Siempre me he quejado de mi invisibilidad como quien se queja de los "problemas" que les causa el hecho de llevar el pelo tan largo, tener el móvil siempre sonando, la vida atareada, lo estresante que es su trabajo, lo díscolos que son sus hijos...; es decir, sin ser realmente consciente de si es una queja con fundamento o una manera de hablar en situaciones puntuales en que necesitas desahogarte.
Lo he contado siempre: me acuerdo perfectamente de los nombres y rostros de mis compañeros de clase desde el parvulario, de hecho, tengo dos amigas que me decían continuamente que les recordaba a una elefanta (espero que fuera por su legendaria memoria, ya que ahora que he visto El hombre Elefante no sé qué pensar, mmm...)
Curso tras curso, yo iba añadiendo a mi disco duro más nombres, más caras, sin solapar lo viejo con lo nuevo, ocupando cada persona un Kb perfectamente diferenciado del otro.
Más tarde, cuando empecé a volar sola y comenzó mi "vida social", iba conociendo a más gente por los bares, por los conciertos de los pueblos en las fiestas de verano.... ; los años más fructíferos fueron los del Instituto, al mezclarse en mi grupo D gente que elegía ética con francés, ética con inglés, francés con religión, literatura con matemáticas (dos casos que yo recuerde), literatura catalana con griego, historia del arte con latín y más combinaciones extrañas en el Reino de la Religión y el Inglés, que era el que dominaba el resto de aulas. Al ser mi Instituto punto de reunión de todos los pueblos colindantes en un radio de una veintena de km, empezó a bajar gente de las montañas, tandas de nuevos desconocidos que pasaban a ocupar su lugar correspondiente en mi parcela cerebral dedicada a la Gente.
También soy capaz de recordar el puñado de gente que conocí durante mi breve paso por la Universidad, y por supuesto los del centro donde estudié cuando retomé el mundo de los libros, un par de años después.
Y los compañeros de todos los trabajos por los que he pasado, que han sido bastantes.
Gente, más gente, nombres, apellidos, caras, voces...
Sin embargo, ya en mi casi treintena fui consciente de un detalle quizás insignificante dependiendo de quien lo mire: nadie, absolutamente nadie, se acordaba de mi.
Achaqué ese hecho a mi nombre, muy vulgar en conjunto y por separado, a mi aspecto muy normal también, sin rasgos especialmente destacables, a mi personalidad estándard (llamada mediocre los días más grises). Me acostumbré al hecho de que les sonaba de algo, pero nadie recordaba nunca quién era. Y ya directamente, antes de llegar el momento embarazoso, yo misma empecé a decir mi nombre al primer saludo.
Me sigue pasando. Voy a otro pueblo y veo al chico aquel que se sentaba justo detrás de mí en clase. Y lo veo como un todo lleno de datos que recuerdo a la perfección. Cuando se acerca hacia mí, sé lo que va a decir, sin ser mentalista ni nada de eso:
- "Estoooo, cuánto tiempo....?????¿¿¿¿¿¿"
- "Mª José". Digo yo.
-"Ostis, sí, cierto, ha pasado tanto tiempo..."
Cuando se aleja, me pregunto si me ha recordado por algún lugar en concreto o directamente no me ha ubicado, y simplemente le he dado un aire familiar.
Ayer empecé un curso en una ciudad cercana a mi pueblo. Observo a los asistentes y hay muchos extranjeros. Sólo dos o tres de la comarca. Y cuando ya estamos todos sentados, entra atropelladamente un chico que habla mi lengua materna, detalle que agradezco porque será mi compañero de mesa el resto del curso (¡y faltan seis meses para terminar!).
Estamos haciendo un ejercicio a dúo y me dice: ¿dónde trabajas? ¿de dónde eres? Cuando termino de responderle me dice:
- "Por eso me sonaba tu cara. Fui una vez y me atendiste tú".
Por algo se empieza a cambiar. A mi la suya no me sonaba de nada.
Mira, no tiene apenas importancia, pero me alegra una miajita.
Lo he contado siempre: me acuerdo perfectamente de los nombres y rostros de mis compañeros de clase desde el parvulario, de hecho, tengo dos amigas que me decían continuamente que les recordaba a una elefanta (espero que fuera por su legendaria memoria, ya que ahora que he visto El hombre Elefante no sé qué pensar, mmm...)
Curso tras curso, yo iba añadiendo a mi disco duro más nombres, más caras, sin solapar lo viejo con lo nuevo, ocupando cada persona un Kb perfectamente diferenciado del otro.
Más tarde, cuando empecé a volar sola y comenzó mi "vida social", iba conociendo a más gente por los bares, por los conciertos de los pueblos en las fiestas de verano.... ; los años más fructíferos fueron los del Instituto, al mezclarse en mi grupo D gente que elegía ética con francés, ética con inglés, francés con religión, literatura con matemáticas (dos casos que yo recuerde), literatura catalana con griego, historia del arte con latín y más combinaciones extrañas en el Reino de la Religión y el Inglés, que era el que dominaba el resto de aulas. Al ser mi Instituto punto de reunión de todos los pueblos colindantes en un radio de una veintena de km, empezó a bajar gente de las montañas, tandas de nuevos desconocidos que pasaban a ocupar su lugar correspondiente en mi parcela cerebral dedicada a la Gente.
También soy capaz de recordar el puñado de gente que conocí durante mi breve paso por la Universidad, y por supuesto los del centro donde estudié cuando retomé el mundo de los libros, un par de años después.
Y los compañeros de todos los trabajos por los que he pasado, que han sido bastantes.
Gente, más gente, nombres, apellidos, caras, voces...
Sin embargo, ya en mi casi treintena fui consciente de un detalle quizás insignificante dependiendo de quien lo mire: nadie, absolutamente nadie, se acordaba de mi.
Achaqué ese hecho a mi nombre, muy vulgar en conjunto y por separado, a mi aspecto muy normal también, sin rasgos especialmente destacables, a mi personalidad estándard (llamada mediocre los días más grises). Me acostumbré al hecho de que les sonaba de algo, pero nadie recordaba nunca quién era. Y ya directamente, antes de llegar el momento embarazoso, yo misma empecé a decir mi nombre al primer saludo.
Me sigue pasando. Voy a otro pueblo y veo al chico aquel que se sentaba justo detrás de mí en clase. Y lo veo como un todo lleno de datos que recuerdo a la perfección. Cuando se acerca hacia mí, sé lo que va a decir, sin ser mentalista ni nada de eso:
- "Estoooo, cuánto tiempo....?????¿¿¿¿¿¿"
- "Mª José". Digo yo.
-"Ostis, sí, cierto, ha pasado tanto tiempo..."
Cuando se aleja, me pregunto si me ha recordado por algún lugar en concreto o directamente no me ha ubicado, y simplemente le he dado un aire familiar.
Ayer empecé un curso en una ciudad cercana a mi pueblo. Observo a los asistentes y hay muchos extranjeros. Sólo dos o tres de la comarca. Y cuando ya estamos todos sentados, entra atropelladamente un chico que habla mi lengua materna, detalle que agradezco porque será mi compañero de mesa el resto del curso (¡y faltan seis meses para terminar!).
Estamos haciendo un ejercicio a dúo y me dice: ¿dónde trabajas? ¿de dónde eres? Cuando termino de responderle me dice:
- "Por eso me sonaba tu cara. Fui una vez y me atendiste tú".
Por algo se empieza a cambiar. A mi la suya no me sonaba de nada.
Mira, no tiene apenas importancia, pero me alegra una miajita.
No todos le damos importancia a las mismas cosas. Hay personas que nos despiertan sentimientos muy fuertes, que invaden nuestras vidas como huracanes y lo ponen todo patas arriba y en cambio, nuestra presencia no altera para nada su día a dia. Son caprichosos los sentimientos.
ResponderEliminarY es entonces, para protegernos de tanta avalancha y no sentirnos "dependientes" emocionalmente de alguien, cuando tomamos decisiones drásticas de alejamiento.
El corazón, para bien o para mal, ha nacido independiente, y ni siquiera el más inteligente cerebro lo puede mandar.
(Disfruta tu curso, y de la compañía de tu nuevo compañero)
:D
Me acaba de venir a la mente un pensamiento justo cuando le daba al botoncito para publicar el anterior comentario:
ResponderEliminar¿Sabrías decirme porqué cuando se reconoce los "fallos" que uno tiene, o hace saber lo que siente en un momento determinado (ya sea impotencia, tristeza, desilusión, apatía...) siempre hay alguien, que, en vez de escuchar lo que estás diciendo se empeña en darte soluciones? Todos sabemos las soluciones, creo yo. Pero cuando compartimos las preocupaciones, a veces es sólo para sentirnos escuchadas, decir en voz alta lo que nos quita el sueño y sentirnos apoyadas en la determinación que tomemos ¿No?
Y lo que me repatea, es que utilicen ese término tan sofisticado y recurrido del "victimismo". ¿Sabes realmente si ell@s poseen la verdad?
En fin, si me la puedes contestar... escribimos un libro.
Holita, Ayla, eso antes que nada...
ResponderEliminarMe halaga que me preguntes algo directamente, puesto que últimamente dudo de que mi cabeza sea racional... En fin, dejémoslo en los puntos suspensivos, tan socorridos ellos.
Yo misma peco de aconsejar por doquier, como si mis consejos fueran la panacea (de hecho, no hay más que ver cómo me van a mi las cosas,juas). No sé si es que somos un poco egocéntricos y nos gusta que nos escuchen (o lean, en el caso de Internet). Yo veo una reflexión tuya y tiendo a decir algo si me veo reflejada, y tal vez debiera mirar antes de responder si parece más un consejo de "Elena Francis" o una sesión de AA.AA en que hacemos una ronda contando nuestras miserias.
En cuanto al hecho de que, en lugar de besitos y abrazos nos den caña, pues en ocasiones me repatea, sí, pero le estoy viendo lo positivo. De hecho, lo otro es pan para hoy y hambre para mañana.
Lo del victimismo jode mucho cuando te lo dicen, pero últimamente no me cierro en banda y reflexiono mucho por la parte de razón que lleva.
Cuando nos piden y pedimos sinceridad debemos ser ante todo conscientes de lo que ello implica.
Para mi es uno de los valores más importantes, de hecho, la busco constantemente a mi alrededor. Pero me atengo a sus consecuencias: muchos no están/estamos preparados para asimilar respuestas sinceras.
Dos besitos
La penúltima línea es la bomba. En serio. O más concretamente la penúltima frase. Es un contraste... claro que lo que cuentas en el fondo es bastante triste, si me lo permites. A mí no me gustaría pasarle desapercibido a la gente, pero a veces tengo esa impresión. También te digo que mejor que no te recuerden cuando ya no te tratan que mientras lo siguen haciendo, aunque no sea exactamente el mismo "recuerden".
ResponderEliminarCierto, X. No creo que nadie pueda no sentirse triste (¿cuál sería el equivalente en positivo, sentirse alegre?)por ir por la vida pasando desapercibido, de hecho, la sensación general es de tener menos carisma que Joaquín Almunia :P (es broma), y eso duele, y de qué manera. Pero chico, todo es acostumbrarse, y uno se termina sintiendo cómodo y todo. El problema sería realmente importante si la gente te atravesara, porque eso significaría que serías un fantasma, y eso es estar muerto.
ResponderEliminarUn saludo.
Esta entrada está muy bien. No te conozco mucho, Majo, pero leyendo tus entradas encuento bastantes en las que te concierne mucho que existir del todo exige existir para los demás.
ResponderEliminarYo lo veo obvio; ahora la cuestión es cómo es de importante eso para cada uno, cómo se "mide" (no se puede medir, o se puede y vale tanto como cualquier opinión que no sea la nuestra), y qué efectos tiene verse tan distinto a los demás, tanto como para "no encajar" (vaya con la expresioncita...)
Yo veo claro lo de que la autoestima pasa mucho por el balance entre la necesidad de saberse afín a otros y la de sentirse autónomo y libre. Necesitar y no necesitar.
Dejo claro que no es (en mi humilde opinión) una cuestión de sí o no, sino de cuánto de cada.
Llamadme hedonista, inmoral, o ventajista, pero mi criterio es el de la correspondencia: Si no me compensa lo dado con lo recibido, casi nunca me compensa el esfuerzo, y doy relativamente menos oportunidades que muchos.
Sí, ya lo sé. Todo esto es muy subjetivo, y eso no me libra para nada de ser injusto, y de poder "perderme" a gente muy interesante, pero... ¿ conoceis alguna relación personal que se pueda valorar con justicia? Prefiero el riesgo de equivocarme que la condena del "buenismo".
Mmmm.
ResponderEliminarNo conozco a nadie que "sea" plenamente sin contar con los demás.
Que para unos "los demás" se limiten a la gente del entorno más íntimo (léase familia, pareja, amigos cercanos)-yendo sobre seguro por la propia seguridad (valga la redundancia) que proporciona esa compañía y porque saben que esa gente nunca les va a fallar-, y para otros "los demás" sean gente ajena, no partes implicadas, es donde veo yo la diferencia.
Es lo que suele decirse como un mantra (Ommmm): ¿qué más te da lo que piense fulanito? ¿Qué te importa cómo te vea la gente?
Ojo, señores, claro qué me importa. Me importan opiniones que no sean tan parciales como las de la gente que ya me conoce de sobra. Porque esa gente me quiere, pese a mis cositas, y ven más "el todo" que muchas partes pequeñas que pueden corregirse.
Es en esas opiniones donde puedo ver qué rasgos o defectos que pueden perjudicarme se me están escapando.
Espejo (perdón por las confianzas :P): veo en muchas afirmaciones como la tuya una coraza o escudo emocional. Un "paso hacia atrás" cada vez que intuyes que alguien puede dañarte, sea del modo que sea, incluso con la propia indiferencia que ese alguien te cause. Porque también nos daña ver que las personas dejan de interesarnos en cuanto conocemos sus miserias.
"Ojo, señores, claro qué me importa. Me importan opiniones que no sean tan parciales como las de la gente que ya me conoce de sobra. Porque esa gente me quiere" (...)
ResponderEliminarA mí me apena que se dé por hecho que como te conocen (aunque te quieran), van a ser más parciales que quienes opinen sobre ti sin conocerte tanto.
Curioso.
Sigo pensando que con esa actitud descartas muy pronto a la gente que no cumple con tus expectativas.
ResponderEliminarA veces no son "amores" a primera vista, pero al igual que las pelis o discos "revisited", muchas personas nos pueden dar sorpresas agradables en una segunda visión.
Y si nos hemos alejado de ellas, eso es imposible de saber.
Después de haber intentado encajar con la misma persona a lo largo de 15 años, sin éxito, me parece muy normal pensar como pienso acerca de "perderme" a mucha gente a la que descarto no justamente a las primeras de cambio. Pero sí, doy muchas menos oportunidades, y no me siento mal por ello.
ResponderEliminarMe quedo con lo de que "cuando una puerta se cierra, otra se abre". Elijo la curiosidad de encontrar nuevas afinidades frente a la de intentar encajar lo que no tiene por qué.
De todas maneras, no olvido la enorme escala de grises, con lo cual, seguro que todo es posible.
Ainss... La vida, qué fácil puede ser, y cuánto nos la complicamos con el sentimiento de injusticia y de culpa...
Sea como sea, en relación a lo de fiarte más de la opinión de alguien que te conoce menos... yo sigo diciendo que te fias más de los extraños porque crees que serán más sinceros, es como si mezclases el no ir con pinzas con la honestidad, y yo no los veo iguales.
ResponderEliminarQuien te conoce, mentirá por no ofenderte, y quien no te conoce, mentirá por no conocerte.
Así que yo prefiero quedarme con los primeros.
Más que nada, porque suele pasar que tú también les quieres. Ya sabes, toda relación es bidireccional (salvo los famosos amores no correspondidos en los que uno no sepa que es amado), y como les quiero, pues siempre será más fácil llegar a una verdad con ellos que con quien apenas te conoce.
Ya veo...
ResponderEliminarPrefieres a los que te conocen y te mienten para no ofenderte.
Yo prefiero que los que me conocen digan exactamente lo que piensan, sea bueno o malo.
El tema de las mentiras piadosas lo respeto aplicado a "esconder algo" (un hecho, por ej.) que no va a solucionar ni sumar nada en el momento presente, sino más bien restará.
Pero en cuanto a defectos propios, pido sinceridad.
Coñe, ¿cómo los corregimos si no nos los dicen?
Espejo, ahora me reafirmo todavía más en mi necesidad de opiniones imparciales, aunque no tengan suficientes datos.
Las primeras impresiones "dicen" mucho, ¿sabes?
Bueno, veo que me has llevado por donde te ha dado la gana:
ResponderEliminarPrimero ofreces decidir entre los que te quieren aunque te mientan, y los que no te conocen. Y una vez que argumento esa elección, entonces me dices que prefieres que los que te conocen no te mientan. Karamba! (guiño) digo, yo también, leches! y cualquiera! pero no estábamos hablando de esos, jaja.
Qué tía!
... pues yo torera no soy :P
ResponderEliminarB7s