Recibí hace unos meses un mail bastante desconcertante. En tres líneas nada más, venía a decir que "si A le cuenta a B algo de C, lo más razonable sería que A, antes de darse por enterado, o posicionarse, o lo que fuera, debería escuchar la versión del hecho según C".
No he puesto yo letras aposta, el propio mail las llevaba tal y como lo he contado. Por supuesto, conocía al remitente y pude intuir de qué trataba o dejaba de tratar el tema. Lo que más me llamó la atención fue que me lo mandara a mí, pero claro, tampoco nos conocemos tanto, así que no me extrañó su temor a que yo -entre otros destinatarios- nos dejáramos "influenciar" por la versión de A. Evidentemente, C era el propio remitente.
A diario escuchamos noticias que hablan de gente en tercera persona, algunas ciertas, otras calumnias, ¿cómo lo podemos saber? ¿hay alguna otra manera aparte de preguntando directamente? ¿es fácil eso?. Creo que no, y que, o bien porque no deja de ser una noticia oída más al día, o porque no tenemos contacto directo con C, o la suficiente confianza, dejamos de escuchar su versión, y subliminalmente se nos queda la versión de A, porque "hace más ruido", o por qué no, porque nos cae más simpático.
Y precisamente hilando esto último que he escrito... ¿hasta qué punto podemos ser imparciales estando entre dos tierras, dos aguas, dos fuegos o dos personas que no se caen bien, que no se llevan bien o que no se soportan directamente?
¿No llegará un punto en el que la persona que está en el medio tenga que tomar una decisión? ¿hasta qué día podemos decir que no nos afecta directamente esa incómoda situación? ¿y si llega una situación puntual en que no nos queda otra que elegir?
¿Es lo más sensato en estos casos que una de las partes haga una discreta retirada?
Si tienes que elegir tú, qué leches de sensatez, elegirás de corazón, pero lo sensato hoy puede ser estúpido visto unos años después.
ResponderEliminarAdemás, lo que es sensato para ti, para las otras letras puede ser injusto, o estúpido.
La cosa es que esa pretendida imparcialidad llega un día en que tiene que decantarse hacia algún lado. Siempre llega un día en que tiene que ser A o C, y aunque a priori uno pueda ser amigo de "todos", en una de esas es cuando se ve en el brete de decidir, asumiendo las consecuencias de esa decisión, que pueden ser irrecuperables.
ResponderEliminarNo terminé la entrada adecuadamente (se nota su falta de "chicha"), así que con este comentario la completo ahora.
Besos
Yo siempre lo he tenido más o menos claro: elegiría a la letra que no me obligue a elegir, aunque lo más sensato es la retirada, si ya estás dentro, o, lo mejor de todo, dejar las cosas claras desde el primer momento. Perder una letra por culpa de otra no debería ser admisible, sobre todo si, de verdad, somos amigos.
ResponderEliminarPor supuesto, el que da a elegir sería como la "madre" a la que no importó que fueran a cortar a su hijo por la mitad para repartírselo entre dos, o sea, se daría a conocer malamente.
ResponderEliminarPero no hablaba yo de tener que elegir por petición expresa de una de las partes, sino por alguna circunstancia puntual en que coincidieran todas las letras del abecedario :P.
Y tampoco sería elegir exactamente la cuestión, sino quizás preferir... pero nada, pensándolo bien es lo mismo, ¿no?