Y todo sigue, y todo gira. Y ni los millones de seres pensantes preocupados por lo que estaba sucediendo durante todas las guerras de este siglo lograron cambiar ni un ápice el curso de las mismas.
No se trata de preocuparse ni de lamentarse, sino de actuar.
Corremos el riesgo de estancarnos, apalancarnos y criar amargura, pudriendo lo que nos rodea, o, en cambio, intentar hacer algo para que todo tome otro rumbo.
Porque dentro de cada uno de nuestros cerebros estamos solos, con nuestras rarezas, vulgaridades, anhelos, recuerdos.
Una gran sala en nuestra cabeza decorada con manías, como la de comer los altramuces con su piel, o la de dormir siempre con calcetines hasta bien entrada la primavera, o la de empezar a leer las revistas por la última página, incluso a veces leer la última página de un libro antes que la primera, o la de no levantarse de la silla hasta que no se termina lo que se está haciendo (aunque se lleven ya horas...), o la de coger objetos o taparse con los dedos de los pies, o la de quitarle la puntita a los plátanos, o la de pasar horas muertas leyendo poesía, frases o refranes en la pantalla del ordenador, o buscando fotos de paisajes evocadores y grandiosos, o preferir cien veces la rutina a los días festivos, y siempre siendo fiel al Nesquik...
... y llena también de recuerdos, como esas fogatas en la playa, o los baños desnudos en el mar, o las borracheras llenas de canciones de El Último de la Fila, o esas conversaciones profundas en un pub ruidoso con música en directo, en las que tenías que acercarte mucho mucho a tu interlocutor para que te pudiera escuchar... con un whisky Dewar's en la mano o en su defecto un burret con cola....
Hay que pensar en que uno todavía puede bañarse desnudo una noche de verano, aunque esté solo, y también puede volver a estar en un pub debatiendo sobre lo divino y lo humano... mientras sigue bebiendo un tazón de leche con Nesquik (o dos) todos los días de su vida.
Porque ya lo dijo Cernuda:
Pues no basta el recuerdo cuando aún queda tiempo...
Aunque todo gire y nos veamos como en un universo paralelo al resto del mundo.
No se trata de preocuparse ni de lamentarse, sino de actuar.
Corremos el riesgo de estancarnos, apalancarnos y criar amargura, pudriendo lo que nos rodea, o, en cambio, intentar hacer algo para que todo tome otro rumbo.
Porque dentro de cada uno de nuestros cerebros estamos solos, con nuestras rarezas, vulgaridades, anhelos, recuerdos.
Una gran sala en nuestra cabeza decorada con manías, como la de comer los altramuces con su piel, o la de dormir siempre con calcetines hasta bien entrada la primavera, o la de empezar a leer las revistas por la última página, incluso a veces leer la última página de un libro antes que la primera, o la de no levantarse de la silla hasta que no se termina lo que se está haciendo (aunque se lleven ya horas...), o la de coger objetos o taparse con los dedos de los pies, o la de quitarle la puntita a los plátanos, o la de pasar horas muertas leyendo poesía, frases o refranes en la pantalla del ordenador, o buscando fotos de paisajes evocadores y grandiosos, o preferir cien veces la rutina a los días festivos, y siempre siendo fiel al Nesquik...
... y llena también de recuerdos, como esas fogatas en la playa, o los baños desnudos en el mar, o las borracheras llenas de canciones de El Último de la Fila, o esas conversaciones profundas en un pub ruidoso con música en directo, en las que tenías que acercarte mucho mucho a tu interlocutor para que te pudiera escuchar... con un whisky Dewar's en la mano o en su defecto un burret con cola....
Hay que pensar en que uno todavía puede bañarse desnudo una noche de verano, aunque esté solo, y también puede volver a estar en un pub debatiendo sobre lo divino y lo humano... mientras sigue bebiendo un tazón de leche con Nesquik (o dos) todos los días de su vida.
Porque ya lo dijo Cernuda:
Pues no basta el recuerdo cuando aún queda tiempo...
Aunque todo gire y nos veamos como en un universo paralelo al resto del mundo.
Veo esta entrada como una lucha entre dos posturas opuestas: La de Cernuda y la de sentir la soledad, sentirse al margen de los acontecimientos, y ser sólo un espectador que no puede ser protagonista.
ResponderEliminarSi sientes que no puedes llevar las riendas, aunque sea de alguna parte, o durante algún pasaje, ¿cómo creer que puedes hacer que las cosas cambien?
Muchas veces nos ahoga la pared de lo que tenemos por delante, pero cuántas veces es necesario hacerse deliberadamente inconsciente de las dimensiones de un problema para poder combatirlo.
Reflexionar tanto sobre algo casi nunca sirvió para solucionarlo, como bien dices en tu entrada con lo de las guerras.
Haz.
Haciendo, cambias todo, cambias tú, tu punto de vista, y cambia el problema.
Aunque vaya en contra de toda lógica, aunque deje serias dudas sobre si servirá, tú haz.
Nuevas actitudes, nuevas ilusiones, nuevos planes, nuevas respuestas. Diferentes, otras. Si es necesario, busca aliados, incluso insospechados, y comparte el desánimo, para dividirlo.
Es fundamental creer. Creer en uno mismo.