra... hasta que alguien sea capaz de verte como lo que eres: alguien normal y corriente, no más especial ni más nada que los demás... y te acepte y se quede contigo.
Pudiendo elegir, habiendo tantas, unas me gustan mucho más que esta, pero...
No sé ni por dónde empezar ni cómo decirlo. Decirlo, de todas formas, sería inútil porque ya lo has dicho tú TODO. Has descrito a la perfección hasta ese olor indescriptible que no era de lavavajillas, en mi caso, aunque casi... Yo también tuve un "otro lugar... y otro tiempo", aunque en vez de té con leche tomábamos cappuccino,... y, curiosamente, fue entonces cuando descubrí a los Smashing y en una feria de cd's de segunda mano cerca de Milán los compré todos! "Llegar como un ángel", "Gracias". Hace poco conocí a un chico que me dijo "Gracias" de esa forma. En fin, que lo has dicho todo y más. De hecho, me has descolocado, pero tómalo como algo bueno: has llegado como un ángel a este momento, así que gracias.
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ResponderEliminarmiauu miauuu
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