jueves, 3 de diciembre de 2009

Maravilloso Tim Burton


Que el cine sea una de las mejores evasiones, se esté mal o se esté bien, no cabe ninguna duda. Algunos prefieren el ritual primigenio de los asientos blandos, la compañía de gente anónima y la inmensidad de la pantalla; otros eligen la soledad y la manta de la salita; un pequeño porcentaje -supongo- preferimos esto último, acompañado de los cortes que sean necesarios -quizás para asimilar las diferentes partes o simplemente por la dificultad que nos entraña prestar atención a una única cosa durante dos horas como mínimo-.

Hay algunos directores que merecerían la vida eterna, si así la quisieran, y, lo más importante, si esta existiera en realidad. Cada uno tendremos ese de cabecera que sabemos que haga lo que haga, seguramente nos gustará, que es valor seguro para nuestros gustos y del que esperamos no con ansia pero sí con cierta expectativa cada nueva obra.

A mí me gustan muchos. Me sorprendo siempre de la originalidad de Almodóvar, de la profunda reflexión de Medem, del buen hacer que puede resultar de la combinación de un adulto -con todos sus medios y libertades- y un niño de diez años, de esos que aún muestran esa mirada que se tiene de niño y más tarde se acaba perdiendo. Hablaría en este caso de Steven Spielberg, cómo no. Y qué decir del humor de Woody Allen o la exquisita sensibilidad de Jean-Jacques Annaud...

Pero hoy, a día de hoy, al que más me ilusiona ver, ese ante cuya obra terminada me siento con mi paquete de pipas Tijuana - ¿por qué quitarían las Mariachi de Mercadona?- y toneladas de ganas es a Tim Burton.

Puede que mi subconsciente me traicione, y en realidad me acerque a él por ese lado de color negro y pelo revuelto que tanto me recuerda a Robert Smith, o por esa maravilla de actor que es Johnny Depp -payaso, artista... nacido para que todos lo pudiéramos disfrutar.

Puede que me guste el ambiente gótico, pese a entusiasmarme físicamente más el Liberty y sus florecitas de colores... o que sea la música que le compone Danny Elfman -¿alguien ha podido olvidar cómo sonaba Eduardo Manostijeras?- o esa parte de idealismo que hay en esa historia sobre un hombre que trata de hacer que la vida sea como un cuento (consiguiéndolo sobre todo al final) llamada Big Fish...

No puedo enumerar una por una todas las razones por las que diría a alguien que se acercara al Universo Burton, esto se haría demasiado largo. Pero mira, quizás Alicia fue pensada a finales del siglo XIX  en esa Inglaterra de jardines y tazas de té para que más de cien años después, llegara un californiano a modelarla para los niños que, hace cien años se creía que serían como de gris plata y viajarían en naves espaciales, y resultaron ser como los niños de toda la vida, simplemente niños.



1 comentario:

  1. Holabuenasquétal,

    Quisiera hacer un comentario, claro que sí.
    Con las pasiones me surgen encíclicas. Voy a intentar sujetarme, por nada más que porque mucha extensión de palabras no me va a mostrar más claro. Y esta vez aspiro ante todo a la claridad.

    Claridad por sencillez. Como reconocimiento a la que creo que es la base del cine de Tim Burton:
    Cuentos.

    Los cuentos son (y lo enlazo aquí con mi última entrada) sencillas enseñanzas sobre la manida "naturaleza humana". Un muestrario de virtudes y defectos del espíritu, a través de relatos de ficción, a veces impregnados, a veces empapados, de lo sobrenatural.

    Lo que Carpentier llamó "realismo mágico" es un suelo común a toda literatura, ya que al fin y al cabo, la Literatura, como Arte, es la expresión de una necesidad humana: La Ficción.

    La Ficción a través del cine de Tim Burton es maravillosa. No como halago, sino como acierta mi anfitriona en su título, por definición del concepto.

    Maravilla es todo lo que no puede ser explicado por la razón. Y así, actúa directo sobre el soporte mismo de la conciencia: la Magia. La que conservamos de adultos porque aún podemos percibir como niños, y que nos sana contra la insoportable fealdad e injusticia del Mundo Real.

    De un modo u otro, todos necesitamos filtros para soportar la existencia. En una sociedad llena de drogas, yo me drogo con la Ficción.

    Espero morir de viejo, con la ingenuidad de un niño.

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