martes, 30 de diciembre de 2008

Engancharse... o no hacerlo

Me dice anoche mi amigo (el mismo que me hizo pensar tanto la otra vez), que quizás nos estemos enganchando demasiado el uno al otro. Otra vez reflexionamos en voz alta, aunque ese mismo pensamiento me había llegado a mi sin llegar a materializarlo en conversación. Y al sacar a flote la posibilidad de encontrar pareja uno de los dos, advertimos que ahi terminaría todo, que no habría persona, por muy tolerante que fuera, que "aguantara"que su pareja mantuviera casi dos horas de conversación a diario con otra persona de distinto sexo (por muy amigos que se consideren).

Y me acuerdo de gente con la que me cruzo en un foro en el que participo, y el mal rollito que me da ver que sus firmas, sus felicidades e incluso sus ubicaciones siempre dependen de otras personas, como si por ellas mismas no pudieran sentirse bien.

Y no quiero ser así. Quiero sentirme bien sin depender de esas dosis diarias de confianza. Que esos ratos me ayuden a estar mejor, pero no deje de estarlo el día que me falten, por una u otra causa.

Y... ¿cómo se puede uno desenganchar de las personas sin llegar a ser un misántropo o un aislado?

¿Cómo se puede tener la mente fría y "frenar" para evitar que las buenas costumbres se conviertan en dependencias emocionales, sean del tipo que sean?

6 comentarios:

  1. Acabas de formular la pregunta del millón.
    Yo la teoría me la sé muy bien (y alguien común con quien charlamos, también), pero yo, personalmente, la práctica la llevo fatal.
    Si consigues la respuesta, por favor, házmela saber.

    Entre tú y "el vigués" no me dejáis descansar la neurona.

    ;D

    ResponderEliminar
  2. La mía está a punto de pedir la baja, y no son vacaciones lo que necesito (de hecho, las estoy "disfrutando" ahora), sino desconexión, me parece a mi. De todo y de todos.

    ResponderEliminar
  3. El "vigués", con sus episodios de misantropía, siente que lo ideal es que esa red de relaciones, sea de familia, amigos o "algo más", debe ser lo más simétrica siempre.
    Y eso sólo se consigue poniendo de las dos partes.

    Me agarro a mi experiencia, que pasa por parientes, amigos, conocidos, personajes de cine, de literatura, e incluso personajes de supuestos didácticos...
    Todo ese bagaje me dice que la amistad es esa cosa que hay cuando no hay nada más, y es la que más se resiente cuando aparece el amor.
    Y es injusto.

    Pero me niego a quedarme con la pataleta del niño que no sabe qué hacer. Yo creo que sí sé lo que hay que hacer con una amistad. Llamadme cursi, si quereis, o pensad, si lo preferís, que me "desnudo" demasiado, pero la analogía del jardín, o del huerto, da igual, es la que más se me parece a la amistad: Requiere presencia diaria, y que no se vea como un trabajo, sino como algo natural e inevitable. Somos personas, ¿no? y las personas se relacionan. Pues hale, todos jardineros.

    ResponderEliminar
  4. Buena conclusióNN, Através..., pero y si se nos seca la regadera de tanto usarla? (entonar como la canción de Rocío Jurado y disculpad el chiste malo, estoy "graciosilla" hoy :P

    ResponderEliminar
  5. Siempre haces preguntas interesantes, aunque sean vía poltergeist de la Jurado.
    Yo entiendo que si se nos "seca la regadera" (nivelón de metáforas con las que nos movemos, oiga), es porque no se han correspondido las acciones empleadas con los resultados esperados.

    Que esa es otra: Dedicamos nuestro tiempo a los jardines PARA QUE las flores nos animen. Pero si esfuerzo tras esfuerzo no obtenemos fruto, está claro que terminaremos por pensar que o fallan los métodos, o las herramientas, o la tierra... o que no se corresponden unos con otros.
    Por eso existe el divorcio... digoooo, el barbecho!

    ResponderEliminar
  6. Jajajajaja, gracietes por tu comentario, he estallado en una carcajada ;)

    ResponderEliminar

¿Te apetece aportar algo?