Quinientos gramos de palomitas de maíz. Ocho cabecitas de perfil mirando hacia el mismo punto. Reflejos blancos, reflejos de colores, dragones, rocas... No pude dejar de asociar el rato que pasamos en el cine disfrutando de "Cómo entrenar a tu dragón", con la capacidad que tienen algunas personas para entretener y distraer desde siempre a los espectadores más difíciles y exigentes que existen: los niños. Y, claro, pensé en ese oficio que espero que nunca se pierda: el de cuentacuentos.
Hace tres años fui mare-contacontes en el cole de mi hijo... y fracasé en el intento. Mira que disfruto contando anécdotas, explicando situaciones, no se me dan mal los chistes (dicen...), y me encanta el mundo de la literatura infantil y juvenil -menuda colección me estoy haciendo gracias a El País de las Joyas Literarias Juveniles-. Pues bien, quise escapar de los cuentos más utilizados y conocidos en los primeros cursos de infantil, y sin calentarme demasiado la cabeza, pensé que una buena historia que de seguro engancharía a veinticuatro locos bajitos sería la del Flautista de Hamelín. Qué ilusa fui. Puede que tenga cuerda y rollo para rato, pero no conseguí que mantuvieran su atención en mí más de diez minutos, y qué cosas que precisamente no supe tocar la flauta en sentido figurado y no solo no conseguí que me siguieran, sino que se dispersaron por todos lados. Bueno, si de mi buen hacer hubiera dependido el transcurrir de esa historia, los niños nunca hubieran estado en peligro, hay que ver lo positivo.
Puede pensarse que, teniendo unos buenos ingredientes -seres fantásticos, personajes carismáticos, una buena historia... - y agitándolos, cualquiera puede servir para eso, y no, mare meua, ¡eso es un error! (valga yo misma como ejemplo):
Puede pensarse que, teniendo unos buenos ingredientes -seres fantásticos, personajes carismáticos, una buena historia... - y agitándolos, cualquiera puede servir para eso, y no, mare meua, ¡eso es un error! (valga yo misma como ejemplo):
"Las historias son utilizadas para compartir un mensaje, dar una explicación mágica, divertir, criticar, aportar posibles soluciones a conflictos..."
"El cuentero recaba su material de fuentes de tradición oral o de la literatura, pero lo resignifica y recodifica a la oralidad, deviniendo el contenido en su mensaje personal y único, con el cual, como un fuego que sigue devorando y expandiéndose, va atrapando a su oyente y lo va abrazando y abrazando con imágenes, percepciones y sensaciones que previamente modificaron e hicieron vibrar su propio ser. El cuentero narra para alejar, engañar y posponer eternamente la muerte"
"El narrador no es para nada prisionero de un personaje, es prisionero de la historia que narra. Dispone de técnicas de narración y experimenta el placer de coexistir con esos seres imaginarios"
Sirva esta entrada como homenaje a todos los que tienen ese don.