sábado, 21 de marzo de 2009

Campos de cerezos para siempre...




En épocas sin trabajo estable solíamos montar cuadrillas y subir a las montañas para la recogida de la cereza. A mí, que no me gusta especialmente conducir largas distancias, no me molestaba hacerlo durante cuarenta y cinco minutos para la ida y otros tantos para la vuelta, a través de carreteras escarpadas y sinuosas, hacia arriba, siempre hacia arriba...

Tampoco me disgustaba levantarme temprano esas semanas (y mira que es algo que no soporto), y quedar ya con el resto del grupito a las siete de la mañana en la esquina del Teatro Municipal, con el frío de las mañanas de primavera.

Solíamos ser grupos reducidos, a lo mucho cuatro personas, no más. Y, una vez allí, nos presentábamos a la familia que nos había tocado en suerte. Solía ser en sus casas de pueblo, y desde allí, unas veces montadas en sus tractores y otras siguiéndoles en nuestros coches, enfilábamos hacia el terreno, recóndito y escalonado. Si la familia tenía perro, éste también venía con nosotros.

Los cubos llevaban una especie de forro engomado en el asa, ya que al cabo de muchas horas de llevarlo colgando del antebrazo, solía notarse una especie de molestia materializada en una tremenda marca roja.

Pero oíamos el silencio de la naturaleza cuando se nos terminaban las primeras conversaciones. Cada una de nosotras se hacía cargo de una hilera de árboles, y entonces estábamos solas un rato. Sólo cogiendo las cerezas una por una, con la única compañía del cielo sobre nuestras cabezas y el suelo bajo nuestros pies (como escribió Robert Louis Stevenson).

Y no sé lo que pensarían las demás, pero yo pensaba en lo afortunada que era por poder tener aquella experiencia, que no había cambiado un ápice a lo largo de los siglos. Por ver cómo poco a poco el cubo azul se iba llenando de enormes cerezas de un color alucinante. Y, de vez en cuando, y si teníamos suerte, levantábamos la cabeza y veíamos algún águila sobrevolarnos.

Y mientras, el sol nos sonrosaba -o arrosaba- la cara ;), y nos aclaraba el pelo, e íbamos llenando el cuerpo de vitaminas de todas las letras -incluso de PP P:)

No creo que las grandes ciudades sean capaces de proporcionar tan buenos recuerdos como los que nos regala el campo a nivel sensitivo, sensorial o incluso estético.

Y hay veces en que no necesitamos nada más que eso...

8 comentarios:

  1. ¿Ya no se puede puntuar las entradas? ;)

    Lo bonito del recuerdo no me quita ni un pelo de la tristeza que me produce tanta nostalgia, a veces sedante, a veces mortificante. :(

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  2. La felicidad está en las cosas más simples...

    Por ejemplo, en saber que se acerca la temporada de cerezas...

    Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm...

    Besitosss!

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  3. Bello recuerdo...estás ahora a demasiados minutos ??? para revivirlo...digo

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  4. el sentirse unido
    a la naturaleza de la vida
    através de alguna fruta
    debiera ser una de nuestras
    primeras experiencias
    educativas.

    Apreciar como llega a nuestra mano,
    por la generosidad de la tierra
    del sol, del aire, del agua,
    del cuidado paciente del/a paisan@.

    Petons

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  5. Estoy de acuerdo contigo.En una ciudad nunca encontrarás lugares como ese,tan llenos de vida y recuerdos.
    Un saludo.

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  6. En mi pueblo aún se puede disfrutar de estas sensaciones...
    Biquiños miña!!!

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  7. Pues para ser yo un idealista y tu una lectora de idealismos, traduces muy bien la realidad a ese idealismo y sabes ver la verdadera belleza de las cosas.
    Me gusta como escribes.

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  8. Hola a todos...

    Espejo: para una vez que no escribí desde la melancolía, jajaja. Está visto que me cada cual interpretamos los hechos o textos según nuestro estado de ánimo... ¿no?

    Cris: lo esencial es invisible a los ojos. Nunca me cansará esa frase, nunca...

    Noel: yendo hacia arriba, a diez minutos en coche ya empiezan a divisarse con sus flores blancas ;)

    Clem: poesía eres tú!

    JUACO: imagino que viviendo en Asturies tendrás imágenes como esas a porrillo (no de cerezos, sino de bosques, monte...)

    Maru: en el mío también, de hecho, desde aquí veo los campos de... naranjos.

    Sâddha: tu comentario me ha llegado a lo más hondo. Gracias, me has dado muchos ánimos. No siempre uno escucha(lee) algo así.

    Como siempre, gracias por dedicar unos segundos a dejar rastro aquí.

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