sábado, 18 de julio de 2009

Lluvia




El día más lluvioso de su vida solo quería tener algo que hacer con sus manos y agachar su cabeza.
El tacto del pantalón vaquero, con sus decenas de estrías en diagonal, servía como distracción a sus dedos largos y torpes, que repasaban cada una de ellas, unas veces con las yemas y otras con sus uñas mordidas y escasas.

El verano puede ser una estación plena y feliz, o en cambio el conjunto de días seguidos más desolador de todo el año.

La existencia de un joven puede tener horizonte de playas llenas de velas de windsurf, extensiones de balas amarillas -se esté o no en Norteamérica-, o ríos anchos vistos desde pasarelas de madera. Pero sigue siendo verano. Y sigue estando todo muy idealizado, sobre todo si uno tiende a soñar cuando está despierto.

Ese día era verano y pensó que ójala lloviese, ójala pudiese estar en la buhardilla de la casa de sus padres sentado en un rincón y llorando si le daba la gana.

Pero no llovía.

El paisaje estaba horripilantemente quieto, con esa inflexión diaria que es el atardecer con sus naranjas, violetas y amarillos, y los sonidos del verano, adorados por unos y detestados por otros.

No estaba en esa buhardilla, estaba al final de la pasarela, y sentía que su vida era de color amarillo, como el color de los años cincuenta en las pelis americanas.

Ella no tenía rizos dorados, ni llevaba un vestido de niña azul. Más bien era de colores corrientes y neutros. Pero a él le encantaba. En cambio, parecía que a ella no le encantaba él, qué cosas. Y parecía que todas las veces que habían hablado, todos los libros que le había hecho llegar discretamente -con el único fin de que ella leyera lo mismo que él- desaparecían ahora como humo.

A veces el futuro cambia las cosas, a veces todo da un giro inesperado y las historias acaban bien; a veces los chicos sentados y pensativos consiguen lo que quieren.

Y esa lluvia se aleja.

2 comentarios:

  1. Esta entrada me ha gustado por la forma y por el fondo. Me gusta el modo en que las fuerzas del cielo son reflejos de las fuerzas del espíritu de las personas. La lluvia, la calma de los días calurosos, la propia estación del verano, con todo como detenido, sin acción... y la lluvia como detonante de algo que no llega.

    Hay mucha soledad procurada, mucho desamor masculino y frustración melancólica femenina.

    Me hace pensar mucho. Así que gracias!

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