viernes, 24 de julio de 2009

Un libro...

... me ha atrapado.

Con razón, los hindúes dijeron eso de "Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruído, un corazón que llora".

Si en cualquier época, encontrar uno bueno es de lo mejor que te puede pasar, si tienes esa suerte en una regularcilla, se convierte casi casi en medicina.

Casi siempre viene de forma casual, y sucede como con la gente que vas conociendo y te gusta, y le gustas, que vienen como saliendo a nuestro encuentro... y nosotros al suyo.

Parece que van a aparejados a nuestra cabeza, y así en tiempo próspero, en ese en que nos vemos en sintonía total con lo que sucede en el mundo, y notamos claramente que formamos parte de él, puede darnos por leer aquellos que están en boga, los que todo el mundo lee.

Otros momentos tenemos una sensación rara, como si la demás gente viviera y avanzara, y en cambio nosotros estuviéramos como empozados, tratando de luchar para salir, pero volviéndonos alguna vez abajo de nuevo, sin pretenderlo, pero sucediendo. Entonces, no sé si por asociar buenos recuerdos con títulos y nombres almacenados en carpetas archivadas en nuestra memoria, echamos mano de aquello que nos evoca esas épocas, en las que también sufríamos -es ley de vida eso-, pero con otro tipo de sufrimiento, más por la incerteza, o la ignorancia ante la vida misma, tan atrayente como peligrosamente desconocida, como de color azul marino.

Es un regalo tener buenos profesores en la niñez, y que ya te empiecen a hacer sentir, empezando con el brujo Mangas Anchas, como empezamos muchos, y más tarde, a los quince años, cuando uno ya empieza a apasionarse, que te hagan ellos apasionarte, que logren transmitirte lo que los grandes autores pretendieron con las únicas herramientas del lápiz y el papel -esto es para mí lo más alucinante y maravilloso de todo-.

Y sobre todo, alejarte de prejuicios que relacionan algunos nombres con pestiños, aburrimiento y cansinez, y presentarte primero al autor como ser humano pensante y sintiente ante todo, dejando aparte memorizaciones globales asociados a 98, o 27...

Una vez despojándonos de nuestra piel y circunstancias, hacer una especie de viaje hacia el mundo de cada escritor para sentir -o al menos, intentarlo-, lo que él sentía y por qué lo sentía.

Humanizar esas hojas, personalizar esas tipografías, olvidar clichés, desprendernos de esa capa de barniz simbólico que nos hace ver que un libro es un título, memorizado con un nombre de persona y dos líneas de reseña.

Así, es una gozada - como se goza comiendo, riendo, manchando, siendo lengüeteado- leer. Y hay joyas en las bibliotecas de nuestros padres o hermanos mayores, en ediciones del año de la picor, que nunca han llamado para nada nuestra atención.

Están esperando a que los cojamos y les demos su oportunidad ante nosotros, aunque solo sea para tratar de entender por qué conocemos sus nombres... los suyos y no otros, con tantísimos libros como existen.

Todo esto viene, como comenté al principio, porque el domingo en el Rastro hubiera podido cruzar los ojos con los de alguna otra persona, quizás fijarlos durante esos tres, cuatro segundos cruciales en que ves, sabes, notas, sientes, intuyes, que ese alguien es especial o puede llegar a serlo. Hubiera podido suceder eso, pero no fue precisamente así. Unos gitanos vendían sandías... y ¡libros!. Los regalaban mejor dicho, porque menuda ridiculez de precio, dicho sea de paso.

Y allí, en edición del Club Joven de Bruguera del año 1981, había un libro que conocía, como conocemos casi todos, pero de oídas, de cuentos, de adaptaciones. De un escritor al que conocía por anécdotas jotiles y poco más.

Era Platero y yo, y me he enamorado de él.

Ahora mismo lo estoy saboreando, y en cuanto lo acabe, si me da la vena, escribiré sobre él, sea aquí o sea allá.

4 comentarios:

  1. Sensibilidad en estado puro. La prosa poética de Juan Ramón es tremenda, me encanta Platero (el grupo musical también jijiji)

    Buen finde biquiños !!!

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  2. Cuando yo era peque, mi madre trabajaba en una editorial, así que siempre he estado entre libros. No me caben en casa los que tengo, y los he leído todos, pero últimamente, con los rollos de fin de carrera y todo esto, tengo la lectura por placer un poco abandonada...

    Ahora está leyendo Miniyó a Platero!

    Besos!

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  3. Maru, estuve haciendo arqueología foril y ví que pusiste el comienzo de ese libro en un hilo que se abrió dedicado a principios de libro que nos habían marcado ;).

    Cris, a lo largo del año leo algún libro, pero obligándome, por tener otras rutinas, menos horas de luz, más cosas en la cabeza... Ahora, en cuanto llegan julio y agosto aprovecho y me empapo, y los voy enlazando, como tratando de aprovisionarme de sensaciones antes de que llegue el otoño. Pero es lo que he dicho, casi todos consiguen el objetivo de distraerme, muchos me gustan, pero pocos me atrapan.

    Besos a las dos.

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  4. Lo primero que me sugerió el dibujo de esta entrada fue "Platero y yo", pero poco a poco mientras te leía me olvide totalmente de ello y del dibujo,viendo cuanto de "verdad" o de acuerdo estoy con lo que dices,y difrutando de esta gama de emociones que describes sobre la lectura de un libro...así que cuando llegué al final y desvelaste el título fue un placer...

    un peto desde Huelva.Clem

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