martes, 10 de noviembre de 2009

Dos


Dos que, pese a conocerse, no se conocen tanto. Dos que, pese a tener poco motivo y nula lógica para estar en el mismo lugar, coinciden allí. Dos que entran a cenar al primer sitio que ven, después de cervecear un rato entre risas y música de fondo. Dos que se intercambian cucharadas de postre, o postres enteros. Dos que deciden tomar la última en el primer sitio ruidoso que pillan. Dos que cierran el garito, pero el destino o llamémosle X,  juega con la luz exterior -a su favor- y sigue siendo de noche, porque así es mejor. Dos que deciden dar un rodeo riendo sin parar, y parándose a terminar de contar aquello que se están contando. Dos que se encienden un cigarro, aunque uno ya apenas fume -o no fume ya para nada-. Dos que se paran unos instantes y advierten el frío que hace, exhalando vapor por sus bocas y llevándose las manos a los bolsillos. Parados y hablándose, en mitad de la noche.

Hay miradas que lo dicen todo. Hay miradas que hacen que un pato feo se sienta menos feo, y uno no se imagina su rostro como el que ve a diario en el espejo del baño cuando se levanta de la cama, o cuando tiene días malos... si es mirado así. En ese instante, uno ve lo mejor de su rostro. Su cuerpo e imperfecciones poco cuentan, y sus ojos son vistos como únicos, pese a ser del color de la mayoría de ojos que conoce, o sea nada del otro mundo. Y uno sonríe ante el otro, que lo mira, y es consciente de que en ese momento su sonrisa es cautivadora, seductora, atractiva.

Dos que no deberían estar allí, insisto. Con sus parejas respectivas -si es que las tienen- con sus empleos tan dispares y lejanos. Con sus edades tan distintas.

Dos, que, diez años antes, nunca hubieran imaginado conocerse y estar allí en ese momento. Dos que no quieren admitir -ni siquiera para sí- que se gustan de cierta manera, que se quieren de cierta forma. Que cualquier excusa es buena para verse, que cualquier excusa sirve para descararse ante sus más allegados, para así sentirse bien, pese a ni ellos mismos saber qué les está pasando.

Dos, que llegado el momento de despedirse, no saben cómo hacerlo, y tienen presente que ese momento está ahí, existe, pero sólo durará un ratín. Y uno no sabe qué hacer, el otro no sabe si arriesgarse. Mientras, el frío aumenta, el tiempo pasa; no saben cuándo será la próxima, ni si estarán solos como ahora.

Dos que quieren probar al otro, rozando aunque sea los labios, y no osan hacerlo para no fastidiarlo, quizás temiendo el rechazo, y quizás ambos esperándolo.

Quién sabe...

5 comentarios:

  1. Ayer, después de terminar mi último comentario en tu blog sobre fantasías, se me quedó el cuerpo raro, con necesidad de terminar de contar aquello que empecé, que insinué en el tuyo. Fíjate que ya estaba acostada y bajé expresamente a soltarlo porque me vino todo a la cabeza como un flash.
    Como yo suelo decir, redecir y repetir, las mejores cosas suelen ser las que más improvisamos.
    Me alegra que te haya gustado.

    ResponderEliminar
  2. Dos que suman cuatro, que llevan dos, que restan uno; son jodidas las matemáticas, supongo.. a mí se me dan fatal.

    Me he quedado con lo de "de cierta manera" y cojo y te llevo a una pantalla de televisión; están dando una película, shhh, están a punto de decirlo, esta pareja en mitad de una calle en los niuyores:

    - Yo siempre te he contado cierta versión de la verdad.

    - ¡Pero es que la verdad sólo conoce una versión, sabes? Mi vida hasta ahora la conozco muy bien, sé llevarla perfectamente, pero ahora... ¿qué voy a hacer ahora?

    Ella coge un taxi y llora y escribe durante semanas tras las cuales los llantos se vuelven risas... pero la cuestión es, porque ella es sólo una actriz ;), que alguien puede dejarte preñado jajaja, y no responsabilizarte de esos cambios... y es peligroso imagino porque todo parece más verde y bonito, un rato, una tarde, pero, ¿te vienes a la gata sobre el tejado de zing?

    - ¡la vida no son los sesenta minutos que dura un partido! La vida son facturas y estar con la misma mujer a la que no amas durante cincuenta años...

    Que por cierto viéndola en inglés me di de cuen, cómo aparece la censura. Hay un momento en que el abuelo, miii personaje preferido, que es el que hablaba hace un momento... dice, en español:

    - La gente.. a mí me asquea.

    En inglés no dice la gente... dice "Church"... la iglesia... qué flipe; metían las tijeras por todos lados.

    Nada, que me he acordado; no te digo de qué película es lo primero porque estoy enfadado contigo

    besos

    ResponderEliminar
  3. Dos... El uno tiene sentido sólamente porque existe el dos; pero el dos, nunca debería de condicionar al uno...

    Pero mientras los números giran y transcurren en el tiempo, mientras, nos quedamos con tus palabras... Muy bonito el relato...

    Un saludo

    CRISTINA

    ResponderEliminar
  4. Ant, qué escalofriante esto que has dicho:

    "- ¡la vida no son los sesenta minutos que dura un partido! La vida son facturas y estar con la misma mujer a la que no amas durante cincuenta años...".

    Esos dos de los que hablo quizás tienen eso que he citado arriba, pero, obviamente, no con la persona con la que están disfrutando tanto esa tarde-noche ;)

    Cristina:
    Cada vez leo a más gente que no cree en las medias naranjas, sino en las naranjas enteras que comparten frutero, o cesto,o lo que se quiera.

    Besos

    ResponderEliminar

¿Te apetece aportar algo?