viernes, 27 de noviembre de 2009

Barbecho


Hace un ratín me vi en esa situación tan habitual -a la par que desquiciante- en la que tienes la taza de leche con Nesquik demasiado caliente y tienes que salir en pocos minutos pitando al cole y al curro. Hice el truqui ese tan socorrido de cambiar el líquido de taza varias veces hasta que pudo ser bebible sin machacarme la lengua y la garganta en el intento.

Y claro, como no podía ser menos, asocié que si tanto tocamiento lechil lograba enfriarla, de igual forma pasaba a veces con las personas. ¿Cómo? pues recordando la gracia que me hizo leer en su día que, después de la frase tan bonita que alguien había puesto de "el roce hace el cariño", otra persona quizás más quemada que la pipa de un indio, replicó: "... o una buena rozadura".

Ayer justamente pensaba en el sistema de barbecho en la agricultura, en el que no es que se abandone la tierra, sino que simplemente se deja estar un tiempo para que recupere humedad y nutrientes naturales. Cuando era más jovenzuela y tenía más acné en la cara que ahora, recuerdo que  me la limpiaba de continuo con jabones agresivos, a veces tres veces al día, en un intento de purificar la piel. El efecto que conseguía -eso lo supe después-, era el de rebote total, y a más agresividad y tocamientos, más empeoraba el asunto. También leí en su día que Cindy Crawford pasaba en ocasiones todo el fin de semana entero con el pelo pringado de aceite de oliva en una coleta, dejándolo sin lavar dos-tres días, para darle tiempo a segregar sus lípidos naturales, tan protectores ellos.

En el caso de las personas, soy firme partidaria del riego, aunque sea con cuentagotas. Ahora uno coge el móvil y en dos minutos da un toque en forma de sms, o entra al facebook y utiliza el sistema así llamado "dar un toque" (que por cierto, no sé realmente en qué consiste), o manda un mail, o...

El efecto del tiempo en que la tierra deja de ser tocada, descansa tranquilamente y es ella en su mismidad, parece ser que a la larga es totalmente beneficioso. Como todo en la naturaleza tiene una relación, a veces para pensar de otra manera deberíamos sentarnos y observarla. Lo de que sea sabia no es un simple dicho.

Me parece que casi todos podemos pensar en un ejemplo que nos haya pasado con alguien al que después de un tiempo sin tratar hemos mirado con otros ojos -y al contrario también, él a nosotros-. Dejar que los pensamientos se nutran de recuerdos, se reinstalen, se filtren...; observar si ha dejado poso en nosotros, si ese poso nos vale la pena, si lo dejamos como parte de un pasado y una etapa, o nos apetece volver a intentarlo.

2 comentarios:

  1. A mí me ha ocurrido con una persona. Teníamos una amistad tan cercana que se llegó a aquello de "la confianza da asco". Un barbecho podría venir bien, de hecho, era imprescindible.

    El problema es que la relación se cortó de forma tan brusca e injustificada (por parte de él) que ya no creo que se pueda recuperar. Supongo que algo le pasó que hizo que se enfadase (no tengo ni idea de qué) y ya la cosa no podrá volver nunca a la normalidad.

    No es que me parezca mal, pues podría haber sido peor haber mantenido eso que sería similar a tu frenético frotado de la piel para eliminar los granos. Pero lo que quería decir es que, si bien estoy muy de acuerdo con lo que comentas del barbecho, no veo cómo puede ocurrir con naturalidad y sin malos rollos.

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  2. Pues ahí está la cosa, Navaja, en que suceda sin más. No se trata de irse uno haciéndose el interesante a ver si otro le echa de menos (ahí ya no habría naturalidad), sino más bien de un proceso gradual en el que simplemente se cambia de costumbre en la comunicación, va menguando el contacto, pero porque sí, sin menguar el cariño.

    La sensación que se tiene cuando se vuelve a "ver" a esa persona con los cambios que da el tiempo tanto en nosotros como en el otro, y se tiene ganas de decir aunque sea "hola", pese al tiempo transcurrido, para mí es indescriptible. Sería todo lo contrario a lo que comentaba en el post anterior, cambiando la sensación de pérdida por la de recuperación.

    No todos los días encuentra uno un tesoro que suponía perdido para siempre.

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